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¿Libre albedrío o determinismo? En esta paradoja dialogan las dos corrientes filosóficas contrapuestas y nos plantea la necesidad de seguir pensando esta dicotomía histórica.
¿Libre albedrío o determinismo? En esta paradoja dialogan las dos corrientes filosóficas contrapuestas y nos plantea la necesidad de seguir pensando esta dicotomía histórica. | Foto: Shutterstock / ISSAH_RUS

Filosofía

Libre albedrío o determinismo: ¿Hacia un alto el fuego?

En esta paradoja dialogan dos corrientes filosóficas contrapuestas y nos plantea la necesidad de reflexionar esta dicotomía histórica como un movimiento de colaboración y menos como una hegemonía de uno sobre otro.

Agustín Joel Fernandes Cabal*
2 de junio de 2021

Es importante aclarar que este artículo está pensado y escrito por una persona que se considera liberal clásico. Esta doctrina filosófica que empodera al individuo sobre los grupos colectivos está en fuerte discusión debido a las consecuencias de la pandemia de la COVID-19, que nos ha obligado a ceder nuestras libertades económicas, políticas y sociales para que el mayor colectivo reconocido a nivel mundial, el Estado, tome decisiones sobre nuestra vida.

Sin embargo esto no va de eso. Quisiera proponer un alto el fuego entre las corrientes de pensamiento deterministas y del libre albedrío para que pensemos en cómo llegar a un puerto en conjunto. Sin lugar a dudas creo que las posibilidades son muy altas.

Si tenemos que resumir estas dos corrientes, podríamos afirmar que el libre albedrío defiende la libertad de elección que tiene el individuo para decidir sobre su vida y su futuro. Por otro lado, el determinismo propone que toda acción humana está determinada de antemano; en otras palabras, seríamos un libro escrito al que interpretamos a la perfección. A mi juicio, ambas tesis aplicadas en su esencia más pura están equivocadas, y proseguiré a dar mis argumentos al respecto con la ayuda de Strawson, Heidegger, Sartre y Heráclito.

Sobre la gratitud y el resentimiento

Imaginemos que un día llegamos a una cita con un amigo y este nos trae un regalo sin ocasión alguna. Lo que sentiremos en ese instante es una enorme gratitud por el gesto que el otro ha tenido hacia nosotros. Por otro lado, otro amigo nos pide dinero prestado pero luego de varias semanas esta persona no nos devuelve el dinero pedido. En este caso, lo que sentiremos será enojo y resentimiento.

Tanto la gratitud como el resentimiento se generan automáticamente al percibir una actitud distinta a la que uno esperaba y este factor sorpresa está basado en la libertad que tiene la otra persona en darnos un regalo inesperado o que no nos devuelvan dinero prestado. Según explica Peter Strawson en su libro “Libertad y resentimiento”, en el caso de que estas acciones estén preestablecidas, ninguna de las dos emociones aparecerían, ya que estaríamos en conocimiento de la acción ajena.

En otro sentido, el autor de “Libertad y Resentimiento” indaga en la filosofía moral y desarrolla la idea de que, si el determinismo reinara, la punición penal no tendría sentido alguno, dado que las personas no tendrían libertad de elección y acción y, al no haber libertad de acción, no habría acción intencional y esto llevaría a una eliminación del concepto del bien y del mal (factores fundamentales de la teoría jurídica y punitiva). Sin libertad de elección no habría moral ni ética.

Pese a dar argumentos en favor de la libertad de acción, entiendo que la libertad total del individuo es imposible. Siempre estuvimos, estamos y estaremos condicionados y determinados por algo que limite nuestra libertad. En su obra “Ser y Tiempo”, Martin Heidegger explica que el ser humano es un ser que está lanzado a un mundo de posibilidades, cuyo concepto está resumido en la palabra Dasein y que traducida al español sería el “ser-ahí”.

Sin embargo, a la hora de manifestarse, el ser lo hace en determinados tiempos y formas. En el momento del nacimiento, y, por qué no, de la concepción, ya estamos determinados por nuestra familia, el sexo que tenemos al nacer, la cultura y el país en el que nos toca nacer.

Como manifiesta el filósofo existencialista francés Jean-Paul Sartre, “uno es lo que hace de lo que hicieron con uno”, por lo que, además, uno se encuentra determinado y limitado por su historia y su pasado.

Esas limitaciones con las que nacemos y con las que nos topamos en las diferentes etapas de nuestra vida hacen que tomemos decisiones racionales y emocionales según el contexto que tengamos.

En su metáfora “nadie puede bañarse dos veces en el mismo río”, Heráclito resume la idea de que el paso del tiempo nos va moldeando y haciendo personas diferentes; las experiencias que vivimos hacen que veamos la vida de una forma diferente y por eso nos arrepentimos de las decisiones que tomamos. Aunque quisiéramos y pongamos toda la voluntad que nos salga de nuestro cuerpo, siempre seremos una persona diferente año a año, mes a mes, día a día y minuto a minuto.

¿Y los que no tienen capacidad de elegir?

Entonces, si no hay libre albedrío, y el determinismo es imposible, ¿cómo se organizan las decisiones que tomamos? Propongo que pensemos en un híbrido y que lo ilustremos con una esfera grande con una más pequeña en el interior.

La esfera externa son las decisiones que el destino, para los ateos, o Dios, para los creyentes, toman por nosotros. Aquí caben el sexo, la nacionalidad, la lengua materna, situación económica heredada, la orientación sexual, la identidad, los gustos, etc. Y en la esfera interna está el margen de decisiones libres que tenemos: estudiar o no, trabajar o no, matar a alguien o no, tomar agua o gaseosa, salir con amigos o quedarse en casa viendo Netflix, etc.

No escapo de la idea de que hay millones de personas en el mundo que no tienen la posibilidad de estudiar o trabajar a causa de pobreza y guerras, pero lo que trato de mostrar es el poder de decisiones individuales que tenemos dentro de un contexto determinado e inmodificable. Uno puede elegir matar a alguien o no, pero uno no puede elegir nacer o no nacer, o elegir dónde nacer o de qué sexo nacer.

Otra arista muy interesante de analizar es la paradoja por la que atraviesan las mujeres y los hombres transgénero, en los que su identidad sexual no coincide con los órganos reproductivos a los que se les fue asignados al nacer. Esto nos plantea la existencia de un mundo imperfecto y esta imperfección nos direcciona a una palabra clave: el error. Este concepto es una de las caras de la libertad, ya que sin libertad no habría una mala decisión porque no habría decisión.

En esta paradoja dialogan las dos corrientes filosóficas contrapuestas y nos plantea la necesidad de seguir pensando esta dicotomía histórica como un movimiento de colaboración y menos como una hegemonía de uno sobre otro.

*Investigador predoctoral en Filosofía, Universidad de Santiago de Compostela.

**This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.