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Los discos gemelos de Andrés Correa

Por: Juan Carlos Garay

Con la dupla de álbumes titulados ‘Aurora’ y ‘Ocaso’, el cantautor muestra una misma realidad vista desde dos perspectivas diferentes.

Hay algo paradójico en el par de discos que el cantautor Andrés Correa lanzó hace unos meses. Se llaman Aurora y Ocaso, pero los dibujos de las carátulas parecen cambiados: el de Aurora representa una tarde urbana y gris, mientras que el de Ocaso muestra un par de figuras bañadas por un amarillo mañanero. El propio músico reconoce que nada de esto fue consciente al comienzo, sino que después (con una pequeña ayuda de los diseñadores) emergieron las dos grabaciones como una especie de hermanas gemelas, muy parecidas, pero a la vez únicas.

Aurora apareció primero. Es el retrato de una época en que Correa estaba hastiado de vivir en Bogotá. Como nos pasa alguna vez a todos los que habitamos la capital, se cansó de los trancones, de la inseguridad, del estrés. Escribió canciones con versos tan arduos como “Herido de fe, buscando señales por tus calles sin nombre”. Y con eso armó un disco que es una obra maestra del desencanto. Lo llamó Aurora por un fragmento que dice: “Yo, que me olvidé de todo menos de ti, sigo esperando la aurora”. Subió el disco a internet y se largó del país. Nunca lo promocionó.

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Muchos ni siquiera nos enteramos de su existencia. Cuando un disco se publica pero no se anuncia, termina perdido en la maraña de incontables grabaciones que inundan diariamente las redes. Lo que vino para el músico en ese momento fue una gira improvisada que lo llevó por Perú, Chile, Argentina y Brasil, quedándose en casas de amigos cantautores y rebuscándose los conciertos cada noche. “Me armé un itinerario de emergencia”, cuenta Correa. “Los amigos me fueron dando su casa, me fueron ayudando, y por primera vez me salieron canciones en un sofá cama. A mí, que para hacer canciones necesitaba estar en silencio, en mi casa”.

Cuatro meses después, Correa regresó al país con toda la experiencia del viaje suramericano y una decena de canciones nuevas. Son las que conforman el disco Ocaso. Si el primer álbum representaba la ruptura, el segundo sin duda es la reconciliación. El mismo lugar aparece visto con otros ojos, en canciones que dicen cosas como “El cielo baja su telón violeta; de la silueta de la cordillera nacen la luna y la primera estrella”. Fue entonces cuando Andrés Correa tuvo la idea de desempolvar el viejo disco y unirlo a este como un lanzamiento doble.

Escuchar los dos álbumes seguidos recuerda esos ejercicios que hacían los artistas impresionistas a finales del siglo XIX, cuando pintaban en dos cuadros el mismo paisaje bajo una luz diferente. No es solo que Aurora y Ocaso se complementan, es que emocionalmente son un solo disco.

“Descubrí que no le puedo huir a Bogotá”, reflexiona hoy el músico. “Para bien y para mal, lo que soy obedece a ese azar genético”. Terminó instalándose en una casa de campo en las afueras, pero viaja varios días a la semana por trabajo. Y en sus canciones aparecen todo el tiempo cachaquismos. Personalmente, le debo el descubrimiento de una palabra rara y hermosa, en una de las canciones más emotivas de esta dupla: copisolero (el que bebe cuando está solo).

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¿Y en cuanto al hecho de que las imágenes en las carátulas parecen estar trocadas? Andrés Correa no lo ve así. “Son momentos parecidos”, explica. “En el cine, cuando tienes que hacer una escena de la tarde, se puede filmar a las seis de la mañana. Son luces de transición. Por eso en una canción digo: ‘Clara es la noche y oscuro el día’”.