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Las tablas de la ley

A lo largo de la historia del cine los manifiestos han rechazado los planteamientos propios de cada época. ‘Dogma 95’ es el más reciente y una de sus películas se exhibe en Colombia.

7 de febrero de 2000

Juro que como director me abstendré de todo gusto personal. Ya no soy un artista. Juro que me abstendré de crear una ‘obra’ porque considero que el instante es mucho más importante que la totalidad... Juro hacer esto por todos los medios posibles y al precio del buen gusto y de todo tipo de consideraciones estéticas”. Bajo este voto de castidad cuatro realizadores daneses firmaron el 13 de marzo de 1995 el ‘Dogma 95’, un nuevo manifiesto que busca la renovación de los actuales planteamientos del cine. Esta nueva tabla de la ley la componen 10 mandamientos que los firmantes deben cumplir en sus producciones (ver recuadro). En Colombia ya se habla del ‘Dogma 95’, no sólo porque uno de los que está sujeto a él es Lars Von Trier, conocido por películas como Contra viento y marea (ganadora del Festival de Cannes en 1996) y Europa, sino también por la cinta Celebración, de Thomas Vinterberg (que en 1998 ganó el premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes) que hoy se exhibe en cartelera. Basado en que “la vida interior de los personajes debe justificar el argumento” y en su rechazo al cine de autor, al maquillaje, a la ilusión y a los trucos, el dogma ha alcanzado reconocimiento mundial a pesar de que no toda la crítica elogia sus postulados. “Los únicos manifiestos realmente renovadores se consolidaron en los años 20. El resto es una repetición”, comentó en Le Monde, en julio pasado, el crítico francés Michel Hinault. Un siglo de proclamas A través de la historia se han promulgado este tipo de documentos, que coinciden en reaccionar contra el cine propio de cada época. Según Joaquín Romaguera, en Textos y manifiestos del cine, el período entre 1910 y 1930 fue el de mayores debates sobre la estética del cine. Riccioto Canudo, considerado el primer crítico y a quien se atribuye el término ‘séptimo arte’, firmó en 1911 el ‘Manifiesto de las siete artes’, en el que ya cuestionaba a Hollywood: “Si bien muchos nefastos tenderos se han querido apropiar el término de ‘séptimo arte’, que da prestigio a la industria y a su comercio, no han aceptado la responsabilidad impuesta por la palabra arte”. En 1916 en la revista L’Italia Futurista se dio a conocer La cinematografía futurista, firmada por Marinetti, Corra, Settimelli, Ginna. Su lema, “El universo será nuestro vocabulario”, buscaba crear, entre otras cosas, analogías que suplieran gestos humanos por manifestaciones de la naturaleza. Dieciocho años después el texto fue reformado y publicado con 24 puntos a tener en cuenta, como el manejo de sombras en cintas de blanco y negro y otros como “manipular y administrar el tiempo con contundentes efectos dramáticos de años y siglos elásticos del pasado al futuro”. El ruso Dziga Vertov fue el promotor del ‘cine-ojo’ y del ‘cine-verdad’. Allí se proclamaba: “El cine-ojo es la explicación del mundo visible, aunque sea invisible para el ojo desnudo del hombre...”. Pero también son conocidos otros manifiestos, como el de ‘El excentricismo’ de 1922, ‘La teoría del montaje’ de Eisenstein en 1928, ‘La Caméra Stylo’ de Astruc en 1948, en el cual se compara el cine con un lápiz. ‘El manifiesto colectivo de Oberhausen’ en los 60, así como la conformación de movimientos como la ‘Nouvelle Vague francesa’ o el ‘Neorrealismo italiano’. El ‘Dogma 95’ es el más reciente ejemplo de estos impulsos renovadores. “Es una alternativa para un momento mental del cine, y van en contravía del perfeccionismo técnico”, dice el crítico Hugo Chaparro. A ello se suma la opinión de Enrique Pulecio: “Los manifiestos pueden tener desventajas porque limitan el trabajo de directores, quienes, tal vez, se vean tentados a dar la espalda a lo que plantearon”. Fue así como el propio Vinterberg reveló sus pecados luego del rodaje de Celebración: “Confieso que tuve que hacer una toma con un trapo negro tapando la ventana. Esto no es sólo añadir un objeto, sino que debe ser considerado como un tipo de disposición de luces en el decorado”. Aunque para muchos parece absurdo llegar a estos extremos sus promotores han asumido dicha tarea con tal seriedad que sus mandamientos ya han influido en otros directores del mundo. El tiempo dirá qué tan revolucionario es el dogma que hoy ofrece una muestra de su trabajo en Colombia.