Home

Cultura

Artículo

MINCULTURA A ESCENA

Por sí sola la Ley General de la Cultura tiene más virtudes que vicios. Pero el temor sigue siendo que el Ministerio termine convertido en su gran obstáculo.

28 de julio de 1997

El Congreso de la República no había terminado de aprobar la creación del Ministerio de Cultura cuando sus más enconados detractores dejaron sentada su insatisfacción. El primero de ellos fue Gabriel García Márquez, me-diante un comunicado que hizo público el senador Enrique Gómez Hurtado y que apuntaba a lo que, palabras más, palabras menos, ha sido el argumento de todos los atacantes del nuevo Ministerio: el temor de que el organismo recién creado "sea en la práctica un ministerio de gobierno para la cultura, y no el órgano estatal representativo del inmenso poder creativo de la Nación". El maestro Rafael Puyana fue más enérgico y comentó a SEMANA que lo ocurrido en la plenaria del Congreso había sido "una demostración de la fuerza contra la inteligencia".Aparte de la aguda controversia suscitada por la sospecha de que el Mincultura se convierta en un ente burocrático inmanejable y torpe, algunos trabajadores de la cultura han protestado no tanto por la creación del Ministerio sino por el hecho de no haber conocido el proyecto que en última instancia sería aprobado. Gloria Zea, ex directora de Colcultura y actual directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá y la Fundación Nueva Opera de Colombia, es uno de ellos: "Aunque desde tiempo atrás yo he sido una de las principales abanderadas de un Ministerio de Cultura, dijo a SEMANA, la forma en que fue aprobado me deja un mal sabor. Nació escondido y a las patadas, tanto que nadie conoce todavía el articulado que lo respalda. Lo peor que podemos esperar es que nazca muerto y se convierta más bien en un fortín político".
Sin embargo, independientemente de las dudas alrededor del Ministerio, pocos son los que han leído el contenido total de la ley. Y la verdad es que, con cartera o sin ella, la Ley General de la Cultura tiene, por sí sola, más virtudes que vicios. Se trata de un texto de más de 80 artículos, dividido en tres temas fundamentales: la defensa del patrimonio cultural; el estímulo a la creación, a la investigación y a la actividad artística; y la gestión cultural.
Ante todo, el patrimonio El primero de ellos intenta dar forma al que es quizás el principal objetivo de la ley: la protección, la conservación, la rehabilitación y la divulgación del patrimonio cultural colombiano, entendido éste no sólo como el conjunto de bienes materiales sino como un ámbito más extenso en el que también caben expresiones como la tradición y las costumbres y en general las manifestaciones, los productos y las representaciones de la cultura popular.
Sin embargo el grueso del articulado está encaminado a organizar en una sola toda una serie de regulaciones dispersas en torno de la conservación patrimonial. En pocas palabras, la idea es que el nuevo Ministerio controle directamente todos los temas que tengan que ver con la protección y preservación del patrimonio monumental, arqueológico, arquitectónico, étnico y demás, como función primordial de la nueva cartera. En cuanto al fomento y el estímulo a la creación artística, la ley en el papel parece bastante generosa. En ella no sólo se plantea la necesidad de incentivar el desarrollo de las artes y la cultura en todos sus aspectos _desde el literario y musical hasta el filosófico y antropológico, pasando por el folclor, las artesanías y la narrativa popular_ a través de talleres, bolsas de trabajo, becas, concursos, festivales, ferias y exposiciones, sino fomentar la creación de espacios culturales en todos los sectores de la población. El gran privilegiado ha sido el séptimo arte. La nueva ley contempla la conformación de un Fondo Mixto de Promoción Cinematográfica cuyas funciones serán similares a las que tenía la desaparecida Focine.Por último, la norma se encarga de regular la forma como funcionará de ahora en adelante el Sistema Nacional de Cultura, el cual no es otro que el conjunto de instituciones y organismos encargados del desarrollo cultural en todo el país. El sistema será presidido por un Consejo Nacional de Cultura y trabajará en comunión con los respectivos consejos departamentales y municipales, a los cuales tendrán acceso todos los representantes civiles de cada departamento y municipio. En este sentido los gestores de la ley han preservado los Fondos Mixtos de Promoción de la Cultura, creados a comienzos de los 90 como uno de los más importantes logros en la reestructuración de Colcultura.
¿Para que un ministerio?
A pesar de todos los beneficios que, se supone, hará realidad la ley, no todo ha sido color de rosa. Por fuera de la norma quedaron iniciativas tan importantes como los incentivos tributarios para las empresas privadas que decidieran invertir en la cultura. Pero más allá de estos propósitos irrealizables, lo que todavía no ha quedado muy claro y ha despertado serias dudas en algunos observadores es la insistencia de que sea un ministerio, y no la propia Colcultura, el que deba desarrollar la ley. Desde Ramiro Osorio, pasando por la actual directora de Colcultura, Isadora de Norden, hasta el senador ponente del proyecto, Jaime Dussán, coinciden en afirmar que todo es cuestión de estatus. En pocas palabras, un ministro tiene mayor poder para exigir recursos ante el Conpes que el director de un instituto descentralizado. La segunda justificación de los promotores del Ministerio es la necesidad de agrupar bajo un solo organismo a todas las instituciones que hasta hoy han trabajado dispersas en otros ministerios y dependencias, como la Subdirección de Monumentos Nacionales, que hasta el momento hace parte del Instituto Nacional de Vías; la oficina de asuntos indígenas, que pertenece al Ministerio del Interior, o el Instituto de Cultura Hispánica, adscrito actualmente al Ministerio de Educación. Pero ni lo uno ni lo otro está asegurado. Por un lado, la elevación de la cultura a categoría ministerial no le garantiza mayor presupuesto. Por el otro, todavía falta ver cómo se desarrollará el proceso de traslado de las entidades culturales al Ministerio y, sobre todo, el papel que jugará en todo esto el Banco de la República, poseedor, entre otras cosas, de uno de los museos más importantes de Colombia: el Museo del Oro.
Por ahora lo único seguro es la creación de un Ministerio de Cultura en el que buena parte de los artistas y creadores ven una tabla de salvación cultural pero en el que más de uno ve también un fortín burocrático. Como dijo el maestro Puyana, "el mayor riesgo es que el Ministerio sea manejado por mediocres y que un gran número de trabajadores de la cultura terminen viviendo como parásitos de un organismo ineficiente". Una frase dura a la que, sin embargo, sus defensores tienen su propia respuesta: "La creación del Ministerio no es ni buena ni mala, dice Ramiro Osorio, uno de los principales promotores de la ley. Todo depende de cómo lo maneje el Estado y de la vigilancia civil en torno de sus realizaciones. Digan lo que digan el Ministerio es una oportunidad única que no admite la desfachatez de desperdiciarla de manera tan simplista".