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LOS CAMINOS DEL DRAMA

LOS DRAMATIZADOS DE ESTE AÑO SE CARACTERIZARON POR SU AMPLIA GAMA DE EXPERIENCIAS

13 de enero de 1997

Así como las telenovelas han terminado por parecerse en la repetición de fórmulas exitosas, los dramatizados con buenos y malos resultados se caracterizan por la amplia gama de experiencias. Cada uno de estos espacios semanales de una hora propone un universo distinto, con temáticas flexibles con las que pueden alejarse del típico conflicto romántico y que le permiten también innovar el tratamiento formal de la serie. Pero tampoco en este género hubo sorpresas demasiado contundentes en el año. Uno de los casos más interesantes fue Fuego verde, el dramatizado ganador en términos de rating. La mezcla de una sólida investigación periodística del mundo esmeraldero con la sensibilidad social del director Carlos Duplat y el riesgo de llevar la aventura a la estática pantalla colombiana llenaron de buenos augurios el inicio de la serie. Pero los primeros resultados se diluyeron en una estructura que le da privilegio a la acción sobre cualquier tipo de coherencia interna. Los complejos personajes, como el magistral Castañeda, han sucumbido a estas locas carreras, terminando por caricaturizar el intrincado mundo de la zona, donde los guerrilleros, los paramilitares, los alcaldes, entre otros, son apenas una mueca. La ficción tiene derecho a jugar con sus licencias, pero no puede traicionar su verosimilitud. Esto ha pasado en Fuego verde, una serie por lo demás vigorosa que ha abierto nuevos caminos. Copas amargas se ha quedado corta en la fuerza de la historia y ha mostrado que el camino de las temáticas sociales per se se agota muy fácil. Después del éxito de Señora Isabel, Coestrellas no ha dejado de repetir patologías sicológicas y sociales. Y cada vez el resultado es más pálido. En Copas amargas, protagonizada por una gran actriz como Cristina Lilley, sólo aparece una historia ejemplarizante, perdida en una iluminación pobre y unos personajes secundarios limitados. Este drama, más que por los conflictos vibrantes de la vida, se ha dejado guiar por una cartilla de alcohólicos anónimos llena de buenos consejos pero sin brillo. De otro lado, Leche llegó pretendiendo romper los esquemas. Planteada como una ambigüedad que no era ni una historia de amor ni de humor ni musical, pero que tenía de todo un poquito, logró su cometido. No se parece a nada pero tampoco sabe a nada. El humor es forzado, no hay ningún personaje que respire con vida propia y la música amenaza con el patetismo. El resultado es un desfile de buenos actores, con uno de los mejores directores y musicalizado por un artista internacional pero que se pierde en unos libretos sin alma y sin chispa. Si Leche quiso ser el Pero sigo siendo el rey de los 90 no lo logró, porque a diferencia de aquella excelente parodia, no está aferrada a nada y ese vacío se siente. De Tiempos difíciles no se puede decir nada definitivo, pues apenas empieza. Por el momento se reconoce su intento fresco de hablar sobre el país desde la perspectiva de la juventud. El Difícil ha logrado conformar un cosmos verosímil en el cual se reconocen los territorios más allá del orden de la libertad y la justicia. El punto más crítico de la serie es el tono moralista que a veces se deja ver y que puede esquematizar la propuesta. Por otro lado, la historia de amor principal tiene el punto débil de su protagonista Patricia Castañeda, una actriz que no ha logrado la madurez y pone a tambalear las cartas. Pero en el balance general, Tiempos difíciles es uno de los proyectos más estructurados. Otra en mí se ha centrado en las corrientes mentales que se mueven entre un par de gemelas. Con este recurso revive el eterno duelo entre el bien y el mal que yace en el fondo de toda fábula. Otra en mí ha escogido el presente, personajes contemporáneos, ambientes modernos, para clavarles en el corazón constantes tradicionales del melodrama: sustitución de personalidades, mujeres pérfidas, triángulos entre hermanas, etc. Es un producto medio, decoroso, con un buen manejo del suspenso y de las atmósferas, pero que se queda corto en el vuelo de sus personajes, ninguno de los cuales ha logrado surgir como un arquetipo entrañable. Hechizo ha optado por una óptica diametralmente diferente. Si Otra en mí se mueve como pez en el agua en el mundo light, Hechizo se sumerge de cabeza en el submundo de la brujería. La lucha libre, las rancheras, la superstición son sus otros elementos. De aquí ha resultado una historia arcaica como hacía mucho tiempo no se veía en la televisión y que recuerda más a los códigos de las radionovelas. La entonación de los rebuscados parlamentos, el protagonismo de monjitas, luchadores de pelo teñido, el tono estático de la médium, se colocan en un registro superlativo hace mucho expulsado de los dramatizados nacionales. Hechizo vuelve a recogerlo en un kitsch pesado y barroco que sorprende por su ingenuidad. Y para terminar, está Hombres. Aquí, el estilo de Mónica Agudelo se pudo ver sin maquillajes. Junto a la ágil dirección de Carlos Mayolo, Hombres construyó el paradigma de la generación de los ejecutivos que hasta el momento no había tenido espacio en la televisión colombiana. Y el arma para hacerlo fue el humor, que a algunos encantó pero a otros les pareció un poco fuera de tono. Esta tendencia llevó a la serie a convertirse en un desfile de caricaturas simpáticas o pesadas, a veces demasiado complacientes con el público como para permitir abordar la gravedad de ciertas temáticas planteadas por la serie como el sida, la relación de pareja, el homosexualismo. Pero que logró conquistar una audiencia fuerte, un premio Simón Bolívar y terminó de consagrar a la libretista como una de las figuras más originales de la televisión. n n La serie 'Fuego verde', de Carlos Duplat, fue la ganadora en términos de audiencia