LIBROS
El privilegio de no ser nadie
El escritor Mario Mendoza opina sobre el libro de Pablo Escobar escrito por el hijo del capo. Lo hace al cumplirse 21 años de la muerte del narcotraficante.
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Mario Mendoza, autor de más de una decena de obras y ganador del premio Seix Barral por su novela Satanás, no pudo evitar la tentación de leer el libro 'Pablo Escobar, mi padre', publicado recientemente.
El texto de Juan Pablo Escobar, hijo del capo del cartel de Medellín, ha despertado todo tipo de comentarios por la manera descarnada como describe la trayectoria criminal de su padre y su búsqueda de una nueva vida en el exilio al lado de su familia.
Mendoza quedó sorprendido por el escrito de Escobar y se atrevió a realizar un comentario que seguramente producirá opiniones encontradas. Semana.com publica el texto en exclusiva:
Por: Mario Mendoza
En 1993, en uno de los pisos altos de Residencias Tequendama, vivía recluida la familia de Pablo Escobar. Habían hecho varios intentos por salir del país, todos fallidos, y se habían visto obligados a permanecer allí encerrados como última opción para salvaguardar sus vidas. Los sábados en la tarde, para ir al spa con unos amigos, yo cruzaba los cordones de seguridad de ese edificio, ahora incrementados a niveles delirantes, y allí, en la zona de masajes, en el jacuzzi, la sauna y el baño turco era que nos tropezábamos con ellos y cruzábamos un saludo de manera pasajera. Se les notaba la dureza y la angustia del momento por el que estaban pasando. La organización criminal los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) los tenía sentenciados a cualquier precio y ya había atentado en varias ocasiones contra ellos.
Poco después mataron a Pablo Escobar y yo les perdí el rastro por completo. Muy de vez en cuando llegaban noticias de ellos desde Argentina.
Ahora, al leer el libro escrito por Juan Pablo Escobar, Pablo Escobar, Mi padre, volví a recordar la cara de tristeza de ese niño-adolescente que yo veía sentado por ahí en el baño turco o en el jacuzzi de Residencias Tequendama, siempre cariacontecido y preocupado. Y lo que más me ha impresionado de este libro es que he podido ser testigo de su proceso interior, de las pruebas tremendas por las que ha tenido que pasar, de los difíciles obstáculos que ha superado para poder conquistar un nombre y una vida que no estén relacionados con su padre.
Después de la muerte de Escobar, su familia tiene que rendirse, prácticamente entregarse como botín de guerra al Cartel de Cali y suplicar por sus vidas para que no los maten. Una escena primitiva y tribal de no creer. Eso significa entregar casi todas sus propiedades y su dinero. No hay que olvidar que los Pepes era una mezcla de políticos corruptos, agentes estatales y capos del Cartel de Cali, es decir, que el establecimiento aceptó uniones, pactos y alianzas criminales para derrotar al Cartel de Medellín. No era precisamente una guerra de buenos contra malos. Eran dos facciones mafiosas enfrentadas.
Cumplido ese tributo al clan guerrero vencedor, el único país que los recibe es Mozambique, y hacia allá se dirigen. Después de varios días de viaje y de conexiones interminables, logran llegar a Maputo en diciembre de 1994, una ciudad destruida por la guerra, con cadáveres aún en las calles, donde no se consigue nada para comer en las tiendas ni en los supermercados.
Finalmente, logran regresar a Argentina y empezar una nueva vida. Una frase de Juan Pablo Escobar define el momento:
Aprendí a disfrutar del privilegio de no ser nadie.
Es un privilegio que dura poco. Su pasado los alcanza y las autoridades argentinas empiezan una persecución sin tregua. El delito: ser hijo, hija o esposa de Pablo Escobar. En ninguna democracia moderna se heredan los delitos por parentesco o lazos de sangre. Sin embargo, en un proceso que dura meses, logran meter a la cárcel a la esposa y al hijo de Escobar. Investigan, montan tinglados, los estafan y les quitan parte de su capital, y al final la justicia argentina tiene que reconocer que no hay nada ilícito y los deja en libertad. Las escenas de la esposa de Escobar limpiando baños, fregando pisos y pintando las celdas son de una humanidad estremecedora.
Es un libro que muestra lo difícil que ha sido desprenderse del pasado, del vínculo paterno, y lograr conquistar una nueva existencia. A lo largo de las reclusiones en distintos escondites al lado de su padre, periodos que podían durar varios meses en medio de la soledad y el silencio, da la sensación de que Juan Pablo Escobar se hubiera entrenado en el difícil ejercicio de la introspección profunda y hubiera decidido alejarse de todo aquello que heredó sin querer.
Creo que este libro, más allá de los nuevos datos que pueda aportar sobre la época de la guerra entre los carteles, es el testimonio de cuál es el proceso que se debe cumplir para lograr una catarsis y hacerse responsable de una nueva vida. En muchas tradiciones religiosas el cambio de nombre significa que los lazos de sangre ya no son los importantes, que yo dejo atrás la filiación física y fundo una nueva: la filiación espiritual. No soy hijo de mis predecesores, sino de mis convicciones más profundas. Cuando Juan Pablo Escobar se cambia el nombre y el apellido, y se bautiza como Sebastián Marroquín, en ese gesto está ya el anhelo de su metamorfosis, el sueño de una transformación, de una expurgación. De hecho, cuando las autoridades argentinas lo presionan para que firme un documento como Juan Pablo Escobar, él se niega rotundamente y se defiende:
- Me llamo Sebastián Marroquín Santos. No voy a firmar como Juan Pablo Escobar, ni al lado de Pablo Escobar.
Este libro es la despedida definitiva de un nombre y una identidad. Es la historia de una conquista interior y exterior. Sebastián no es el joven que tuvo que encerrarse en las caletas de capos y sicarios, no. Es un arquitecto graduado con honores en Argentina con calificaciones cuyo promedio es de 8.8 sobre 10; es el protagonista de un documental, Los pecados de mi padre, dirigido por Nicolás Entel, que ha ganado varios premios internacionales y que fue proyectado en Naciones Unidas en septiembre de 2010 para celebrar el Día Internacional de la Paz; y es el autor de este libro en el que nos confiesa que sólo hasta ahora, después de un largo proceso interior, de un examen de conciencia y de un ajuste de cuentas consigo mismo, ha podido por fin enfrentar algo a lo que se negó por mucho tiempo: ser padre.
Al final del documental de Entel, los hijos de Galán y el hijo de Lara Bonilla se reúnen con Sebastián, se dan un apretón de manos y dicen algo que es todo un mensaje para el país: heredar odios es la forma más efectiva de continuar atrapados en la espiral de esta violencia que se viene tragando una generación tras otra.
Quizás tanto dolor nos sea útil para emprender un nuevo camino de paz y de perdón. Quizás este libro apunta a una de las grandes preguntas de la vida: cómo transformar las fuerzas negativas en fuerzas positivas.