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LOS ENANITOS BUENOS

Una nueva aventura de extraterrestres, en la más reciente película de Spielberg.

18 de julio de 1988

El escenario de la nueva película producida por Steven Spielberg es uno de los lugares más sórdidos y acabados de Nueva York, donde un grupo de indigentes y solitarios personajes libra una pelea desigual contra el propietario del edificio donde viven, quien quiere destruirlo para construir una torre moderna: son los sobrevivientes a la desgracia cotidiana y se defienden con las uñas. Están Frank Riley y su mujer Faye, dos ancianos testarudos. Ella es una soñadora incurable, pasa entre fantasías y durante toda su vida ha dependido de un pequeño café que ahora está amenazado. Está la muchacha latina, Maritza Esquivel, embarazada y esperando que el amigo la rescate de ese infierno. Está un pintor, Mason Baylor, quien refleja en sus obras la decadencia mortal del vecindario. Está también el ex boxeador Harry Noble, dueño del edificio y quien contrata una pandilla de matones juveniles para que asuste a los renuentes vecinos.
En ese escenario destruido, con esos personajes al borde de la miseria, la muerte y la soledad, Spielberg y el director Mathew Robbins han conformado la tierna, divertida e imaginativa historia de "Milagro en la calle Octava", la crónica de lo que pasa cuando esos vecinos desahuciados reciben la inesperada ayuda de los extraterrestres quienes, una noche de luna, entran por las ventanas y entablan relaciones amistosas con los perseguidos inquilinos.
No es la primera vez que Spielberg, produciendo o dirigiendo, ha contado una película a partir de un tema que parece obsesionarlo desde niño: el contacto entre niños, ancianos y alucinados con personajes de otros planetas. Su película más famosa, "E.T.", es una crónica de amor entre esos niños, su perro, su madre alocada y ese trashumante que siente nostalgia por su casa entre las estrellas. Y "Encuentros cercanos del tercer tipo" sirvió para quitarle la trascendencia y el dramatismo que el tema de los "ovnis" siempre provoca entre los humanos. En el fondo, "Gremlins" con ese animalito que nadie sabe de dónde sale, también es una parábola del encuentro del hombre con lo desconocido. Por eso nadie debe sorprenderse que alguien como Spielberg, emocionado siempre con estos fenómenos y situaciones, se halle detrás del proyecto de una película que parte de una situación tensa, dramática y cotidiana como es la batalla por no dejarse sacar de su vivienda que libran estos desposeídos, y la forma como las pequeñas naves llegan, los ayudan y les cambian la vida para siempre.
Con ese trasfondo humano y sociológico, con esos personajes que pueden encontrarse a la vuelta de cualquier esquina en Nueva York, los efectos especiales, los trucos (creados por la empresa de George Lucas, Industrial Light and Magic, la misma de donde salen todas las aventuras espaciales), los recursos técnicos, toda esa magia que producen los computadores, se vuelcan a una serie de situaciones que el espectador encuentra cotidiana y hasta vulgar, pero magnificada con la irrupción de estos visitantes, que en el fondo encierran una parábola que los realizadores de la película pudieron comprobar en distintas zonas de Nueva York y como dice el director Robbins, "descubrimos que existe una verdadera guerra en la parte baja del este de Manhattan. Los residentes están luchando para conservar esos edificios antiguos, tratando de salvarlos de los constructores y preservar el carácter original del vecindario. Algo similar está ocurriendo en todo el país, social y arquitectónicamente y también en el campo político. Lo que una vez era algo normal, actualmente se ha convertido en algo especial y diferente".
Como en todas las películas promovidas por Spielberg, detrás de estas relaciones, que llegan a ser tensas y desconfiadas, yace una profunda parábola sobre el ser humano y su carencia de defensas ante el atropello y la sinrazón y, aunque la solución al conflicto es descabellada, poética, mágica, algunos se han sentido emocionados con la presencia de esos personajes mecánicos que tienen los mismos dolores, los mismos sentimientos y también las mismas necesidades de sus protegidos. Mientras se libra la batalla contra el propietario y sus gamberros, mientras los estraterrestres aprenden de lo bueno y lo malo que existe acá, la nostalgia por un pasado amenazado se alza como el pretexto fundamental para que Spielberg y Lucas sigan jugando como niños con el invento del cine.