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MúSICA

Lo mustio que es el mundo sin María

Charly García presenta un homenaje póstumo a María Gabriela Epumer, su guitarrista, en una exploración del tango y un retrato maestro de la rabia

Juan Carlos Garay
25 de abril de 2004

En la contratapa del nuevo álbum de Charly García hay una dedicatoria desolada. Brinda el disco a la memoria de María Gabriela Epumer, su guitarrista, fallecida a mediados del año pasado. La noticia devastó a Charly porque aquella muerte fue repentina y porque en verdad, todos sabíamos, María era mucho más que su guitarrista. Era, por decir lo menos, su ángel y su enfermera.

Hace cinco años, en el cuadernillo que acompañaba su álbum Demasiado Ego, Charly incluyó una foto que hoy es imposible no volver a mirar. Es un abrazo de refugio: el cantante de mirada perdida parece a punto de colapsar, pero lo sostienen los brazos de su guitarrista. La imagen es simbólica de lo mucho que él la necesitaba y deja adivinar lo que ha sucedido después.

¿Qué ocurre cuando de pronto se nos desaparece un soporte? A Charly García el golpazo lo mandó a la cama, y desde allí empezó a escribir las canciones de Rock and Roll Yo. No en vano el primer título tentativo para este trabajo era The bed record (El disco de la cama). Sólo en un abatimiento de esos que nos obligan a adoptar la posición horizontal pueden surgir letras tan oscuras como esta: "Yo me quiero morir. No aguanto más estar aquí. Asesíname, asesíname".

Pero aquí viene lo inquietante. La letra está acompañada por una melodía tan dulce que uno se sorprende luego cantándola en la ducha. Charly ha vuelto a hacer de las suyas. El tema de la muerte ha sido de los más frecuentes en su obra desde su primera grabación, Canción para mi muerte, allá en el año 72, y casi siempre la fórmula consiste en juntar unos versos espeluznantes con una tonada hermosa. En ese contraste radica la fascinación que ejerce sobre sus oyentes.

Casi todo el disco está cantado con desespero, casi todo el tiempo Charly está mostrando lo mustio que es el mundo sin María. Pero en ningún momento cae en el lugar común de la balada triste, sino que decide rabiar al tiempo que exhibe su plena versatilidad para la composición. Hay incluso un tango fenomenal escrito por Joaquín Sabina, que le regala estos versos a manera de retrato: "Loco lindo que te comes las veredas / con tres pasos disparados al compás / tu figura de largura interminable / y un bigote de malicia trabajado a sangre y sal". Charly lo interpreta solo al piano, con un conocimiento tan cabal del lenguaje tanguero que a veces pareciera una segunda parte de la clásica Balada para un loco de Astor Piazzolla.

El tono oscuro es explorado con tanta maestría que, al final del disco, cuando García canta "Buen día, brillo de sol, te ofrezco mi sonrisa", suena más irónico que honesto. ¡No, ese no es Charly, al menos no el Charly de Rock and Roll Yo! Acaso era necesaria la fórmula de un final feliz estilo Hollywood para tranquilizar a muchos oyentes, pero la verdad es que él estaba encabronado cuando concibió este álbum. Así que lo más apropiado hubiera sido dejarle el segundo título tentativo, directo y crudo: "Asesíname".

Solo que la disquera no lo permitió para no comprometer la seguridad del artista. No sea que haya en el mundo otro loco, menos lindo y sin bigote, que piense que se trata de una invitación abierta.