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El requisito primordial para pararse en un escenario, según Duarte, es que quien lo haga debe demostrar que su arte lo hace con amor. | Foto: Santiago Ramírez Baquero

ESTRENO

Mario Duarte dirige ‘Cuando seas grande’, un musical cargado de buena nostalgia

Viajamos al pasado con el cantante, actor y director que presenta esta obra el 15 y 16 de junio en el teatro La Castellana. Una historia sobre el concierto de conciertos y sobre cómo su vida permea todo lo que hace.

Santiago Ramírez
9 de junio de 2019

La primera vez que hablé con Mario Duarte ocurrió por casualidad. Lo encontré caminando sobre la Séptima, no recuerdo el día ni el año, usaba gafas con espejos, una camisa de mezclilla y la barba de tres días. Me dijo que llevaba varios días sin sentir los rayos del sol y que por eso había salido. Botó una sonrisa y se perdió entre la multitud en esa mañana de domingo cualquiera.

No hay timbre y toca golpear la puerta fuerte. Un perro olfatea entre el piso y la puerta y ladra enseguida. Mario abre. Tiene la misma camisa de mezclilla de aquel día y bota una sonrisa.

Dice que la síntesis de su trabajo está en las artes vivas. Las mismas que lo han llevado a ser Nicolás Mora, ser un cineasta que roba un banco para grabar una película, un teatrero que confunden con un guerrillero, una parodia de sí mismo y el guitarrista y vocalista de La Derecha. La última locura es dirigir un musical, se llama ‘Cuando seas grande’.

-Yo no sé si ya soy grande — dice antes de comenzar a contar cómo fue que terminó de director.

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La idea fue de los productores. Ya había algo montado y le mostraron a Duarte la idea. Y sin pensarlo mucho se le midió al asunto “me gustó la idea de la banda en vivo tocando esas canciones, cuando los vi lo hacían… con amor”.

No quiere hablar como un experto en teatro, y evita mostrarse como ello. Le mueve —verracamente— que alguien tenga el valor de subirse a la tarima, que es algo así “como en el coliseo romano contra los leones, el que lo hace tiene que mostrarse verdadero, es un acto de valentía”.

Y el rock es teatral. Tiene un poder escénico. Mario mira al techo y recuerda esos ensayos, y acepta que lo tuvieron que padecer, y que su misión de calibrar egos para que hubiera luz fue ardua.

En la función para amigos Duarte se quedó en la parte de atrás del escenario a ver qué cosa podía ocurrir con el público en frente, donde sala la verdadera valentía de quienes se dedican a las artes vivas Foto Santiago Ramírez Baquero

“Creo que lo atractivo del musical es eso, que cuando seas grande es como una pregunta, una promesa y esos retos que te planteas toda la vida desde que estás chiquito, está en la base de nuestra socialización en qué va a pasar cuando seamos grandes”.

Finalmente, nadie es tan grande. Salvo el rock y el teatro en este caso, nadie es tan grande.

El musical cuenta la aventura de cuatro adolescentes que se mueren por ir al concierto de conciertos, de aquella época donde la Super Estación 88.9 le hablaba a los jóvenes, donde Don Chinche aparecía en la televisión y las películas se alquilaban en Betatonio.

Aunque Mario no haya ido al concierto de conciertos, y La Derecha haya sido posterior a esa época. En su corazón hay una razón para hacer este musical: estas canciones han envejecido bien. Y sí, tan bien que muchos que no vivieron esos años pueden cantar En algún lugar de un gran país/olvidaron construir/un hogar donde no queme el sol…

  • La nostalgia. A todos nos pega… recordar es vivir, son clichés, pero son clichés que son verdad.

Sí, son verdad. Todos los días se suben fotos recordando lo que se hizo hace quién sabe cuánto con una etiqueta #tbt que hace un llamado a que sea el jueves, pero se hace, como dije, todos los días. Queen volvió, y ahora llena salas de cine en vez de estadios. Las historias ahora no conocen finales sino nuevos formatos y entonces es verdad: la nostalgia es inevitable.

