CONCIERTO
La novela del concierto de Paul McCartney
Con la decisión del alcalde Gustavo Petro de prestar el estadio El Campín para el concierto de Paul McCartney, el panorama parecía despejado para que el exbeatle viniera a Bogotá. Pero no ha sido así. SEMANA le cuenta la historia.
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Cuando la administración distrital autorizó el préstamo del estadio El Campín para conciertos, se dio como un hecho la presentación del exbeatle Paul McCartney en Bogotá. Y con este, la llegada al país de grupos o cantantes como U2, The Rolling Stones, Madonna o Lady Gaga: el top de los artistas costosos que cobran entre 3 y 5 millones de dólares, que hasta ahora no han podido venir a Colombia por falta de un gran escenario.
Un primer escollo se había superado. El 31 de octubre de 2008, José Tapia, director del Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte (IDRD), durante la alcaldía de Samuel Moreno, dijo que “El estadio de fútbol El Campín de Bogotá no será prestado para un concierto del cantante colombiano Juanes ni para nada que no tenga que ver con el fútbol”. Y sustentó su decisión de la siguiente manera: “El sistema de nuestra cancha es completamente diferente al que tienen otras canchas en el mundo, hay un porcentaje mayor de arena que de finos y de tierra; por eso este escenario es moldeable y puede ser afectado por el peso... Al final no tendría el nivel apropiado para un partido de fútbol”. Felizmente, las características de la cancha cambiaron con la remodelación que se le hizo a El Campín para el Mundial sub 20 de 2011. Y con base en una prueba técnica realizada el pasado 6 de febrero, la Administración distrital, a través de Clarisa Ruiz, Secretaria de Cultura, dijo que “hay las condiciones para hacer el concierto de McCartney”. Inmediatamente protestó la gente del fútbol que se opone al préstamo de los estadios porque desconfía de que los empresarios de los conciertos tomen las medidas necesarias para evitar el deterioro de la gramilla, no obstante que en Europa, Estados Unidos y Suramérica se han hecho conciertos en los estadios sin ningún problema, y que el propio Joseph Blatter, presidente de la Fifa, ha avalado esas decisiones: “Cuando se construye un estadio no es solo para el fútbol: puede servir para otras actividades, como, por ejemplo, para la cultura, para un concierto... En eso, nosotros, en la Fifa, estamos totalmente de acuerdo”.
La autorización ya estaba, pero faltaba el protocolo: de qué manera se puede usar el estadio, cuántas veces al año, cuál es el aforo, qué especificaciones debe tener la cubierta o el piso que protegerá la gramilla. Según Clarisa Ruiz, el protocolo saldría a más tardar el 16 de marzo. Por tal razón, el concierto de McCartney entró en un limbo y dio lugar a muchas especulaciones: “Ya no se va a hacer”; “Las boletas van a costar un millón de pesos”. Sin el protocolo, los empresarios colombianos no pueden hacer una oferta concreta a los representantes de McCartney. Si es necesaria una cubierta como la que se ha utilizado en el estadio de River Plate, en Buenos Aires, podría costar de 400.000 a 500.000 dólares. Si es como la del estadio Santiago Bernabéu, podría ascender al millón de dólares. A Paul McCartney, por su condición de exbeatle y por pertenecer al top mencionado, habría que darle una base mínima de 3 millones de dólares. Y esto no incluye los costos de producción que, tomando la cubierta más costosa, podrían ascender a los 2 millones de dólares.
Un negocio de por lo menos 5 millones de dólares en el cual la estrella internacional pone las condiciones y solo le deja al empresario local un margen de utilidad del 10 por ciento. Que no es despreciable si, además, se le suma el prestigio de haber traído a Colombia a Paul McCartney. El ego también hace parte del mundo de los empresarios de conciertos. De cualquier manera, un negocio grande y riesgoso. Y aún más cuando no es posible multiplicar el número de sillas por el precio de la boletería. No es lo mismo 30.000 sillas que 40.000; no es lo mismo boletas a un promedio de 200 dólares que a 500.
Los empresarios Ricardo Leyva, Juan Pablo Ospina y Fernán Martínez ofertaron para este concierto, que fue adjudicado a este último pero, dada la magnitud del negocio, invitó a los anteriores y se encuentra en la búsqueda de otros socios y patrocinadores –la sola taquilla no es suficiente–, lo cual no es fácil porque desde hace un tiempo a los grandes patrocinadores les interesan más los grandes festivales y las giras que un concierto único, por los riesgos y los azares que conllevan y porque le apuntan a eventos mucho más masivos.
Pero el tiempo se agota. La gira de McCartney por Latinoamérica –que pasará por
México, Argentina y Uruguay– empieza en abril y Colombia tiene que concretar muy pronto. El miércoles pasado, cuando se rumoraba que iba a salir el protocolo de la Administración distrital para darle luz verde al concierto, lo que apareció fue un concepto de la Procuraduría General que vino a enredar más el asunto. Al considerar que es obligación del distrito proteger y preservar las multimillonarias inversiones que se le hicieron al estadio Nemesio Camacho El Campín para el Mundial Sub 20 celebrado el año pasado, la Procuraduría General le solicitó al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, que no preste el escenario deportivo para conciertos. Y le hace claras advertencias sobre el riesgo que podría sufrir la estructura del Estadio en su grama, sillas y baños, en caso de ser utilizado para otras actividades diferentes a las deportivas. “Las inversiones que se le hicieron al estadio fueron millonarias y deben ser preservadas en beneficio de la comunidad, debido a que este escenario constituye patrimonio público de la ciudad y de todos los bogotanos”, dijo la Procuraduría. Clarisa Ruiz, a nombre de la Administración distrital le dijo a la Procuraduría que “definirá las medidas de protección que permitan mantener y preservar las instalaciones del estadio El Campín”, mediante una reglamentación que saldrá “en el transcurso de la semana”.
Sin embargo, Fernán Martínez dice que sigue con el concierto y dio una fecha: 19 de abril, aunque reconoció estar todavía a la espera de negociar con patrocinadores, “pues sin este apoyo es imposible cubrir los costos”. ¿Habrá concierto? Queda un mes y no hay todavía reglamentación, ni patrocinadores, ni pago a McCartney. Sería una hazaña que se pudiera hacer.
Entre el viejo estadio y el viejo Beatle
Por Gustavo Gómez
La visita de un Beatle será siempre la visita de un Beatle. En Christchurch, Manila, San Francisco o Bogotá. Desde 1963, con variopintas intensidades, todo el mundo ha querido oír, ver, conocer, entrevistar o tocar a un Beatle. Hay tres clases de Beatles, pero, por cortesía, nadie se atreve a sugerir la singular taxonomía… Beatle tipo C: Ringo (afable, eficiente y más suertudo que el ganador del Baloto). Beatle tipo B: Harrison (diestro, decoroso cantante, autor no siempre desligado de sus creencias religiosas). Beatle tipo A: Lennon y McCartney (superdotados, idolatrados, icónicos). La clase C no tienta a los empresarios nacionales; la B hace hoy parte de la conciencia Krishna; y la A, motivo Chapman, solo es medianamente operativa. Ese cincuenta por ciento pisará El Campín, si estamos todos claros en que un viejo estadio nunca será más importante que un viejo Beatle. Si las fechas, los permisos y los números cuadran, McCartney hará música que nos arrugará el alma, nos recordará que el talento pesa más que esa mediocridad disfrazada de extravagancia que ahora amenaza a los artistas, y nos confirmará que el hombre que se hizo célebre con el ayer se resiste a jubilarse del hoy.