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Los tres héroes del cine mexicano. De izquierda a derecha, Alfonso Cuarón, Guillermo del Toro y Alejandro González-Iñárritu

PREMIACIÓN

Los ‘trillizos’ de México

El cine azteca, por cuenta de sus directores y sus actores, ya se metió de lleno en el 'Planeta Hollywood'. Las 16 nominaciones a los premios Oscar de 2007 lo confirman.

27 de enero de 2007

Todo estaba planeado el martes pasado para que la ceremonia fuera una celebración del talento mexicano. La presencia de Salma Hayek en el escenario era la principal prueba de ello. Con el pelo casi tapándole los ojos, al mejor estilo de Betty la fea (la serie ganadora del Globo de Oro que ella misma produce en Estados Unidos), anunciaba los nominados a los premios Oscar de 2007. Para darle vida al show, empujada por una emoción incontenible, explotaba de alegría cada vez que alguno de sus coterráneos resultaba postulado. Picaba el ojo, levantaba el pulgar en señal de victoria, gritaba como si su equipo favorito hubiera marcado un gol y movía la cabeza como si no lo pudiera creer. Era, a fin de cuentas, un sueño cumplido: ser la anfitriona de una celebración en la que los principales homenajeados eran sus cuates, esos realizadores aztecas que se han tomado Hollywood desde hace ya algunos años.

Resultaba abrumador el reconocimiento que estaban recibiendo los trabajos de artistas mexicanos como la actriz Adriana Barraza, el guionista Guillermo Arriaga, los directores de fotografía Emmanuel Lubezki y Rodrigo Prieto, y los cineastas Alejandro González-Iñárritu, Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón. Babel, Los niños del hombre y El laberinto del fauno, las tres grandes películas dirigidas por los tres niños consentidos del cine mexicano de hoy, sumaban en total 16 nominaciones al Oscar.

No era la primera vez que sucedía algo así. En 2003, cuando Frida, Y tu mamá también y El crimen del padre Amaro consiguieron ocho nominaciones entre las tres, se escribieron cientos de artículos sobre el gran momento del cine mexicano. En 2007, sin embargo, se superó el récord y quedó más que claro que los principales talentos de ese país tienen un importante lugar en las grandes ligas del cine mundial. Babel, de González-Iñárritu, competirá en siete categorías entre las que se encuentran las de mejor película, mejor director y mejor guión original; El laberinto del fauno, de Del Toro, tratará de ganar cinco estatuillas aparte de la de mejor película extranjera, y Los niños del hombre, de Cuarón, aspirará a llevarse cuatro importantes galardones encabezados por el competidísimo trofeo del mejor guión adaptado.

Cosa seria. Más aun si se tiene en cuenta que se trata de tres superproducciones (la que menos costó, El laberinto del fauno, costó 20 millones de dólares) que narran historias nada convencionales, que reflejan miradas del mundo muy distintas a las que se suele presentar las producciones de Hollywood.

Cuarón, Del Toro y González-Iñárritu son grandes amigos. Cuarón ha producido algunas de las películas de Del Toro y los tres dicen que suelen meter las narices en las realizaciones de los otros como si trabajaran en un mismo taller de carpintería. No obstante, cada uno tiene un estilo muy definido como cineasta. Cuarón, de 46 años, es algo así como un artesano. Un sastre a la medida. Ha dirigido producciones tan diferentes como Y tu mamá también, Grandes esperanzas y Harry Potter y el prisionero del Azkaban, igual que cualquier director de la era dorada de los estudios de Hollywood. Ha probado, en estos años de gloria en la industria norteamericana, que es capaz de llevar con gran calidad a la pantalla cualquier tipo de historia. El ejemplo más reciente, Los niños del hombre, una historia futurista en la que las mujeres quedan infértiles y la humanidad tiende a desaparecer, prueba su brillantez a la hora de planear secuencias de suspenso.

Del Toro, de 42 años, podría ser denominado el cinéfilo: cuando viaja lleva unos 50 DVD en un pequeño maletín. Sus películas están llenas de guiños cinematográficos a clásicos de culto. Sus historias tienden a alimentarse del lenguaje imposible de los cómics, de las atmósferas de los cuentos de hadas y los giros del cine de terror. Cronos, El espinazo del diablo y El laberinto del fauno son fantasías personalísimas que revelan su actitud ante los horrores del planeta. Pero ello no quiere decir que Del Toro no esté tan listo como Cuarón para encargarse de la dirección de superproducciones hollywoodenses que se juegan su vida en las taquillas: Mimic, Hellboy y Blade II lo han convertido en uno de los cineastas más rentables del cine de ciencia ficción.

González-Iñárritu, de 41 años, es el hombre del "cine de autor". Su cinematografía, la más reducida de las tres, tiene un estilo personalísimo marcado por primeros planos temblorosos, narraciones fragmentadas, personajes trágicos, actuaciones valientes e historias que se entrecruzan por cuenta del azar y que el espectador reconstruye como si de un rompecabezas se tratara.

Desde su aparición en el mundo del cine con Amores perros, González ha cautivado los estudios de Hollywood. Pero, a diferencia de sus dos amigos, no se ha dejado tentar por proyectos ajenos, sino que se ha empeñado en completar una valiosa trilogía sobre el destino que (de la mano de los estupendos guiones de Guillermo Arriaga) lo ha llevado a la cima de su carrera. 21 gramos probó, en 2003, que Amores perros no había sido un golpe de suerte. Y la compasiva Babel (ver reseña crítica en la sección de cine de esta edición) ha recogido de manera brillante los temas, las amenazas y las preguntas sembradas en las dos anteriores.

La certificación de Hollywood también refleja la aceptación de una innegable realidad social: en Estados Unidos viven más de 42 millones de latinos que han comenzado a cambiarle la cara a ese país que siempre se ha alimentado de los talentos de los inmigrantes, y era cuestión de tiempo, nada más, que los profesionales del cine se dieran cuenta de ello. Se trata, mejor dicho, de un fenómeno que pronto será la misma historia de siempre, de una noticia emocionante que dentro de poco será un hecho común y corriente.

Sin embargo, como le dijo a SEMANA la crítica mexicana Fernanda Solórzano, esta situación encierra una paradoja. "Los nominados emigraron para poder llevar a cabo sus proyectos. En México no tenemos una industria de cine consolidada. Muy por el contrario, nos faltan recursos y oportunidades para los muchos realizadores talentosos que existen".

De todas maneras, los consagrados tienen un futuro despejado en Hollywood. Cuarón, que siempre vuelve a México en busca de historias, tiene tres proyectos norteamericanos en mente. Del Toro está a punto de filmar la segunda parte de Hellboy, mientras González-Iñárritu se toma un descanso. Eso significa que, al menos en los próximos años, alguno de ellos siempre estará en las listas de nominados al Oscar.