“El pasado se puede inventar y le puedes agregar tu versión”, argumenta para defenderse, porque a todos nos gusta mirar para atrás. Hace frío y estoy lejos de casa/hace tiempo que estoy sentado sobre esta piedra/yo me pregunto ¿para qué sirven las guerras? “El pasado resulta ser eso que tenemos, el presente ya se nos fue aquí, ya lo que dije ahorita ya no… y eso del futuro…”.

El otro día vi que hay un libro de María Elvira Samper — dice para explicar el momento en el que se encontraba el país

 1989 — le contesto.

 Lo compré en el supermercado (risas). Y me hizo pensar que ese año en que toda una generación padecíamos bombas, magnicidios y hasta ahora  los estamos entendiendo, porque estábamos en la casa pensando en Los Toreros Muertos además veníamos de la provincia y había mucha moralina en los otros temas.

— Y nuestra realidad era otra.

— La realidad nunca deja de influir en la música.

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Ay, qué dolor

Le digo que vamos a hacer fotos. “¿Y quién las va a tomar?”, me pregunta y sonríe. “Es que yo también hago varias cosas”, le digo por contestar cualquier cosa, aunque sea mentira.

No quiere cantar que porque eso vale un billete y se monta en una bicicleta, “yo me subo en esta bicicleta a pensar”. Le tomo una foto para probar la luz. Baja a su guarida, un sótano donde hay cables, una batería desarmada y los afiches de la adaptación de ‘Trainspotting’ para teatro que dirigió en 2009 y de ‘Pelucas y Rokanrol’ la película que escribió y estrenó en 2018.

Se cambia la camisa de mezclilla porque llegó a la casa una camisa blanca que mandó a planchar para las fotos. Tiene dos tatuajes, unas letras chinas en la espalda y un caballito de mar en el brazo.

  • — No sabía que tenía tatuajes — le digo
  • — Maricadas de pelado… como quien dice: más arrepentido que un tatuado.

Yo acababa de hacerme un tatuaje en el brazo.

La Derecha puede ser perfectamente la banda sonora de muchos viajes en bus, o de caminatas por Teusaquillo o de fiesticas en bares en Chapinero. “ ‘Árbol torcido’ fue un EP que se cocinó porque existía la posibilidad de grabar, veníamos de lanzar ‘Polvo eres’ (2011) que se cocinó a buena temperatura y con el EP decidimos relajarnos”.

No quería pegar un éxito, y no sabe si La Derecha ha tenido una carrera, pero sí obedecen a un momento en el que la banda se conecta.

  • — Me pasa que me meto a un estudio y entro con unas cosas y salgo con otras — aclara mientras busca en su computador la fecha en la que se lanzó ‘Árbol torcido’, que es 2015.

A propósito de mirar para atrás Mario habla de los primeros álbumes. Hay cosas que no le gustan, cosas que sí, otras en las que entiende que tenía veintipico de años, y dice que hablar de forma inteligente hacia atrás es fácil. “Me gusta la actitud que teníamos, lo confrontacional con la vida”.

Le digo que si posa en el jardín y dice que se le van a dañar las brevas. Luego dice que se va para su guarida y cierra la puerta de vidrio y me dice “chao, nos vemos”, pero luego vuelve a abrir la puerta para seguir con las fotos. “voy a hacer como que estoy cantando aaaaahh”.

  • — Este es un chiste re malo: cuando no es actor (se quita las gafas). Cuando es actor (se pone las gafas y posa).

Duarte quería hacerse una parodia de sí mismo en ‘Pelucas y Rokanrol’. Que nadie más se le iba a medir a hacer el ridículo, por eso él tenía que actuar. “No me siento satisfecho, que yo me vea y qué maravilla”.

Se podría hacer nostalgia de cualquier cosa, pero una muy distinta es hacerla sobre 20 canciones. En la única función el público, como si no estuviera en una función de teatro sino en un concierto, comenzó a aplaudir y a cantar Por qué no se van, no se van del país/Por qué no se van, no se van del país. Y a Mario se le punzó el corazón.

¿Y uno cuándo será grande?, ni Mario lo sabe. 

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