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Los buscadores de ópalo

Una obra que promete convertirse en un clásico de la literatura infantil y juvenil.

Luis Fernando Afanador
5 de febrero de 2001

Ben Rice
Pobby y Dingan
Planeta, 2000
119 páginas
$ 19.900
Kellyanne Williamson es una niña de ocho años que tiene dos amigos imaginarios, Pobby y Dingam. Vive con su familia en Australia, en un pequeño pueblo de mineros buscadores de ópalo. Y esta es la historia de cómo Kellyanne consigue involucrar en su fantasía a todo un pueblo escéptico y pragmático. Una historia sencilla y hermosa pero a la vez plena de significaciones y matices, de tonalidades cambiantes. Como aquellos ópalos multicolores —tan reales y tan ilusorios— que buscaban con desesperación los mineros de Lightning Ridge. El relato comienza cuando Kellyanne viene a decirle a su hermano mayor, Ashmol, que Pobby y Dingan han desaparecido y están “seguramente-muertos”. Ashmol se alegra con la noticia porque piensa que por fin su hermana va a empezar a crecer. Al igual que su padre, está “hasta los cojones” con su estúpida invención: Pobby y Dingan se sientan en la mesa, hay que tener cuidado para no pisarlos, van a la escuela, les gustan las chocolatinas Violet Crumbles y las canciones de Cat Stevens (Oooh baby it’s a wild world). Hasta la madre de Kellyanne y alguna gente de Lightning Ridge —los más viejos y blandos— le han tomado cierto cariño a Pobby y Dingan. Pobby era un niño y le llevaba a Dingan un año. Dingan era lindísima e inteligente y tenía un ópalo en el ombligo. Y era pacifista porque cada vez que Ashmol le mandaba una patada o un puñetazo al punto del aire donde estaba y decía “Si Dingan es real, ¿por qué no me devuelve los golpes?”, Kellyanne respondía: “Porque Dingan es pacifista, imbécil”. Pobby padecía una especie de cojera y le gustaba bailar en las tormentas con relámpagos y podía atravesar las paredes. Los dos eran generosos y hablaban o silbaban para comunicarse. “Tenías que ser cierto tipo de persona para oírlos”. Nada que hacer: Ashmol y su padre tienen que salir a buscarlos. Su padre, porque aun sin creer en los amigos imaginarios de Kellyanne, ha aceptado el juego de su hija como una manera de vengarse de su esposa desde que le dijo que él también era un idealista y un fracasado, buscador de ópalos inexistentes. Jugando ese juego absurdo, llevó a Pobby y a Dingan a su mina y “olvidó” traerlos. Ashmol lo acompañará únicamente por solidaridad. Por culpa de la búsqueda habrá acusaciones de robo por parte del intolerante vecino de la concesión minera de los Williamson. Habrá cárcel, juicios, solidaridades, violencia. Habrá nuevas búsquedas e insospechados resultados que no pueden decirse para no quitarle al lector el placer de ir deshilvanando una trama impecable. Sin embargo, no le resta ninguno de sus encantos referirse a uno de sus principales atributos: la forma sutil e irrefutable en que esta historia logra que lo imaginario sea aceptado como un elemento indispensable de la realidad. Ashmol, quien es el narrador, con su lenguaje rudo y desencantado —lástima la traducción tan española, es decir, tan provinciana—, poco a poco irá perdiendo su incredulidad y aceptando la presencia de lo posible de una manera casi natural y necesaria. Pero hay algo más: Ashmol es el personaje con el cual se identifica el lector, es el lector exigente y suspicaz, reacio a ser seducido. Cuando aquél se rinde al poder de la ficción, al lector le ha ocurrido lo mismo. Su derrota es la famosa “suspensión de la incredulidad”, la victoria del autor sobre nosotros. No podemos vivir de ilusión; tampoco podemos vivir sin ilusión. Una vieja paradoja que puede rastrearse en innumerables obras que van desde El Quijote hasta La rosa púrpura de El Cairo, de Woody Allen. Como los buenos escritores, Ben Rice sabe que lo más original consiste en volver a decir lo mismo, en descubrir de nuevo el huevo de Colón. Porque, a pesar de las evidencias, todavía hay gente que se resiste a creer en lo invisible. “Sólo son unos idiotas que no saben qué es creer en algo que es difícil de ver, ni empeñarse en buscar algo que es absolutamente difícil de encontrar”.