Home

Cultura

Artículo

estreno

La verdadera batalla del rey Arturo

El rodaje de 'El rey Arturo', película muy publicitada, fue un pulso entre director y productores que tuvo como resultado final otra historia.

15 de agosto de 2004

La semana pasada en Leicester Square, en el corazón de Londres, se llevó a cabo el estreno de la última superproducción de Hollywood, esta vez con carácter épico: El rey Arturo. Su director Antoine Fuqua, conocido en Colombia por la película Training day (Días de entrenamiento), habló con SEMANA y no ocultó la serie de problemas que se presentaron durante el rodaje y que lo llevaron a terminar una película muy diferente a la que se había planteado al principio. Los intereses económicos, la guerra en Irak y la obsesión de los productores por los finales felices como fórmula para asegurar una buena taquilla -entre ellos Jerry Bruckheimer (Piratas del Caribe y Black Hawk down)- alteraron el proceso inicial que Fuqua inició con David Franzoni, el guionista, conocido por historias épicas como Gladiador.

Fuqua, sin embargo, no quiere restarle mérito a una producción que para él recoge la esencia de un hombre que sí existió y considerado por muchos un brumoso personaje de la leyenda y la ficción. La historia se desarrolla en el momento en que los romanos se disponen a salir de Bretaña. Arturo y los caballeros de la mesa redonda -Lancelot, Galahad, Bors, Tristán y Gawain- reciben la orden de rescatar a un noble y su familia que están detrás de las líneas enemigas. Arturo -mitad romano, mitad bretón- se encuentra en una encrucijada después de conocer a la bella Ginebra, quien lo incentiva a luchar en contra de los invasores sajones. Arturo quiere volver a Roma, pero tampoco quiere que Bretaña quede sin un líder.

Para Fuqua la necesidad de Disney de aumentar sus ganancias se hizo muy evidente con esta película, y esa presión lo llevó a cambiar buena parte del argumento en la mitad de la producción. Se le exigió hacer un filme para mayores de 12 años y no solamente para un público superior a los 18 cuando el rodaje ya estaba muy avanzado. "Cuando tú eres un director y te exigen eso en la mitad del camino, lo que empieza es una especie de tortura, porque ya hay un tono, un diseño y sientes que es tarde para dar marcha atrás. No me molesta que se haya decidido que la película vaya a una audiencia más joven, pero sí me incomodó mucho el momento de la decisión".

Queda la sensación de que la película hubiera sido mejor si se hubiese seguido la idea original. Fuqua opina al respecto: "Pienso igual. Yo sé que no debería decirlo porque al público lo que le importa es lo que va a ver. Pero ya sabes, los dioses de Hollywood toman este tipo de decisiones, son los que tienen el control". Fuqua también admite que la guerra de Irak lo llevó a eliminar muchas escenas violentas por la susceptibilidad en la que se encuentra el mundo. "Si no me preocupara nadie más en el mundo y sólo yo pudiera decir lo que pienso, mostraría la guerra tal cual es, porque toda guerra es cruel, fea, dolorosa. Ahora y en la época del rey Arturo".

Otra piedra en el zapato han sido los test de audiencia. Allí siempre tienen más acogida los finales felices, y en la versión original todo termina con el funeral de los caballeros. Fuqua dice que era lo único en que no cedería. "La idea para mí fue terminar con el funeral. No hay un final feliz. Es obvio que al final de la violencia siempre hay un funeral sea donde sea".

La película tuvo un costo de 150 millones de dólares, ha tenido un gran despliegue publicitario, pero en su primer fin de semana las ganancias no fueron muy significativas: 15 millones de dólares. Sin embargo, los productores dan por hecho que su inversión se triplicará. Fuqua tal vez siga siendo respetado como un talentoso director. Pero también lo verán como un hombre nada astuto para los negocios y que por poco pierde las riendas de su propia película.