NO SON TODOS LOS QUE ESTAN...
A propósito de una exposición en el Colombo-Americano. Las dificultades para organizar una muestra de arte.
El trabajo de estructurar, organizar y presentar una exposición no es tan sencillo como puede parecer a primera vista, especialmente si se trata de muestras antológicas que aspiran a comunicar alguna apreciación coherente. Recientemente, por ejemplo, tuvo lugar en el Centro Colombo-Americano una exposición sobre el arte colombiano de los últimos años, dentro de la serie que dicha entidad ha venido presentando sobre el arte del país en el siglo XX; y fue tal la incompetencia de esta muestra, tal su falta de propuestas, tal su confusión, que la simple enumeración de sus más notorias fallas (además de sugerir una especie de manual sobre como NO debe organizarse una exposición de arte), resulta ampliamente ilustrativa de las numerosas dificultades implícitas en esta empresa.
Como sus antecesores en el ciclo, a pesar de tratarse de una exposición alrededor de un simple objetivo cronológico, la muestra fue organizada por seis curadores, quienes -es fácil deducir- o actuaron por votación, reduciendo en consecuencia las posibilidades de las obras menos establecidas (votaciones de este tipo tienden a favorecer lo que conocen más votantes, no lo más arriesgado y agresivo); o gozan de un criterio idéntico, lo cual, después de estudiar la exposición, no resulta tan descabellado como hubiera podido suponerse.
Es conveniente, no obstante, recordar que los "curadores", "directores" u "organizadores" de las exposiciones de arte se escogen usualmente entre los especialistas sobre el tema o las teorías que tratará la muestra; y que por regla general es uno sólo, puesto que la apreciación del arte es una actividad eminentemente subjetiva. Además, su actuación es especialmente necesaria para darle una unidad y un propósito coherente a la conformación de las exposiciones (lo que resulta poco menos que imposible a doce manos), permitiendo en esta forma comprobar sin posibilidad de confusiones las hipótesis que este mismo especialista haya propuesto con referencia a las obras que presenta.
Pues bien, los organizadores del Colombo se sintieron tan inseguros sobre el tema de la muestra que se vieron obligados a solicitar a museos y galerías listas de nombres que pudieran incluirse, con el previsible resultado de que la exposición se convirtió en un batiburrillo incomprensible. Pero fue una exposición que se distribuyó por parecidos, y por ello había también áreas enteras que daban la impresión de ser una muestra individual, a pesar de estar compuesta con apenas dos trabajos por artista. Había obras que por su realismo demandaban una instalación que enfatizara visualmente su sentido, las cuales fueron colocadas sobre bases que destruían sus intenciones y su efecto.
Muchos trabajos estaban fuera de contexto. ¡Pero nada más absurdo que la representación de un escultor con seis piezas... en diapositivas!
No obstante titularse "1978-1982 Nuevos aportes y tendencias", la muestra estuvo conformada por trabajos que podrían clasificarse dentro del expresionismo de los años veinte, o de la abstracción de los cincuenta o del paisajismo finisecular. Al mismo tiempo, se ignoran los ambientes y las acciones o "performances" maneras de creación ya bien establecidas en nuestro medio artístico. Y el video, que desde mediados de la década pasada ha logrado interesar a un buen número de artistas, tampoco apareció en su justa dimensión.
El catálogo, bastante pretencioso en cuanto a su apariencia, fue por demás pobre en cuanto a hipótesis e ideas: simples listas de estilos, técnicas y nombres que no clarificaron absolutamente nada para el espectador. Además, hileras de fotografías sin fichas técnicas y que por lo tanto no ofrecían realmente ninguna información ¿se trata de murales o miniaturas? así como fichas incompletas (esculturas con una sola dimensión o sin fecha, por ejemplo) complementaban el desasosiego y estupor de quienes trataban de buscar en su lectura alguna indicación que permitiera equilibrar el cándido desorden de la muestra.
Había desde luego obras de diversa calidad, sobresaliendo las de artistas incluidos en los Salones Atenas, evento que parece haber estado muy presente en la mente de los organizadores de este ciclo. Es una lástima, sin embargo, que en cuanto a la selección de los trabajos, su presentación y la claridad de sus propuestas, el Salón Atenas no hubiera podido mejorar la muestra del Colombo, como afortunadamente mejoró la lista de sus participantes.
Podrá pensarse que la ausencia de un criterio actualizado y homogéneo sobre el arte colombiano actual fue la única culpable de semejante maremagnum. Pero, sin excepción, todos los trabajos resultaron mal librados, y por ello se puede sospechar que el desdén por las obras de vanguardia (éste si perfectamente unificado) colaboró igualmente en producir una imagen tan injusta sobre las realizaciones de nuestros jóvenes artistas. La experimentación en el arte del país es mucho más lograda y más extensa de lo que sugería la muestra del Colombo, y así se había podido comprobar en incontables salones y bienales. Por ello es apenas natural que se concluya que en el terrible fracaso de esta muestra y en su desorientación, parcialidad y confusión, no tuvieron parte los artistas. Con una organización profesional (aunque hubiera implicado menos gente) una muestra de esta índole habría podido cumplir su cometido, es decir, habría podido dar la imagen clara, estimulante y positiva que realmente corresponde con los nuevos aportes y tendencias en el arte del país.