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LA MUJER ARAÑA

La última película de Liliana Cavani, "Romance en Berlín", decepciona al espectador.

4 de enero de 1988


Uno de los más hermosos y turbadores cuentos del narrador Junichiro Tanisaki, se relaciona con la pesadilla vivida por el hombre a quien le tatúan todo el cuerpo con la figura de una enorme araña que, a medida que avanzan los días, lo va consumiendo, succionando, adelgazando en un ritual que es también una prueba de amor, muy dentro de la filosofía japonesa del dolor y el deseo, ante la cual los occidentales se espantan o sólo toman los elementos esperpénticos.

Tanisaki, un excelente narrador que tiene el mismo aire de locura de Yukio Mishima y el dominio del lenguaje poético de Kawabata,pero menos conocido que ellos, al menos en Colombia, es también el autor de una novela morbosa titulada "La cruz del budista" en la cual, se basó la realizadora italiana Liliana Cavani para su nueva película, " Romance en Berlín". Asistente de Fellini y otros directores al comenzar su carrera, guionista y autora de una de las películas más controvertidas en toda la historia del cine, "Portero de noche", porque demostró hasta dónde llegan las relaciones de dependencia y dominio entre el verdugo y la víctima (teoría que después sería desarrollada por los sicólogos para resolver mejor los casos de secuestro político, especialmente en Alemania e Italia), la Cavani siempre tiende en sus películas a ejercer una agresión contra el espectador, excitándolo, retándolo en la comodidad de su butaca, hurgándole los más escondidos sentimientos para que comparta con ella esa visión sobre el mundo descompuesto de "La Piel" o las contradicciones de un hombre solitario como Nietzche o, en este caso, la forma cómo una hermosa muchacha japonesa, armada de paciencia y destreza e igual que la araña del cuento, se adhiere a las vidas de un hombre y una mujer que son marido y mujer y los va usando, succionando, aprovechando, agotando mientras el mundo a su alrededor cae a pedazos en pleno tercer Reich.

Mirando esta película el espectador se siente obligado a recordar dos grandes momentos del cine erótico y pasional, "Ultimo tango en París" de Bertolucci y "El imperio de los sentidos" de Naguisa Oshima, películas en las cuales el sexo aunque era el elemento vital de cada drama, no era mostrado en forma gratuita, no se exhibía como simple elemento excitante y más bien servía de referencia a otras nociones como el dolor, la soledad, el vacío y el mismo amor que consume. Marlon Brando no sodomiza a la muchacha porque si, lo que quiere es manifestar su desconcierto ante el suicidio de esa esposa ante quien soltará el más angustioso lamento que hayamos presenciado en mucho tiempo. Lo mismo ocurre con los amantes de Oshima. Usan corbatas y cuerdas, comen y regresan a sus cuerpos porque saben que sólo les queda la muerte.

En cambio, los personajes de la Cavani ejercen el sexo como una simple exhibición, las escenas eróticas como en cualquier melodrama de sala "X" se van sucediendo mientras el espectador intenta saber algo más sobre ese período histórico y turbulento tan bien retratado por Visconti en "Los Malditos" y el mismo Bob Fosse en "Cabaret". La Cavani sólo quiere gratificar supuestamente al espectador morboso. Excitar sus sentidos, regodearse mediante una espléndida fotografía con esos cuerpos femeninos que se agotan, con esos testigos que se escandalizan con ese marido que acepta el juego devastador. La muchacha, araña tatuada en los hermosos cuerpos de sus dos amigos, elemento corrosivo que la película desperdicia, se alzará como el símbolo de una realizadora en decadencia.--