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Ricardo Gómez Garzón | Foto: www.musiconomia.com

ENTREVISTA

“Las empresas deberían aprender a improvisar como lo hacen los músicos del jazz”

Ricardo Gómez Garzón, autor del libro Musiconomía, que trata sobre cómo gestionar el talento humano a través de la música, asegura que si todos los equipos de trabajo aprendieran a improvisar como lo hacen los músicos de jazz, las empresas se ahorrarían muchísimo dinero en la toma de decisiones.

16 de septiembre de 2019

SEMANA: Las empresas viven de planear y usted sale con que lo mejor es improvisar. ¿Cómo así que a las empresas que improvisan les va mejor?

Ricardo Gómez Garzón (R.G.G.): Yo no estoy diciendo que improvisen sino que se preparen para improvisar como lo hacen los músicos del jazz. Improvisar no es hacer lo primero que se le viene a uno a la mente.

SEMANA: ¿Entonces qué es improvisar?

 R.G.G.: Reaccionar adecuadamente a los cambios del entorno. Improvisar es adaptarse rápidamente a lo que el medio propone.

SEMANA: ¿Cómo se preparan los músicos de jazz para improvisar?

R.G.G.: Para poder improvisar, los músicos de jazz deben conocer muy bien la técnica, es decir, el manejo del instrumento, y las estructuras musicales sobre las que van a trabajar. Son disciplinados, practican constantemente, y no le tienen miedo a practicar con otros músicos; reaccionan positivamente a los estímulos que le proponen los otros músicos; es decir que la reacción siempre es constructiva para que no se interrumpa el flujo. Y desarrollan la habilidad de escuchar para proponer, no para bloquear.

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SEMANA: ¿Y eso en el campo empresarial cómo se traduce?

R.G.G.: En el campo empresarial, un líder preparado para improvisar conoce la técnica, es decir su profesión. Y lo que sabe lo pone en práctica. Conoce las estructuras sobre las que trabaja; es decir, conoce muy bien la empresa o conoce muy bien el negocio. Un líder que conoce muy bien el negocio, por ejemplo, puede reaccionar asertivamente al cambio a pesar de no tener tanta técnica, puede leer rápidamente el talento de las personas que lo acompañan y empoderarlas. Al empoderarlas, se puede enfocar más en la estrategia que en la táctica.

SEMANA: ¿Dónde se ve reflejada la improvisación en la empresa?

R.G.G.: En la toma de decisiones y en la agilidad para reaccionar rápidamente a los cambios del entorno. Un jazzista se acomoda muy fácil porque está entrenado para ello.

SEMANA: ¿Cómo?

R.G.G.: Propone soluciones de valor a partir de los recursos que tiene. Eso es improvisación. Cuando digo “de valor” es que funcionen. En el jazz, es la creacción constante y colectiva con el fin de mantener el flujo. Por eso son tan extensas las improvisaciones. Lo que busca el jazz es mantener al equipo en flujo. El empresario no siempre busca mantener fluyendo a su equipo, sino conservar una estructura rígida, casi siempre jerárquica, vertical, que no permite el flujo.

SEMANA: ¿Significa que habría que eliminar los jefes? Porque en una banda de jazz parece que no hubiera jefes.

R.G.G.: Precisamente: parece que no los hubiera, pero los hay. El secreto es empoderar muy bien al equipo para que cada quien sepa qué hacer cuando le toca el turno sin tener que pedir permiso. Como sucede en el jazz. Por otra parte, siempre hay un líder de la banda que es el que le da la sonoridad al grupo: decide a qué quieren sonar. Y también mantiene la disciplina y se encarga de la gestión jarta de citar a ensayo, etcétera. En el escenario, sin embargo, la figura del líder no se ve porque la estructura está dispuesta para que todos aporten lo que creen que deben aportar. No es un tema de democracia, no es consultar a todos, sino que todo el mundo se va adaptando y la construcción es colectiva. No hay otra manera de hacer jazz.

SEMANA: Se necesita mucha confianza, ¿no?

R.G.G.: Confianza y seguridad. Eso es lo que desarrolla un líder cuando empodera. La tercera es la destreza, que es consecuencia de la práctica constante.

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SEMANA: ¿Pero improvisar no aumenta el riesgo de equivocarse?

R.G.G.: Para el jazzista no existe el error. El error es una oportunidad. El jazzista siempre busca la manera de construir una historia nueva a partir de ese error. Ahora: estamos hablando de cómo lo hacen ellos en el escenario. Un músico de jazz, como la mayoría de los músicos, por lo menos los que yo conozco, son difíciles y hasta torpes en sus relaciones. Son irascibles, tercos, tímidos, se toman las cosas personalmente, son egocéntricos, retraidos. Pero cuando se trata de hacer jazz, se les olvida. Entran en un trance que les permite fluir independientemente de su personalidad y de la personalidad de los demás. Así debería pasar en un empresa. Por eso insisto en que las empresas deberían aprenderle más al jazz.

SEMANA: Sin embargo, a las empresas y a los seres humanos en general se nos enseña que no hay que improvisar. ¿Cómo se resuelve esta paradoja?

R.G.G.: No hay paradoja porque es mentira eso de que no hay que improvisar. Es imposible no improvisar. Desde que nos levantamos, los humanos estamos constantemente improvisando, armando conversaciones en la esquina, en el ascensor, en la oficina. Nuestros diálogos y nuestras reacciones frente a la cotidianidad son una improvisación permanente: cómo voy a responderle a la tendera si me habla; cómo voy a saludar al jefe; cómo intentaré que no me aniquilen en el comité de gerencia. Improvisamos porque no podemos leer un libreto. Solo si estamos entrenados para improvisar, podemos sacarle jugo a lo que nos sucede. Eso es, justamente, lo que hacen los músicos de jazz en el escenario. Y también los buenos actores. Uno puede entrenarse en improvisación para fluir con el entorno y proponer soluciones creativas, distintas, a lo que nos pasa. Es la diferencia entre estar vivo y ser un autómata.