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MEDIO TEATRO

Poco de teatro y mucha ramplonería en el nuevo montaje de "El águila descalza".

31 de julio de 1989

El grupo de teatro "El águila descalza" está compuesto por dos actores, Carlos Mario Aguirre y Cristina Toro. El es el creador y director de las obras . Antes " País paisa", ahora "Medio Medellín". Su teatro viene de la calle, es decir, del barrio, de la ciudad.En las esquinas, en los bares y prostíbulos, en las peluquerías, en la carnicería, en la cocina, en la sala, en el bus, están sus personajes. Y estos, como se ve, provienen de una auténtica extracción popular. Con ellos, "El águila descalza" se propone llevar al espectador hacia el género del costumbrismo franco y desinhibido. O sea, se trata de presentar en toda su crudeza escenas de la vida cotidiana, pero bajo la forma de su más deplorable vulgaridad. La mecánica de la obra es simple, escenas que como pretexto se prestan para el despliegue del equívoco y el doble sentido, que vuela con desparpajo de chiste flojo en chiste flojo y entonces la alusión sexual se convierte en obsesión.
Antes de dar comienzo a la obra Aguirre, disfrazado de maestra de escuela, en el prólogo de la función, interroga al público como la maestra al párvulo. Semejante modo de tratar con el público, maltratándolo y zahiriéndolo, encuentra, no obstante, su discreta pero desenvuelta aprobación. Preguntas pueriles para que en su tentativa de respuesta el público se infantilice y así en adelante pueda recibir sin defensa la descarga de basura que se le viene encima.
Todo lo que Aguirre no tiene de hombre de teatro lo posee como "comunicador". Sabe manipular a su público con una facilidad sorprendente, porque conoce el fondo oscuro de sus debilidades. Explota esa tendencia tan propagada hacia lo vulgar y lo obsceno, pone en juego esa compensación que por lo general se encuentra en la hiriente ridiculización de los demás y se proyecta con ese gesto horrible y un poco desesperado de hacer reír con la desgracia ajena. Es cierto que la cálida recepción de esta obra define una cierta categoría de público que demanda un género de espectáculo. Pero es claro que se trata de un público ingenuo, que toma la obra como una vivencia personal y no como una construcción artificial, producto de la capacidad creadora de un actor, para imitar o reinterpretar las cosas, o bien para hacer de ellas su grosera caricatura, como es el caso de "Medio Medellín". Sin embargo frente a las producciones de "El águila descalza" no puede hablarse de teatro propiamente. El hecho de subir disfrazado a un escenario, manipular una utilería, tener en el fondo el esquema de una escenografía e imitar con voces y gestos a posibles personajes, no basta para que eso que sucede en la escena se le pueda llamar teatro. Las imitaciones, los recitativos y los chistes que a lo largo de dos interminables horas se suceden en el escenario del Teatro Nacional, bajo el título de "Medio Medellín", con todo lo que tiene de mala improvisación con su absoluta carencia de un sentido escénico y la más absurda idea del actor, no puede ser más que una falsificación de cualquier noción de teatro. Entre el cómico antioqueño Montecristo y Aguirre apenas habrá alguna diferencia. Pero Montecristo sabía lo que hacia; humor de tipo popular del cuenta chistes con el que nunca pretendió hacer pasar su espectáculo como teatro, como lo pretende Carlos Mario Aguirre y su "Aguila descalza" .
Vulgaridad tras vulgaridad, " Medio Medellín" aspira a hacer vivir al espectador la experiencia de los barrios bajos de Medellín, introduciendo al público en la intimidad del hogar de las clases populares, en los bares y prostíbulos, en la peluquería etc., para mostrarle cómo la vida que se desarrolla allí resulta cómica y lamentable. Aguirre da la vuelta a la propuesta de un teatro popular que se hacía hace algunos años, con imperfección, es cierto, pero con la valiosa intención de lo que se llamó entonces la denuncia social. Pero para el antioqueño mostrar al pueblo y sus miserias a un cierto público acómodado es un hecho que tiene un evidente carácter de oportunismo y de caricatura, satisfecha en su burla despiadada, y cuyos dividendos se recaudan amplia y rápidamente en la taquilla.
Hay un sector del público que rechaza la obra como un esperpento del peor gusto, como la degradación de un costumbrismo que el autor ha transformado en un delirio de obscenidades. Hay un público que no cae en la trampa de ver allí una "estética" teatral como la imagina Aguirre, sino que descubre pronto cómo lo que allí aparece simplemente obedece a una patología teatral. Pero no puede negarse, en esta crisis del gusto, que ha sido el público de "País paisa" el que ha llamado a la escena de nuevo a "El águila descalza"; entonces ellos avanzaron hacia "Medio Medellín". Y aquí están, con su nuevo repertorio. El público tiene el teatro que se merece.
Enrique Pulecio