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La pena máxima

Dago García y Luis Felipe Salamanca quieren divertir, como sea, al espectador colombiano. **1/2

Ricardo Silva Romero
6 de agosto de 2001

Director: Jorge Echeverri
Actores: Enrique Carriazo,Robinson Diaz, Sandra Reyes, Alvaro Bayona, Luis Fernando Munera

Pedro, ‘El Escamoso’, ha declarado al Canal Caracol que La pena máxima es una de las mejores películas que ha visto en su vida. No es cualquier cosa: hace evidente que el cine colombiano ha dado un nuevo gran paso y que ahora, al fin, sabe venderse. Porque claro: si se lo preguntaran a Betty, la fea, cuyo pase pertenece a otro canal, y que no es amiga de los guionistas, sin duda no demostraría tanto entusiasmo.

Dago García y Luis Felipe Salamanca, escritores y productores de esta nueva incursión cinematográfica en los terrenos de El taxista millonario, célebres por sus telenovelas y sus otros guiones realizados y estrenados —Posición viciada, Es mejor ser rico que pobre— tienen muy claro, como le dijeron a El Tiempo, que crean caricaturas cariñosas, que no trabajan para la crítica sino para el público, que los intelectuales llegan tarde a los fenómenos populares, que hacer cine no es una locura sino un trabajo muy serio y que las producciones colombianas, a diferencia de lo que todo el mundo cree, sí han sido bien recibidas por los espectadores del país.

Ahora se unen a Jorge Echeverri, el grave autor de Terminal, para darle forma a la caída de Mariano Concha, un terco oficinista de clase media que es, básicamente, un fanático del fútbol, y vive en una casa ajena con una esposa inconforme, un tío impaciente, una abuela sorda, una mamá resignada, una prima sumisa y un hermano sinvergüenza que más bien parece un amigo idiota. Concha sufre, supuestamente, como cualquier hincha bogotano: la esposa le hace mala cara cuando hay partido y lo censura cuando celebra; el jefe, con el que tantas veces ha comido empanaditas a las 9 de la mañana, le tiene el ojo echado, y ahora le ha apostado todos sus ahorros, toda su vida, a un partido entre Colombia y Argentina que definirá la clasificación al mundial de fútbol.

Sí, La pena máxima tiene caricaturas cariñosas, ha sido bien recibida por el público y porque, como dice su director, “hasta el aire bien empacado se vende bien”, deja en claro que se puede crear una industria del cine colombiano, pero como —en los propios términos de García y Salamanca— se trata de contar bien una historia divertida, y nada más, habría que decir que, aun cuando divierte y captura bien a ese hincha que se queja de “este país”, grita que “se le hace así la nalguita” y le dice “mami” a la esposa, a la larga confunde lo popular con lo grotesco —la escena sexual, adaptada de La gente de la universal, es un monumento a lo inútil—, está plagada de giros de 360 grados —o sea que, como el romance entre el hermano bestia y la esposa más o menos sensual, no conducen a nada— y, llena de ángulos expresivos, parece filmada por la cámara antirrobos de un almacén.

La buena noticia es que esos son problemas para la crítica. La mala es que el público se da cuenta de todo.