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LOS PASOS PERDIDOS

Con el programa 'La ruta del esclavo' los científicos del planeta se proponen recobrar la memoria africana en el Nuevo Mundo y su influencia en la construcción de la cultura americana.

19 de agosto de 1996

El próximo año, una delegación mexicana de científicos se dispone a realizar un viaje de consecuencias culturales impredecibles. Cargado con el más completo archivo gráfico y documental de que se tenga noticia, un barco zarpará desde Angola para reconstruir minuciosamente, puerto por puerto y en el marco de una exposición itinerante que tendrá como destino final la ciudad de Veracruz, el camino trazado por uno de los acontecimientos más atroces de la historia mundial: la trata de esclavos, definida por el investigador francés Jean Michel Deveau como "la mayor tragedia humana en el espacio y en el tiempo". El viaje hace parte de un programa que tuvo su origen hace dos años en Benín, Africa Occidental, pero que aparte de la comunidad de especialistas, ha pasado prácticamente inadvertido en Colombia. Se trata del intento de la Unesco, en comunión con comités científicos de Africa, Europa y América, de recoger los pasos de la diáspora africana que durante tres siglos alimentó al Nuevo Mundo de una cultura con la que aún hoy historiadores y antropólogos están en deuda: la afroamericana. Siglos de indiferencia, durante los cuales los científicos volcaron toda su mirada sobre las comunidades indígenas en relación con el paso arrasador de los conquistadores, cubrieron de invisibilidad cultural una raza que por el número de sus inmigrantes tuvo por lo menos tanta influencia en el desarrollo del continente americano como sus pobladores prehispánicos. Solo en la música, la herencia africana hizo nacer en Norteamérica el jazz, mientras en Colombia, para no ir más lejos, el nombre de Macondo, inmortalizado por García Márquez, es un vocablo de la lengua africana bantú, lengua que además tiene su más clara influencia en San Basilio de Palenque, donde sus habitantes conservan una lengua criolla propia y de claras raíces africanas, considerada una reliquia lingüística en América. Este riquísimo influjo cultural, quizás por inercia silenciado por los estragos de una colonia despiadada y la inconsciencia posterior de las repúblicas americanas, es el que la Unesco, en cabeza del director de la División de Proyectos Interculturales, Doudou Diènne, pretende rescatar de la memoria dormida del continente, para que no sólo la comunidad negra de América encuentre el camino de vuelta a sus orígenes, sino que siente a partir de ellos sus verdaderas raíces en este territorio que los europeos bautizaron con el nombre de Nuevo Mundo. Por supuesto, el camino de la investigación, que demorará al menos 10 años, no sólo contempla la exploración de las raíces americanas en Africa. También el acercamiento del continente negro hacia sus descendientes del otro lado del Atlántico. "El objetivo es trazar un puente que comunique a los dos continentes", comenta Nina de Friedemann, presidenta del Comité Nacional para Colombia del proyecto y quien desde hace 30 años viene estudiando a las comunidades negras en el país. Quizás por el mismo estigma de la esclavitud, africanos y americanos se han dado la espalda durante siglos y para los investigadores del proyecto ya es hora de que se vuelvan a mirar a los ojos para reconocerse y afianzar su presencia cultural en América, un continente al que todavía le falta mucho por explorar de sus raíces africanas. Esta cierta indiferencia sobre la historia afroamericana es más relevante en el caso de Colombia si se tiene en cuenta que es el segundo país, por debajo de Brasil, con mayor porcentaje de población negra en Suramérica. Los estudios en este sentido son, incluso, bastante recientes. Según Nina de Friedemann, independientemente de figuras legendarias como la de Candelario Obeso, solo desde finales de los años 60 antropólogos e historiadores comenzaron a analizar el fenómeno de la diáspora africana hacia Colombia y sus aportes en la construcción de la cultura nacional. Pero en Africa el descuido sobre la migración generada por el comercio de esclavos no ha sido menor. En su libro La saga del negro, la antropóloga colombiana afirma que "desde finales de 1950 comenzó a tomarse conciencia en torno a los efectos de la destrucción del conocimiento sobre el pasado y la urgencia de su restauración". Gracias a esta conscientización, de la cual Europa y América han tomado ejemplo, las investigaciones sobre la terrible diáspora -patrocinada en sus inicios incluso por los propios tiranos esclavistas de Guinea y Angola- se han visto notablemente enriquecidas en las últimas décadas, al punto de haber generado un programa que, como el de La ruta del esclavo, pretende devolverle a las comunidades afroamericanas su historia, negada sistemáticamente por un continente que sólo había tenido ojos para sus indígenas.