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Los ejércitos del infierno

La novela del escritor colombiano Evelio Rosero ganadora del prestigioso Premio Tusquets.

Luis Fernando Afanador
23 de junio de 2007

Evelio Rosero
Los ejércitos
Tusquets, 2007
203 páginas


La historia de esta novela se desarrolla en San José, un pueblo imaginario asolado por el ejército, los paramilitares y los guerrilleros. Aunque se trata de una ficción, es clara y directa la alusión a la realidad colombiana reciente. El tema, por conocido y cercano, despierta pasiones y alimenta la discusión. Y puede llegar a trastocar los juicios literarios: habrá a quienes de entrada les parecerá muy buena por el sólo hecho de abordar la dramática situación de los desplazados: "Al fin una novela que no es frívola y que nos pone a pensar en la violencia de este país". Y habrá quienes, por eso mismo, la pondrán en entredicho: "Qué pereza: una novela más sobre lo que oímos y vemos todos los días".

No sobra recordar, entonces, que un tema, por sí mismo, no le da ni le quita valor literario a una obra. Cualquier tema es bueno para un buen escritor, dijo hace mucho tiempo Julio Cortázar: la vida anodina de una empleada doméstica -o una piedra- puede llegar a ser una obra maestra contada por Gustave Flaubert, Franz Kafka o Katherine Mansfield. Y el género realista no es mejor que el género fantástico. Juzgar una obra por su grado de cercanía "a la realidad" es un planteamiento absurdo que necesariamente terminará en un callejón sin salida cuando no en un galimatías. Por ser "fiel" a la realidad, el escritor Ramón Bonavena -la inolvidable creación de Borges y Bioy en Crónicas de Bustos Domecq- gastó más 600 páginas en la descripción del ángulo "Nornoroeste" de su escritorio y, que sepamos, en los seis volúmenes que constituyen su obra no logró salir de su estudio. La realidad es siempre una convención, una selección arbitraria y subjetiva incluso en "la vida real".

Los ejércitos, de Evelio Rosero, es una muy buena novela ante todo por sus virtudes literarias: por su lenguaje y por la construcción de un personaje memorable: Ismael Pasos. Desde las primeras líneas nos atrapa una prosa intensa y sostenida, que no decae a lo largo de sus 203 páginas. La narración en tiempo presente y en primera persona crea una cercanía con el personaje y su pequeño mundo. Ismael es un viejo profesor jubilado, casado hace 40 años con Otilia, sólo aspira a morir tranquilo en su pueblo. Sus ocupaciones son sencillas: conversar con don Chepe, el tendero; con el cura; con el médico; visitar al curandero para que lo alivie de un dolor en la rodilla. Y espiar a su vecina, la esbelta Geraldina, que toma el sol desnuda en el patio de su casa. Él es un voyerista, un tímido mirón que no se ha doblegado a pesar de los demasiados años. Su inofensivo comportamiento apenas suscita algunas escaramuzas domésticas con su esposa. No es gran cosa lo que le pide a la vida, pero allí parecería una empresa imposible: San José es el botín de guerra de diferentes ejércitos. Algunos secuestros y cruentas tomas en el pasado son los negros nubarrones que vaticinan días de tormenta. Y, efectivamente, muy pronto empieza a llegar el desastre: secuestran al esposo de Geraldina y a su hijo, a la esposa embarazada de don Chepe; decapitan al curandero, se multiplican los retenes de los diferentes ejércitos, Otilia desaparece. El pueblo se va tornando un infierno e Ismael en su testigo fantasma.

Cuántas veces hemos escuchado la expresión "la sociedad civil atrapada entre el fuego cruzado". Pues bien, esta novela es la concreción de esa idea abstracta. Como la narración nos ha mostrado la mente de Ismael y hemos adoptado su punto de vista, sentimos la pérdida de cada una de las personas que él quiere o conoce y lo acompañamos en su progresivo descenso a los infiernos. Tengo la convicción -y lo confirmo aquí- de que la especificidad de literatura es su poder de hacernos vivir la experiencia ajena: es la verdadera compasión. No lo olvidemos, compasión, etimológicamente, significa sentir con el otro, sin distancia. Quien lea estas páginas, sea del país que sea, se identificará con la tragedia y el horror de ser expulsado de la vida normal por culpa de ejércitos enemigos de los civiles.