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La Virgen desde adentro

Tres intelectuales de Medellín hablan sobre ‘La Virgen de los sicarios’, la polémica película que se estrenó el viernes en el país.

25 de diciembre de 2000

Mucho se habló de la película La Virgen de los sicarios, basada en la novela del mismo nombre, del escritor Fernando Vallejo, un narrador paisa radicado en México y que en más de una ocasión ha hecho declaraciones muy controvertidas acerca de Colombia. Finalmente la cinta ha llegado al país cargada de polémicas, críticas y elogios por parte de la prensa internacional. Se ha dicho que altera la imagen de Medellín y exagera la violencia que padece la capital de la montaña. SEMANA reunió a tres intelectuales antioqueños para que, desde la perspectiva de la ciudad presuntamente afectada por el filme, la analizaran y expusieran sus puntos de vista. Ellos son Orlando Mora, abogado y crítico de cine en El Colombiano; Fabián Sanabria, antropólogo de la Universidad Nacional, doctor en sociología de la Sorbona y profesor asociado de la Universidad Nacional, y José Gabriel Baena, periodista, escritor y crítico de cine.

Orlando Mora: Es una película de gran sobriedad. Trata el tema universal del regreso. Al final de un regreso siempre hay un desastre. Es una película sobre el tiempo y el proceso de llegar. El llega a morir, y encuentra que la muerte tiene un escenario diferente, otro decorado y otra metafísica. Es una mirada inocente de querer ser feliz a pesar de que todo ha cambiado.

Fabián Sanabria: La película enseña que la muerte no es la muerte física. La muerte es el olvido. El primer latido de nuestro corazón es el primer campanazo de nuestro réquiem. Es la búsqueda del tiempo perdido, un volver sorprendiéndose con la memoria. La película habla de una experiencia existencial. Sería una lástima que no pueda verse con inocencia. Los prejuicios morales no permiten verla en su justa medida. El sentido del tiempo, de la finalidad, de que somos perecederos, aparece a lo largo de toda la película. La muerte del perro es terrible. Ver cómo hemos perdido la sensibilidad frente a la muerte humana. Pero también hay una gran paradoja: ante tanta muerte hay también una gran vitalidad. Una vitalidad desesperada. Esto es Vallejo y creo que Schroeder lo captó muy bien.

José Gabriel Baena: Me parece una película artificiosa, mentirosa, llena de baches. La gente de Medellín no habla como hablan en la película. Las cosas que suceden no parecen afectar a los protagonistas. El tipo pasa por sobre los cadáveres como si nada. Hay una falsedad maluca en la película.

O.M.: No veamos la película como Medellín porque me da mucho miedo que quede estigmatizado. No estamos leyendo la ciudad. Medellín es tan o más violento que eso. Pero lo más importante es que un señor vuelve, como decía Barba Jacob: “Es esta la casa que fue de Ricardo...”. Uno siempre sabe que esos últimos restos de infancia son la última forma de apegarse a la vida. Pero son mentirosos. Es encontrar ese hombre que cree que va a morir y encuentra ese otro sentido de la muerte.

F.S.: Yo comparto plenamente eso, la película no es solamente sobre Medellín. Es un símbolo que resume un sentido universal. El personaje quiere recobrar su pertenencia. La Virgen es una intercesora, es la madre que recibe las confesiones. No se puede leer literalmente cuando le piden que el tiro no le falle. A la Virgen se le pueden pedir cosas que a otro ser no se le pueden pedir. Los escapularios de Alexis, los tatuajes, son elementos eróticos pero también son protección. Sería muy interesante saber qué piensa una persona de Indonesia o de Berlín. Quedaría seducido e identificado porque la película le dice algo. Y eso es lo bello.

O.M.: La muerte ya no es el final de los días naturales. Se encuentra esa violencia donde los niños a los 14 años ya tiene 13 muertos y se tienen que morir. Los sueños les fallaron. Su infancia es su único paraíso. La ciudad es tan dura como está la película pero tan bella como no está en la película. Hay que verla con clave existencial, no moral. En el niño pequeño que dice que vengará la muerte de su hermano encuentro un sentido de la lógica de la muerte que prevalece. Cuando yo vi esto como medellinense, como ser humano, se me salieron las lágrimas.

F.S.: La película es una construcción sobre la realidad. No la realidad. Los tratamientos son artificiales. Pero esa construcción nos dice mucho sobre el Medellín que la gente esconde. Hay una belleza desesperada. Medellín es una belleza de la descomposición. Veo los olores de la cafetería Versalles, de la calle Junín, los olores del pegante.

J.G.B.: Pero trata la ciudad de manera fragmentada, hay un falseamiento. Vallejo va diciendo cosas sobre la ciudad que nos confirman cosas sobre él. Es un personaje que va dando definiciones todo el tiempo. Para mí es una película pésima. Después de las miserables películas que ha hecho Víctor Gaviria sobre nuestra ciudad uno pensaría que no podría llegarse más bajo. Pero Barbet ha añadido su listón. En La Virgen de los sicarios no hay un solo fotograma que conmueva. Ningún arte. Medellín, como locación, sólo es un dato.



Humor y rabia

O.M.: Este país es en cierta forma esperpéntico. Eso está en el humor de Fernando y la película logra vincularlo. Uno no mata al presidente pero mata la imagen de la televisión. Es el reflejo de la rabia contra la sociedad.

F.S.: Hay rabia, pero además hay una profunda ironía y hay una ironía del humor. No hay un sentido del chiste sino del humor.

O.M.: El humor es muy duro y muy distanciado. Pasan cosas de las que uno se puede reír pero la película no tiene sentido del humor. Uno ve esos tipos que caminan por entre cadáveres, usted puede reír pero esto no es una comedia.

F.S.: El humor es trágico. O si no mire qué hay detrás de Chaplin y otros humoristas. Son sumamente trágicos.

J.G.B.: A mí me parece que en la película hay humor. Pero un muy mal humor. Schroeder quiso ponerle a todas esas tristezas un poquito de humor que le resultó tan falso como los diálogos. Y tan falsos como los diálogos son los actores, plagados de ese naturalismo a la italiana que pretende el denominado cine verdad. La Virgen de los sicarios difícilmente llega a ser una mala historieta de pistoleros, un comic latino soso y mal dibujado.

O.M.: La película es un proyecto que artísticamente no admite discusión, admite valoración. Detrás de esta película hay un artista.

F.S.: La película es un símbolo que, al sintonizar una singularidad dramática, se torna universal. Yo invito a los colombianos para que vean la película tranquilos. Que lloren, rían y se la gocen.

J.G.B.: La película es mediocre en su guión, en sus diálogos y en su dirección. Si Schroeder quiso hacer intencionalmente un cine pobre por aquello del bajo presupuesto lo logró con todos los honores. La pobreza de espíritu que aquí campea será difícilmente igualada en otra producción. Pero desprendámonos de esa esperanza: Gaviria ya va a rodar otra película de narcos situada en Medellín. Que la Virgen los perdone.