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MULAN

Con la historia de esta heroína oriental Disney continúa demostrando su superioridad en el manejo de dibujos animados.

20 de julio de 1998

En el transcurso de sus 36 largometrajes animados Disney ha corroborado que tiene la fórmula más que aprendida: un humilde personaje, bien sea masculino o femenino, que está dispuesto a demostrar sus cualidades humanas hasta convertirse en héroe con la ayuda de simpáticos compañeros de ocasión. Una alegre vajilla con azucarera y tetera incluidas y un candelabro melancólico consolaban a Bella en La bella y la bestia. Un pequeño mico y una agraciada alfombra mágica acompañaban a Aladino. Unas rígidas górgolas respaldaban a El jorobado de Notre Dame. Un fauno cascarrabias oficiaba de maestro de Hércules.
Sin perder el libreto ahora la Disney se ha lanzado a la aventura de Mulan, una historia que gira alrededor de una leyenda china en medio de la cual una intrépida joven logra hacerse pasar por un soldado hasta obtener los máximos honores de su reino. Para su propósito Mulan se sirve de los favores de un falso dios protector, un dragonzuelo torpe pero noble, y de un tierno grillo de la buena suerte.
El deseo de salvar a su padre de ir a la guerra ante la amenaza de los hunos lleva a Mulan a realizar la odisea, una odisea que bien puede costarle la vida si la descubren. Pero la intención es la que cuenta y, en aras de obtener el honor para su familia, cualquier riesgo es válido. De esta forma Mulan se transforma en soldado y, de paso, da rienda suelta a una película que destila la gracia y el humor de sus antecesoras pero que, sobre todo, demuestra el abismo que separa a las cintas de la Disney de la competencia. Además de la perfección en el dibujo y en el movimiento de cada árbol al viento, de cada bandera y de cada personaje, la majestuosidad de sus planos generales no tiene comparación.
Un ejército de dibujantes y técnicos digitales hicieron el milagro de recrear multitudes con una perfección superior a la de las muchedumbres parisienses de El jorobado de Notre Dame. La horda de hunos bajando por una colina nevada, así como la masa humana aglomerada alrededor del templo sagrado del emperador, son dos notables ejemplos de la maestría del diseño.
Independientemente de la historia, que suele ser la misma en cada película pero desde diferentes perspectivas, lo grandioso de Disney es su capacidad para aproximar el dibujo a la realidad, una virtud que se ve acrecentada en cada nueva cinta y que, sin duda, representa el mejor antecedente para mantener al público expectante frente a las producciones futuras y sin que ni siquiera importe la edad del cinéfilo.