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MORIR VIVIENDO

BIEN ESCRITA, BIEN DIRIGIDA Y BIEN INTERPRETADA, ESTA PELICULA SOBRE LA PENA DE MUERTE ESTA DESTINADA A QUEDARSE EN LA MENTE DEL ESPECTADOR POR MUCHO TIEMPO.

27 de mayo de 1996

Director: Tim Robbins Protagonistas: Susan Sarandon y Sean Penn Desde el momento en que empieza la película el público comienza a hacerse la misma pregunta hasta el final: ¿será culpable?, a la cual cabe agregarle otra, ¿se lo merece? Estos dos interrogantes marcan la pauta de un drama que no da respiro al corazón de los espectadores. Se trata de la historia de un hombre condenado a la pena capital, acusado de violación y asesinato. El caso ha sido extractado de la vida real, la de Matthew Poncelet, un preso de la penitenciaría de Angola, en el estado de Lousiana, Estados Unidos, quien ve en la figura de la monja Helen Prejean su única esperanza de escapar a la pena de muerte. Interpretada magistralmente por Susan Sarandon, una actriz curtida que desde hace tiempo venía pidiendo pista para un Oscar, la madre Helen queda envuelta en el caso cuando recibe una carta de Poncelet, en la cual le implora por lo menos una respuesta a su soledad de presidiario. Profesora en un humilde barrio y, por supuesto, inexperta en tratar con reos, Helen hará lo imposible por salvar la vida de un joven que sólo guarda odio en su corazón. Por su parte Poncelet, caracterizado por un maduro y sorprendente Sean Penn, aprovechará la caridad de la monja para evadir a cualquier precio la condena. La muerte acecha durante toda la película, y eso es precisamente lo que el experimentado director Tim Robbins hace sentir al espectador. Alrededor del drama de la pena capital no sólo se mueven los intereses de los dos protagonistas, sino los de los padres de las víctimas, quienes sueñan con ver en la inyección letal aplicada al asesino el alivio a su dolor. La cinta es descarnada, conmovedora, tal vez demasiado dramática. Pero es que Robbins no quiere desperdiciar ningún elemento en el debate que propone. Contrario a muchas películas que tienden a tomar partido en polémicas similares, en Morir viviendo (Dead man walking) no hay vencedores ni vencidos. Solo el análisis de un drama sobre el que nadie puede decir la última palabra. La fuerza interpretativa de los actores principales, un guión que hace dudar una y otra vez al espectador sobre cuál posición moral es la correcta y una dirección que hace gala de la seria fama de Tim Robbins, hacen de Morir viviendo un filme capaz de quedar grabado en la mente del público durante mucho tiempo.