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NOCHE DE GALA

Con un recital de los mejores momentos de la lírica culmina la temporada de ópera de Bogotá.

30 de septiembre de 1996

El público norteamericano, y particularmente el de Nueva York, adora las llamadas Galas de ópera. Esas noches en que las grandes estrellas de la ópera, una tras otra, se dan a la tarea de interpretar las arias y escenas más queridas y populares del género. En Colombia también estuvieron de moda a fines de los años 70 y se las llamaba Maratones. Entonces todos los solistas de la temporada hacían unas veladas que nunca dejaron de añorar los aficionados. La temporada este año ofrece al público, desde la noche del pasado sábado, el espectáculo ¡Viva la ópera!, que palabras más, palabras menos, tiene algo de las galas neoyorquinas y de las viejas maratones. Con la orquesta y coro de la Opera, bajo la dirección de Manuel Cubides, dirección escénica del argentino Alejandro Chacón, la noche se desarrolla a lo largo de dos extensas partes en medio del marco de una escenografía con cierto sabor de renacimiento tardío y el opulento vestuario del uruguayo Adán Martínez. Para nadie es un secreto que el espectáculo da la única oportunidad al público bogotano de contar con la presencia de la mezzosoprano Marta Senn, pues los títulos programados para este año no ofrecen un rol para una mezzo de su categoría. Senn, sin duda la más importante estrella lírica del país y la más respetada y querida cantante de la ópera colombiana hoy, ha tomado la decisión de cantar fragmentos de la Carmen de Bizet, la ópera más asociada con su carrera, y también auténticas novedades: Sansón y Dalila de Saint-Säens, Don Carlo de Verdi y su debut como Condesa de Bodas de Fígaro de Mozart, un rol original para voz de soprano. El espectáculo tiene la presencia del bajo Francisco Vergara, en la doble responsabilidad de solista y maestro de ceremonias. En su actuación los observadores entienden la clara intención de Gloria Zea, como directora de la Opera, de rendir el justo homenaje a quien desde 1981 estableció los lazos que han unido estrechamente la compañía colombiana con la ópera de Colonia en Alemania, lo que de paso le dio las características de espectáculo profesional, a la altura de las grandes casas líricas de Europa. Cada uno de los solistas centrales parece cumplir un papel simbólico. Marta Senn, el primer fruto internacional de la ópera colombiana en su primera etapa. Juan Carlos Mera, barítono radicado en Alemania, una voz que surgió en 1985, precisamente el momento cuando el gobierno tomó la decisión de cancelar la realización de las temporadas, hoy con una importante carrera en Alemania. La soprano Juanita Lazcarro no solo es hija de la soprano Marina Tafur, estrella de la primera época de las temporadas, sino que empieza a proyectar en firme su carrera internacional con actuaciones en Inglaterra y Alemania y su próximo debut parisiense en la Opera de la Bastilla. El tenor Juan José Lopera también es un fruto de esta segunda etapa de la Opera de Colombia, no solo ha debutado ya en las más importantes casas de ópera de Alemania, sino que prepara se debut en una de las salas más prestigiosas del mundo: la Staatsoper de Viena. Junto a ellos están las promesas de la actualidad: Janeth López, Gloria Londoño. Todos en arias y escenas de Verdi, Wagner, Donizetti, Bellini, Mozart, Rossini, Puccini, Offenbach. Una auténtica fiesta lírica. Pero también la prueba de que la Opera de Colombia es y ha sido a lo largo de estos 20 años la cara grata de Colombia en el exterior. Lo que es mucho más que un embeleco de Gloria Zea.