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LA POESIA DE LOS CONTRARIOS

La evanescencia y la añoranza, pilares de la obra de Luis Fernando Peláez.

24 de marzo de 1997

El premio Luis Caballero fue convocado por la galería Santafé de Bogotá del Planetario Distrital como una manera de promover el arte de aquellos artistas que ya no se cuentan entre los jóvenes, pero que tampoco han llegado a la posición de maestros. Entre más de 100 propuestas se escogieron las de 11 artistas cuyas obras se cuentan entre las más vitales que se realizan en Colombia. La convocatoria se inicia con una exposición del antioqueño Luis Fernando Peláez, quien inició su carrera artística en los años 70 como un pintor de atmósferas pero que en los 80 abandonó el espacio ilusorio propio de los lienzos para internarse en los espacios de la vida real. Una sensación de soledad invade al observador tan pronto se interna en sus exposiciones, y esta primera impresión es fundamental para desentrañar su contenido, el cual, partiendo de experiencias personales, se encamina hacia la universalidad y la poesía. La formación de arquitecto de Peláez influyó en su elección de una casa prototípica como símbolo en torno del cual giran sus lucubraciones. En algunas obras aparece la casa individual, evocativa del pasado, mientras que en otras se reúnen muchas casas haciendo explícito el entorno urbano. Una lluvia pertinaz representada con puntillas que parecen gotear sobre los techos impone un ambiente de humedad que se complementa con el acabado brillante que inunda sus instalaciones. En unas obras la vista es exterior a la manera de paisajes citadinos y en otras interior, situando al espectador frente a ventanas sobre cuyos vidrios nebulosos desfilan los recuerdos representados por diversos elementos cuidadosamente seleccionados, como cartas amarillentas y sombrillas desteñidas. Cierta imprecisión y evanescencia, lograda por medio de la aplicación de materiales sintéticos sobre los vidrios, acentúa el hálito sentimental que circunda sus producciones y permite establecer relaciones con movimientos que hacen parte de la historia del arte, por ejemplo con el impresionismo. El tiempo juega, pues, un papel preponderante en su trabajo y así se evidencia también en las viejas sillas encerradas entre lacas y resinas que hacen parte de la exposición y que parecen mantener congelada la vida que transcurrió a su alrededor. Unas maletas cerradas anuncian partidas inminentes, despedidas dolorosas, en tanto que imágenes de puertos adheridas a algunas de las casas sugieren un peregrinar constante y la incógnita del porvenir. La obra de Luis Fernando Peláez involucra el ayer y el mañana, el interior y el exterior, lo individual y lo colectivo, poniendo de presente una admirable capacidad de construir metáforas visuales de validez universal.