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LO QUE NO PINTO VELASQUEZ

El capitán Alatriste se traslada del Madrid pendenciero a los campos de Flandes.

9 de agosto de 1999

Arturo Perez-Reverte
EL SOL DE BREDA
Alfaguara, 1999
254 páginas.
$28.000
El sol de Breda es la tercera novela de la serie sobre las aventuras del capitán Diego Alatriste y Tenorio,
contada por su 'mochilero' y testigo directo de los hechos, Oñigo Balboa, de apenas 14 años, amigo de
Quevedo y lector devoto de Cervantes.
Un largo año de padecimientos y combates desde la toma de Oudkerk hasta la rendición final de Breda en
1625. Los tercios españoles y sus aliados, teniendo en contra el implacable y brumoso clima flamenco, la
indolencia del imperio por el cual arriesgan la vida y la resistencia tenaz de 'los herejes calvinistas', serán los
protagonistas de esta historia. Soldados anónimos; una guerra en primer plano, cruel, carnicera, llena de barro
y sangre, en la que sólo se mata o se muere sin ninguna épica. Lo que está al fondo, apenas insinuado, en
el famoso cuadro La rendición de Breda. Lo que no pintó Velázquez.
En el cuadro de Velázquez aparece el holandés Justino de Nassau entregándole, humilde y sometido, las llaves
de la ciudad al general en jefe de los tercios españoles, Ambrosio Spínola. Hay serenidad y grandeza;
gestos magnánimos; grandes hombres. Pero faltan 'el despecho y el odio en los ojos de los vencidos', 'la furia
de los combates', 'el choque de los aceros'. Faltan el alférez Chacón, los arcabuceros Rivas y Llop, los
soldados Sebastián Copons y Curro Garrote, sobrevivientes de la diezmada escuadra de Bragado. Y, desde
luego, falta el capitán Alatriste. "¿Qué os parece?", le preguntará nueve años más tarde, en Madrid, Velázquez
a un _ñigo Balboa adulto y curtido por la guerra, ante un boceto del cuadro: "Fue así y no fue así".
Ir más allá, escudriñar realidades aparentes, contar lo que no se dijo, lo que pudo haber sido, lo que se
esconde incluso detrás de la belleza concluida: tal es la tarea de la literatura. Por eso se 'descubrirá' que en
un primer boceto de La rendición de Breda aparecía dibujado 'el perfil aguileño' del capitán Alatriste que
inexplicablemente (resolver dicho enigma será el tema de otras entregas de la serie) Velázquez excluyó de la
versión definitiva. Por eso se 'encontrará' una edición desconocida de la obra El sitio de Breda de Pedro
Calderón de la Barca con 40 versos que fueron suprimidos en las siguientes ediciones, en las que se
hacía también mención explícita de Alatriste.
Hay que aclarar, sin embargo, que no se trata, ni mucho menos, de hacer frescos de época, pastiches
históricos, aunque la novela de suyo instala al lector de manera natural en el siglo XVII (la carta que le envía
Quevedo a _ñigo Balboa es magistral). La indagación del pasado tiene validez en cuanto sirve para revelar
aspectos del presente. Aquellos soldados que no reciben su paga por culpa de una burocracia
ineficiente, corrupta y lejana, y que no obstante siguen en la lucha queriendo ser aún 'la mejor infantería
del mundo', prolongando solitarios un vago sentimiento de patria y de honor, no son ajenos a los problemas de
la España contemporánea.
El sol de Breda es también una novela de iniciación, una educación sentimental. A través de la guerra, el
adolescente Iñigo Balboa hará el duro aprendizaje de la vida, se volverá un hombre: "Así fue como ocurrió
todo, la noche en que Sebastián Copons degolló al holandés herido y yo aparté de mi hombro la mano del
capitán Alatriste. Y así fue también como franqueé, sin apenas darme cuenta, esa extraña línea de sombra que
todo hombre lúcido termina cruzando tarde o temprano. Allí, solo y de pie ante el cadáver, empecé a mirar el
mundo de modo muy diferente".
Y todavía hay críticos que consideran a Pérez-Reverte sólo un autor de best seller. Como puede apreciarse, no
es por la forma en que escribe, sino por tener lectores, por el pecado imperdonable de tener miles de
lectores.

Novedades
Revista El Malpensante
Junio-Julio de 1999
$6.500
Un nuevo número de esta revista que tiene gran acogida entre la gente joven y en las que siempre se
encuentra algún texto para recordar. Esta vez, una maravillosa crónica de Vitali Vitaliev, Las últimas 18
gotas, sobre el vodka y las intensas e indestructibles relaciones que el pueblo ruso tiene con este licor
inventado en el siglo XV con fines estrictamente medicinales: "En nuestras reuniones de amigos solíamos
poner un frasco de Almagel (un jarabe para la úlcera) en el centro de la mesa. Al lado de una botella de
vodka, claro. Así era el ciclo de nuestra existencia soviética. Parecía que sólo la muerte o el vodka podían
romperlo".
También una extensa entrevista de Juan Cruz con Pedro Almodóvar y Guillermo Cabrera Infante sobre la
fama, el cine y la crítica: "La única fama de sabor dulce que yo he conocido es un turrón, y esa marca de
turrón ya no existe". Otro ensayo (el tercero) sobre el affaire Sokal.
Y un relato de Villiers de L_Isle-Adam traducido por Hernando Caro Mendoza, entre otros.

Revista Número
Junio-Julio-Agosto 1999
$6.000
En la portada una excelente foto de Hernando Toro, artista colombiano premiado en Europa y residente en
España, sobre los drags, personajes de la noche de Barcelona. Y más fotos sobre estos marginales en el
ilustrativo artículo que de él hace Guillermo González.
Esta revista se ha caracterizado por profundizar en los temas que trata realizando separatas especiales
en cada edición. En esta ocasión versa sobre la ciudad, con las memorias del debate hecho en torno a las
diferentes visiones de Bogotá, en la XII Feria Internacional del Libro. Hay ponencias de Antanas Mockus,
Jesús Martín Barbero y Santiago García. El resto de la revista está dedicada al tema del erotismo. Cuentos de
Menpo Giardinelli y Diana Ospina, ensayos de Aldo Pellegrini y Juan Carlos Garay, poemas amorosos del
poeta latino Quinto Horacio Flaco y de Jorge Luis Borges: "Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca
aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach".