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Andrés López ha llevado el ‘stand up comedy’ a audiencias masivas

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Los dueños del ‘show’

El 'stand up comedy' comienza a cambiar la manera de hacer humor en el país. ¿Moda efímera o tendencia que se consolida? El escritor Antonio García examina cómo ha sido el auge de este género en Colombia.

22 de septiembre de 2007

Hace cinco años el crítico y académico Ómar Rincón escribió un artículo titulado La risa colombiana, donde decía: "Somos cuentachistes, disfrutamos sosas maneras de burla y recurrentes chanzas. Humor que produce risas rápidas pero no genera ninguna reflexión". El humor más popular y masificado, decía Rincón, recurre a los estereotipos del boyacense rural y malhablado, el paisa exagerado, el costeño corroncho, el santandereano bravo, el pastuso bruto, etcétera, además de tener obvias alusiones al sexo a través del doble sentido. Es el tipo de comedia que ha conservado al aire durante 35 años el programa de televisión Sábados Felices, y sobre el que forjaron sus carreras el Negro Palomino, la Nena Jiménez, Montecristo, Jeringa, Don Jediondo y José Ordóñez, por nombrar algunos.

Hace un lustro no parecía existir algo que cambiara el curso de las cosas, pero hoy, el típico chiste que comienza "Osama Ben Laden, Teresa de Calcuta y un paisa venían en un avión…" está dando paso al llamado 'stand up'comedy', un tipo de comedia más refinada, donde ya no se recitan chistes aprendidos sino que se da una visión de la vida. Se trata, al fin y al cabo, de comedia de autor. Autores con nombres y apellido que más y más gente comienza a reconocer: además del ya aclamado Andrés López, están Julián Arango, Gonzalo Valderrama, Antonio Sanint... De igual forma, el público parece haberse agotado de las fórmulas que durante tantos años lo hicieron reír. El terreno está abonado para que la comedia continúe renovándose.

El 'stand up comedy' es un subgénero de la comedia en que una persona habla directamente al público, sin más elementos que un micrófono y acaso un taburete, enlazando reflexiones que deben mantener un flujo continuo de carcajadas. Las rutinas de 'stand up' tienen un sesgo ensayístico en el que priman las observaciones y el estilo del cómico. Se podrían llamar monólogos de humor, pero el término ya caló en el imaginario nacional y latinoamericano, por lo cual ya quedó bautizado en inglés, cosa que no es gratuita porque el 'stand-up comedy' surgió en Estados Unidos y sus orígenes se pueden rastrear hasta el siglo XIX, con los espectáculos de vodevil. Tomó verdadera forma a mediados del siglo pasado, de la mano de los maestros de ceremonias que hacían reír al público en los casinos de Las Vegas, y los cómicos de radio como Jack Benny y Bob Hope. Desde entonces, este fenómeno creció de forma exponencial con la fundación de un amplio circuito de clubes dedicados a la comedia, shows de televisión especializados y figuras legendarias de la contracultura norteamericana como Lenny Bruce, cuyas rutinas hundían el dedo en las llagas de la sociedad, pues en ellas se atrevía a hablar del Ku Kux Klan, la Iglesia Católica, los judíos, las drogas y el sexo, razón por la cual fue arrestado varias veces y defendido por personalidades como el novelista Norman Mailer y el poeta Allen Ginsberg. Con Lenny Bruce el 'stand up comedy' adquirió relevancia intelectual y se convirtió en un vehículo para ventilar los malestares de la sociedad; por eso no es extraño que un genio como Woody Allen, antes de filmar su primera película, haya salido en la portada de la revista Life gracias a su carrera como cómico de 'stand up'. Así mismo, Robin Williams, Eddie Murphy y Jim Carrey, para no hacer la lista muy extensa, empezaron sus carreras haciendo este género.

La primera rutina de stand up comedy que recibió ese nombre y pretendió serlo se tituló The look y la hizo Andrés López en 1997. A simple vista era uno de los tantos eventos que se presentan en Bogotá para luego refundirse en el olvido, pero al mismo tiempo era el primer atisbo de lo que luego sería un impresionante, multitudinario y emblemático show llamado La pelota de letras. Ya había pasado el esplendor de la cuentería, merced al cuentero de parque, al imitador barato y al cuentachistes encubierto, quienes habían llevado la narración oral al absoluto desprestigio. En la desbandada de verdaderos talentos, algunos cuenteros escamparon como libretistas o empezaron a hacer voces para radio y televisión. Tal fue el caso de Andrés López en la emisora de radio juvenil La Mega y CityTV, y Gonzalo Valderrama en el programa de humor de televisión Los reencauchados, el programa de variedades y humor radial La Zaranda y también en La Mega.

Por su parte, Antonio Sanint y Julián Arango, sin ninguna pretensión y apenas por pasar el rato, hacían caracterizaciones de gays, de cachacos, de teatreros, de argentinos, en fin, hasta que en 1999 el dueño del bar Lázaro los vio en el matrimonio de un amigo en común y les propuso presentarse allí los miércoles. Además los invitaron los viernes al programa El Mañanero, de La Mega, donde se encontraron con Valderrama y López y a su vez los invitaron a presentarse con ellos en Lázaro. Cuando el local se les quedó pequeño se trasladaron a Gótica y durante ocho meses estuvieron presentándose allí, con Arango y Sanint como plato fuerte y un grupo de teloneros que iban a probar suerte cada miércoles, entre ellos López y Valderrama. Fue así como Arango y Sanint pulieron Ríase el show. Valga aclarar que no se trataba de un show de 'stand up comedy' sino de un café concierto que dio el salto al Teatro Nacional y duró, con gira nacional y extranjera, entre agosto de 2001 y diciembre de 2002. Mientras tanto, López y Valderrama, en compañía de los cómicos Julio Escallón y Mauricio Vélez, hicieron cuatro presentaciones de 'stand up comedy' en el Teatro Nacional con el título Y si es tan fácil, ¿por qué no lo hacen ellos?

En 2003 Valderrama impartió el primer y único curso de 'stand up comedy' que se ha dado en el país, con Antonio Sanint como uno de sus alumnos más destacados. Hubo presentaciones en el Hard Rock Café que les permitieron ir puliendo sus rutinas, además de shows empresariales, una fuente económica que también les permitía afinar el material. En 2004 irrumpe La Pelota de Letras en el mundo humorístico colombiano y nada volvería a ser igual. Su éxito rompe todos los pronósticos, el lleno de las salas es total, se convierte en el DVD más vendido de la historia colombiana y, tristemente, también el más pirateado. López se ha escapado del lote. En ese lapso, todos los advenedizos, actorzuelos, cuentachistes y personajes de sainete han procurado subirse al tren del 'stand up', pero es un género más exigente de lo que estaban acostumbrados. Su fracaso es evidente. Son años de silencio y diferentes proyectos para Julián Arango, Antonio Sanint y Gonzalo Valderrama.

Este año, López sacó Me pido la ventana luego del tremendo éxito de su primer show, una que otra polémica por la cienciología y la vuelta en un avión de la Fuerza Aérea Colombiana que lo tuvo en los titulares. Ya ha hecho más de 100 funciones, las ventas del DVD están disparadas y está de gira internacional.

Antonio Sanint hizo su debut con ¿Quién pidió pollo?, en la que aborda sus inseguridades y, por extensión, las de todos los hombres frente a sí mismos y a las mujeres; Gonzalo Valderrama inauguró en el teatro R-101 La comedia malparada, donde ajusta cuentas con el rock en español y los creativos de publicidad, entre otros temas que alborotan sus neurosis; y Julián Arango aprovechó su temporada afuera, tomó distancia del oficio de actor y las veleidades del espectáculo para montar Nidea, rutina en la que parte de una revisión biográfica que poco a poco se abandona al repentismo, donde el público se ve fuertemente involucrado.

No son los únicos que están haciendo stand up comedy, pero sí los más visibles. Todos tienen rutinas honestas y personales que van conformando un relevo en la risa fácil y superficial de la que hace cinco años se quejaba Ómar Rincón.