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LIBRICIDIO PASTRANISTA

Al gravar la producción del libro, el gobierno liquidaría la industria editorial.

MARIA MERCEDES CARRANZA
12 de octubre de 1998

Hubo contento, pero duró poco. En la lista de productos que el Ministro de Hacienda propone gravar con el IVA no figura el libro: de ahí el contento. Pero luego, la señora de la Dian demostró que se trata de una treta, pues se gravará con impuestos a la renta y complementarios a las empresas editoras de libros y se cobrará el IVA a los insumos que se utilizan para producir el libro: papel, cartón, tinta, pegantes. O sea: no habrá un IVA para el libro, sino como 10.
Con esas medidas el gobierno eliminaría de un plumazo la bonanza editorial del país, producto de un esfuerzo que inició personalmente en su gobierno Belisario Betancur y que culminó, 10 años después, con la promulgación de la ley 98 de 1993, conocida coloquialmente como 'ley del libro' y 'ley Belisario'. Ésta establece una política integral de estímulos tanto a la oferta (editoriales) como a la demanda (red de bibliotecas, incentivos a la lectura...).
Tal política estimuló la producción editorial, cuya industria despegó con éxito: empresas de la envergadura de Prentice-Hall, Oxford University Press, Planeta, Santillana y McGraw Hill, entre varias más, vinieron a editar y a imprimir en Colombia y el país pasó de ser importador y distribuidor a exportar a Centroamérica y América del Sur. Incluso ha ocurrido que editoriales de países con industria propia, como Argentina, se pasen a trabajar aquí: ese es el caso de las editoriales Eliasta y Médica Panamericana, por ejemplo.
Tal ha sido el éxito y la eficiencia de la ley que varios países de la región la han copiado. Y aquí está el detalle: si en Colombia el gobierno elimina ahora los estímulos para la producción del libro, los editores extranjeros se irán a trabajar a esos países que copiaron nuestra política. Por ejemplo, a Venezuela, uno de los países que adoptó calcada en 1997 nuestra ley.
Pero además ¿puede un gobierno pasarse por la faja compromisos, como los que establece la ley del libro, de estímulos por 20 años a la industria del ramo, cancelándolos cinco años después? ¿Dónde queda la tan cacareada imagen en el exterior? Pues no es de poca monta que una empresa internacional tome la decisión de radicarse en el país y establecer una organización, para que al poco tiempo le cambien las reglas de juego de buenas a primeras.
Hasta aquí he hablado sólo de industria editorial y no de lo que significa para la educación y la cultura de un país el hecho de que el libro circule en abundancia y a precios razonables, para no referirse al beneficio que representa para los escritores locales el acceso fácil a las grandes editoriales. Pero esto ¿importa en Colombia?