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Las pifias de los críticos

Los críticos dicen saber mucho: interpretan, analizan y escriben pero no siempre tienen la razón y se equivocan con frecuencia. Los criticados aprovechan esos errores para burlarse de ellos.

11 de marzo de 2002

Cuando alguien viene y me pregunta ¿Cuál es el significado de su película, señor Fellini?, inmediatamente reconozco en él a un destructor de películas. Jamás llego a analizar lo que hago como lo analizan ellos.

Los destructores de filmes no son capaces de aceptar la magia del cine sin someterla a una disección intelectual. Es una biopsia que amenaza con llegar a ser una autopsia”, comentó alguna vez el director italiano Federico Fellini sobre los críticos de cine.

“Podría comprender que tuvieran deseo de saber cómo se realizan los trucos, pero lo que quieren saber es lo que estaba pensando el mago en el momento de realizar el truco y por qué lo hizo. Es muy probable que el buen hombre se esté sólo preguntando si va a tener otro contrato, o si los conejos que han de estar bajo el falso fondo siguen allí, o si podrá llegar a seducir a aquella rubia metidita en carnes de la tercera fila que lleva sonriéndole mucho rato”, dijo.

El fue una de las víctimas de todos los análisis en torno a sus películas. Los críticos dieron miles de interpretaciones a su obra. Como cuando se estrenó 8 1/2, y alguien le preguntó que si 8 1/2 era la edad en la que tuvo su primera experiencia sexual y él dijo que sí por salir del paso, dando pie a muchas tesis.

Pero si el cine ha estado expuesto a que los críticos hagan disertaciones, el arte, el teatro, la literatura y la música no están menos exentos de ello. Lo más curioso, según varios artistas consultados por SEMANA, es que los lectores muchas veces caen en su juego y asumen que lo dicho por el crítico es totalmente cierto sin que nadie pueda cuestionarlo.

En su afán por descifrar lo que ven muchas veces han cometido errores en sus interpretaciones. Alguna vez el pianista Cortot interpretó en París el concierto Emperador, de Beethoven, cometiendo algunas fallas que él reconocería después. Pero así no lo vio el crítico musical de Le Figaro, Bernard Gavotti, quien escribió: “(...) un magnífico concierto, aunque en la cadencia hemos oído un poco de todo: algunas improvisaciones del maestro, y algunas notas de la Marsellesa.”

Su lenguaje un tanto complejo y sus profundos análisis no sólo han pecado en algunas ocasiones de falsos sino también de ingenuos. Y esa serie de artículos y comentarios también se han convertido en motivo de mofa de artistas, actores y músicos. De allí que Ardis Sillick y Michael McCormick recopilaran centenares de críticas publicadas en medios de comunicación norteamericanos en uno de los libros más vendidos en Estados Unidos: The critics were wrong ('Los críticos estaban equivocados'). “Es un libro acerca de unas personas que dicen cosas muy tontas y que son lo suficientemente amables como para publicarlas, dejándonos así la posibilidad de saborearlas una y otra vez”, se advierte en el prólogo.

Para el maestro Juan Antonio Roda no hay que ser tan drásticos con ellos, “finalmente, cualquier espectador puede tener una percepción sobre el arte así no sea la misma que el artista quiso dar. Pero no creo que en ningún momento haya mala fe en lo que hacen”. Otros tampoco se molestan pero sí se suelen sorprender con las críticas. Como le sucedió al escritor colombiano Hugo Chaparro cuando el norteamericano Raymond Williams afirmó que su novela “era posmodernista”. Chaparro confiesa ahora: “Yo ni siquiera he podido entender qué es el posmodernismo”.

Lo cierto es que muchos no entienden a los críticos, otros optan por obviarlos y otros los toman muy en serio. Equivocados o no, miles de lectores en el mundo están pendientes de lo que ellos digan. Aunque Fellini, para evitar esas confusiones, siempre sugirió a los críticos que todo se podía resumir en una frase: “Nunca he visto nada igual”. SEMANA presenta algunos ejemplos de erróneas y hasta cómicas interpretaciones que los críticos han hecho