MURALISMO: CRUCE DE CAMINOS
Una exhibición de gráfica contemporánea mexicana enfatiza la influencia del país sobre el arte latinoamericano
Gráfica contemporánea mexicana en el Museo La Tertulia de Cali.
Para hacer énfasis en la importante presencia de México en el desarrollo del arte latinoamericano contemporáneo, y subrayar dentro de ese discurso la práctica gráfica, el Museo de Arte Moderno La Tertulia presenta obras de su colección pertenecientes a artistas de diversas generaciones y tendencias que señalan aspectos del arte en distintos momentos.
A la par con los diversos planteos a nivel conceptual e iconográfico, la selección ejemplifica técnicas de impresión que en su conjunto resultan abundantes y variadas. La muestra cronológicamente comienza con cuatro grabados en madera de José Guadalupe Rosada (1851-1913), quien hoy es considerado no sólo el padre del grabado en México, sino uno de los pilares del arte moderno en este continente. La producción de Posada fue inconmensurable, ya que su vasto ejercicio como ilustrador lo llevó a perfeccionar los medios, depurando elementos a la vez que usando un simple y profundo sentido común. Grabados en piedra, metal y xilografías dejó a su muerte este singular artista, quien retrató a la sociedad de su tiempo con humor y sarcasmo, lo mismo que a los acontecimientos históricos y sus intérpretes (Aureliano Zapata, por ejemplo). Supo penetrar el sentimiento popular en imágenes y aunque nunca se lo consideró un artista, solamente varios años después de su muerte los juicios históricos valoraron su presencia contundente.
Los logros de José Guadalupe Posada pasaron a ser aspiraciones y propuestas a seguir por los muralistas, quienes deseaban popularizar el arte a la vez que argumentar en torno a lo histórico y autóctono. Este movimiento fue la primera incorporación reconocida de América Latina en la historia del arte; los créditos de la práctica y la correspondiente teoría pertenecieron a Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros; de este último se puede apreciar un dramático paisaje en litografía, en el cual prevalecen sus gustos épicos y desmesurados.
El muralismo fue un movimiento que en su divulgación llegó hasta las organizaciones norteamericanas, las cuales encargaron trabajos a sus intérpretes. Naturalmente, distintos países latinoamericanos los citaron como modelo a seguir y adoptaron regionalmente aspiraciones como la identidad nacional en trabajos anecdóticos, simbolistas y no lejos de lo folclórico y paternalista.
El muralismo fue una tendencia fuerte y, aunque en determinado momento tuvo ilusión de ser eterna, pronto surgió una generación innovadora que sin traicionar los ideales nacionalistas supo penetrar con mayor agudeza en el espíritu humanista propuesto. Es el caso de Rufino Tamayo-representado con dos mixografías y una litografía en piedrao Francisco Toledo, quienes dinamizaron sus propuestas acudiendo al color, al diseño simple o las formas naturalistas reinventadas en situaciones surreales.
En los años sesentas la nueva generación se revela y organiza en abierta oposición ante el muralismo que, para esa época, se había convertido en arte oficial y emblema indiscutido ideológico. El grupo militante se apellidó Movimiento Independiente; contó con el entusiasmo y la incansable capacidad de José Luis Cuevas, uno de los neo-figurativos más personales e influyentes del arte de hoy. Al M. I. pertenecieron abstractos, figurativos, artistas del "happenning", lumínicos y ópticos, cuestionando no solo la argumentación sino los procedimientos mediante propuestas contestatarias y altisonantes. Al grupo se incorporó y fue miembro activo el colombiano Leonel Góngora, quien goza de merecido prestigio en ese país, al cual ha representado en varias ocasiones.
Muchos de los presentes en esta selección no son gráficos de oficio, aunque hay quienes son prestigiosos grabadores -Posada, Tamayo, Toledo, Zuñiga, Cuevas, López-Loza, Martínez, Miranda y Sauret-; hay obras en serigrafía y grabados en metal de escultores, pintores y practicantes del video, recordando cómo las estampas seriadas son un vehículo efectivo no sólo de expresión sino de comunicación.
Figuran además de los mencionados obras de José Bártoli, Feliciano Bejar, Eleonora Carrington, Alfredo Castañeda, Arnoldo Coen, Pedro y Rafael Coronel, Francisco Corzas, Roberto Donis, Helen Escobedo, Manuel Felguérez, Pedro Friedberg, Fernando García Ponce, Alberto Gironella, Mathias Goeritz, Teodoro Maoz Jesús Martínez, Ignacio Miranda, Brian Nissen, Emilio Ortiz, Antonio Peláez, Ricardo Rocha, Vicente Rojo y Juan Soriano, donde el espectador encuentra ejemplos de aspiraciones diversas y el cosmopolitismo que a partir de los sesentas caracteriza el arte de este país y de los similares de dinamismo probable como Argentina, Venezuela, Cuba y Colombia. La muestra termina con dos grabados en metal del más joven expositor, Nunik Sauret (1951), quien con su arte lírico-erótico busca ilustrar la poesía por medio de la sensualidad de los insectos. -
Miguel González -