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Musicalizando el espacio

Recurriendo a la estética de ciencia ficción, Pacho Dávila produce uno de los testimonios más originales del jazz colombiano.

Juan Carlos Garay
25 de noviembre de 2006

En 1977, la nave espacial Voyager fue lanzada al infinito y hasta hoy ha recorrido 100 veces la distancia de la Tierra al Sol, con un disco en su interior. En caso de ser interceptada por alguna forma de inteligencia, Voyager reproducirá el disco con muestras de la música del planeta Tierra. Y entre otras piezas hay, desde luego, una grabación de jazz: una vieja trompeta surcando el universo.

La imagen viene a colación después de escuchar el inicio de Invasores del Espacio, el tercer álbum del saxofonista colombiano Pacho Dávila. Ya conocíamos, por la prensa internacional, su estatus de "el más agresivo de los saxos latinoamericanos después de Justo Almario". Ahora se suma a ese título una faceta cósmica: sobre unos ruidos de radar ultrasónico va emergiendo un saxofón y en principio pareciera que escuchamos la banda sonora de una película de ciencia ficción de los años 60. Luego, a medida que transcurre el tiempo, reconocemos a Pacho en sus consabidos arrebatos de densidad y locura. No es un disco fácil, pero nadie puede negar que es original.

Muchas cosas han cambiado desde hace un par de años, cuando Dávila lanzó su disco Canto mestizo y esta revista lo nombró entre las mejores grabaciones de jazz colombiano. Era una época de interés por el folclor que para muchas agrupaciones continúa, pero que, en la mente del saxofonista (siempre agitada, siempre adelantada a las tendencias), es hora de superar. "En Colombia a veces nos olvidamos de que hacemos parte del espacio" dice, como promoviendo una nueva conciencia cósmica.

Este disco se empezó a gestar en un viaje a Nueva York que realizó Pacho el año pasado. Allí tuvo oportunidad de tocar con Ravi Coltrane, una experiencia que él define como "perder la inocencia". A su regreso, estuvo meses enteros sin tocar el saxo, sin que emergiera un sola idea musical. Espacio vacío. Y de repente, un día se levantó con la cabeza llena de melodías que poco tenían que ver con su obra anterior; se había conectado con el universo.

Llamó a los músicos de su banda (entre los que se destaca el guitarrista Teto Ocampo) y se encerró con ellos en el estudio de grabación. Las piezas que salieron de allí llevaban títulos como Diferenciador de frecuencias y Exploración lunar. Cuando se le pregunta por esa nueva inquietud, dice que una de las cosas que más le gustaría hacer es componer música en la luna: "Como no hay gravedad, no hay ruido. Sólo escuchas el sonido de tu corazón".

El fenómeno recuerda la penúltima sesión de grabación de John Coltrane, que dio origen a cuatro piezas bautizadas Marte, Venus, Júpiter y Saturno. Sólo que en el caso de Coltrane la intención era más contemplativa. En cambio, Invasores del Espacio plantea desde su título una reflexión y una crítica. "Tal vez es hora de preguntarnos en qué momento dejamos de existir como seres humanos y nos convertimos en invasores del espacio", dice un texto que aparece primero en español y luego en otro idioma que definitivamente no es inglés. Quizá Pacho se interna en las subestructuras de un lenguaje extraterrestre.

La música, decía Cecil Taylor, es "sólo una de esas cosas que hay en el aire". Lo decía para restarle importancia a tanta teoría que se arma a su alrededor pero, en el fondo, remarcaba también su fragilidad. Como parte del aire, la música puede también ser polución o polucionarse. La reflexión de Pacho Dávila va por ese lado: además de lo ingeniosas que resultan sus composiciones, este disco es un llamado a cuidar nuestro espacio.