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LLOVER SOBRE MOJADO

Alberto Saldarriaga, un arquitecto experto en urbanismo, echa una mirada crítica a la Bienal de Arquitectura.

28 de noviembre de 1988

En Colombia existe una predilección muy especial por los eventos competitivos. Anualmente se efectúa un número considerable de reinados, campeonatos, torneos, etc.
El fin del presente año reúne tres de esos eventos, bastante importantes por cierto a escala nacional: el Salón Nacional de Arte, la Bienal Colombiana de Arquitectura y el Reinado Nacional de la Belleza. El Salón Nacional es el más antiguo de los tres, se celebró por primera vez en 1940. El Reinado de Belleza le sigue en antiguedad, se inició en 1947. La Bienal de Arquitectura es más joven, apenas se inició en 1962. A pesar de sus diferencias aparentes, estos eventos comparten más de una semejanza puesto que seleccionan lo más representativo del país en sus respectivos campos, otorgan un premio y varias menciones y se basan en criterios igualmente tenues y subjetivos.

La Bienal Colombiana de Arquitectura se ha celebrado once veces en los veintiséis años transcurridos desde su primera convocatoria. Sólo en nueve ocasiones se ha otorgado el Premio Nacional de Arquitectura, en las dos restantes se declaró desierto y sólo se adjudicaron menciones honoríficas. La lista de premios nacionales incluye los edificios de Ecopetrol, Bavaria, el Musco del Oro, el Colegio Cafam, Residencias el Parque y la residencia particular de (Guillermo Bermúdez en Bogotá, el Centro Comercial Almacentro en Medellín, la Casa de Huéspedes llustres de Cartagena y el Museo Quimbaya de Armenia, este último galardonado en la presente bienal. Las menciones son variadas y señalan en forma indiscriminada, trabajos profesionales y de estudiantes (categoría esta ya desaparecida de la bienal), trabajos de investigación y obras "distintas": restauraciones, trabajos de urbanismo y diseño urbano, publicaciones, etc. Sólo en una ocasión, en 1983, se distinguieron claramente cuatro categorías de trabajos: Desarrollo Urbano y Regional, Tecnología, Diseño e Investigación y Docencia y en cada una de ellas un jurado diferente otorgó un premio. Este rasgo particular de claridad en la selección y calificación de trabajos desapareció rápidamente del evento, que actualmente otorga un solo premio a una obra escogida entre una amplia variedad de opciones. Por ejemplo, en la presente bienal compitieron 49 trabajos separados en cuatro categorías: Diseño Urbano (7 trabajos que inexplicablemente incluyen 3 centros comerciales), Diseño Arquitectónico (24 trabajos), Restauración (f4 trabajos) e Investigación (4 trabajos). La disparidad de las categorías y de la participación en cada una de ellas no es necesariamente representativa de la actividad profesional, señala una fuerte inclinación por el diseño arquitectónico y una representación mínima de la investigación, la que se juzga ocasionalmente sólo por la calidad editorial de las publicaciones que la recogen.

Anualmente existen grandes discusiones en torno al Salón Nacional de Arte, que se evidencian en las agrias polémicas de prensa, en la manifestación de inconformidad de los artistas rechazados y en otras muestras de descontento. La Bienal de Arquitectura no provoca ninguna polémica.
La convocatoria del evento, la selección y la premiación han carecido tradicionalmente de criterios, al punto en que esa falla se ha vuelto de por sí un criterio. Algunos jurados de premiacion en cada bienal se quejan usual y públicamente de una mala calidad en la mayoría de los trabajos incluidos y culpan de ello al jurado de selección, el cual finalmente no ha dejado muy claro por qué los escogió.
Los premios son recibidos con indiferencia o, en el mejor de los casos, con la resignación de lo inevitable. Y nunca se sabe si fue la forma o el contenido de los proyectos lo que permitió premiarlos, puesto que el jurado se basa para su fallo en fotografías y planos y no incluye la necesidad de reconocer un proyecto en su realidad, ignora sus problemas y desconoce si realmente ha aportado o no algo a la arquitectura nacional. La representatividad nacional de las obras galardonadas en la Bienal de Arquitectura es significativamente dudosa. Los premios han favorecido casi en su totalidad a obras realizadas en Bogotá o por arquitectos residentes en la capital y sólo en una ocasión han sido arquitectos antioqueños: Laureano Forero y Condiseño Ltda., ganadores de esta distinción. La centralidad del juicio no es indicativa de cambios importantes que se suceden fuera de la capital y que por una u otra razón son ignorados en el evento.

¿Para qué se hace una Bienal de Arquitectura y qué efecto puede tener sobre el ejercicio profesional? Estos son dos interrogantes que la Sociedad Colombiana de Arquitectos parece no hacerse al cabo de veintiséis años de repetir un evento que carece de bases.
No se está haciendo crítica al ejercicio profesional que se debate en una mediocridad aplastante. No se está exaltando el trabajo profesional en forma realmente consistente, analizando sus virtudes y defectos y destacandó sus aportes, que quedan limitados a una apreciación de efectos ilusorios en palabras sin significado. No se distinguen claramente categorías esenciales de escala y de carácter y se juzgan en un mismo talego desde obras de gran magnitud e impacto urbano hasta casas particulares, trabajos de restauración, libros y revistas, entre otras muchas cosas. Un ejemplo de ello es que en la presente bienal, la categoría de restauración antes curiosamente reducida, incluyó el segundo mayor volumen de trabajos realizados y merecía claramente destacarse, analizando esta contribución esencial a la conservación del patrimonio nacional.

Es, sin embargo, interesante comprobar que la Bienal de Arquitectura, a pesar de sus limitaciones, es necesaria por ser prácticamente la única ocasión que se tiene de confrontar propuestas de profesionales nacionales en diversos tipos de trabajo.
Es uno de los pocos mecanismos de análisis con que cuenta la profesión misma. Aparte de los sesgos en la selección, de los caprichos de los jurados y de las presiones ejercidas sobre sus juicios, la bienal sirve para apreciar cómo se desarrollan algunas ideas arquitectónicas en Colombia y cómo se orienta el ejercicio profesional en el transcurso del tiempo. Pero esto no parece caer todavía en la consideración de la Sociedad Colombiana de Arquitectos que se dedica, como los organizadores habituales del Reinado Nacional de la Belleza, a continuar con su misma idea. --