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MAREA DE FUEGO

Robert De Niro en un papel poco convincente, en una película que es más una apología de los bomberos norteamericanos.

30 de septiembre de 1991

MAREA DE FUEGO
LOS GRINGOS SON expertos en realizar apologías de sus héroes. toda clase de series sobre la valentía y el honor de sus ciudadanos en el cumplimiento de su deber: guardacostas arriesgados e incorruptibles; patrullas moto rizadas que son todo un ejemplo para la juventud; policías secretos que no obstante respetan la dignidad humana. Esta vez le tocó el turno pero en cine al cuerpo de bomberos de los Estados Unidos. Sólo que la pantalla gigante no resiste las tramas simples de las series televisivas.
Fuego por todos lados, tal vez sin un contenido específico. Y un Robert De Niro presentado como una de las atracciones de la película, pero desdibujado en un papel que no es lo suficientemente consistente para su talento. Cosa extraña en un actor que suele estudiar sus roles con minucioso detalle antes de aceptarlos. En este sentido el show se lo roba Donald Sutherland, un maestro en la ejecución de papeles sicológicos complicados y quien interpreta a un pirómano profesional que será la clave para el desenlace de la película. Los protagonistas, Kurt Russell y William Baldwin, son los artífices de un melodrama que mezcla el heroísmo, la cobardía, las envidias y las frustraciones de un cuerpo de bomberos, en medio de las cuales surge camuflada la trama, tan frágil, que parece extinguirse, si no fuera por la energía del papel de Sutherland. Aunque técnicamente los incendios están bien logrados, queda la sensación de que asombrar al público con excesivas escenas de efectos especiales, no es suficiente.