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MUCHAS NUECES

Con un siglo de atraso Bogotá y Medellín tienen finalmente la oportunidad de ver 'Cascanueces', el más célebre ballet clásico sobre el tema de la Navidad.

8 de enero de 1996

ES TRADICION QUE LA TEMPORADA DE las grandes compañías y los más importantes teatros del mundo cierre con 'Cascanueces'. Se trata del más popular ballet del repertorio clásico cuya acción ocurre la noche de Navidad. Se dice, y en esto no hay exageración, que es prácticamente el único espectáculo de este género que, en justicia, puede ser calificado de 'familiar'.
En Europa y Estados Unidos su puesta en escena tiene una respuesta inmediata del público que sencillamente agota la boletería en cuestión de horas. Cascanueces es el as entre la manga para los teatros, pues la inversión no corre riesgos, hecha la producción el asunto es muy sencillo: cada diciembre sube a escena, lleno completo y suceso asegurado.
La historia causa fascinación en el público infantil, con la pequeña Clara, inspirada en un cuento de Hoffmann, que recibe un cascanueces como regalo de Navidad por medio del cual halla la oportunidad de ir al mundo fantástico del reino de los dulces; en tanto que los adultos aprecian un modelo insuperable del más puro clasicismo balletístico y la vena casi inagotable de la duplicidad del tema mismo en los vericuetos de las ilusiones infantiles y la complejidad del inconsciente.
Por una especie de feliz coincidencia Bogotá y Medellín han emprendido la faena de hacer este ballet, cuyo estreno colombiano ha ocurrido exactamente 103 años más tarde de la noche del 5 de diciembre de 1892, cuando se aunaron el genio de Lev Ivanov, uno de los coreógrafos de los zares, y la gloriosa partitura de Peter Chaikovsky. Desde entonces no ha salido del repertorio.
El Ballet Metropolitano de Medellín, asociado con el Teatro Pablo Tobón Uribe, acaba de anotarse el tanto de hacer el estreno colombiano la noche del pasado 30 de noviembre, un par de horas más tarde de poner a rodar su metro.
Para ello encargaron la dirección artística a Janis Pikieris, el bailarín antioqueño, medalla de oro de Moscú, radicado hace años en Estados Unidos, quien consiguió unir al medio artístico y empresarial de la ciudad para seis presentaciones, todas con teatro lleno hasta las banderas y resultados artísticos de indudable categoría.
Escenografía y vestuario fueron traídos de Estados Unidos, con un costo infinitamente inferior del que habría implicado la realización directa. La coreografía se encomendó al norteamericano Tony Catanzaro. Pikieris mismo, junto con Nora González, la primera bailarina clásica del país, bailó el célebre pas de deux que cierra el espectáculo, con actuaciones francamente memorables.
Ahora viene el turno para Bogotá donde la carga fue asumida por el Ballet Anna Pavlova que dirigen Jaime y Ana Consuelo Díaz, quienes lo presentan a partir de este lunes, con funciones que se extienden hasta la próxima semana en el Teatro Colón.
La coreografía, inspirada en la del tiempo de Chaikovsky, lleva la firma de Ana Consuelo Gómez. Cuenta con un elenco que encabeza Marina Villanueva del Ballet Nacional de Cuba, el también cubano Radel Vásquez y la misma Nora González.
Se trata de un esfuerzo colosal, sobre todo si se piensa que se habla de iniciativas casi desarrolladas al margen de las acciones culturales del Estado para el cual la danza y el ballet clásico son las manifestaciones escénicas que, tradicionalmente, menos recursos y presupuesto reciben.
Medellín tuvo el apoyo decidido de las empresas locales y de los buenos y generosos oficios de una estrella internacional del ballet como Pikieris. Con Bogotá es más fácil decir que se trata de un milagro. Tan inverosímil y sorprendente como el hecho mismo de que el frágil Cascanueces consiga vencer al poderoso rey de los ratones.