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El director de la película, Darren Aronofsky, escogió al actor Russel Crowe por la naturalidad que daría al personaje de Noé.

CINE

Noé

Esta adaptación del libro de la Biblia del director de ‘El cisne negro’ y ‘Réquiem por un sueño’, es un ejercicio incoherente que se bandea entre lo espectacular y lo íntimo. ***

Manuel Kalmanovitz G.
12 de abril de 2014

Año: 2014
País: Estados Unidos
Director: Darren Aronofsky
Guion: Ari Handel y Darren Aronofsky
Actores: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Anthony Hopkins
Duración: 138 min

El mundo donde Darren Aronofsky sitúa a su Noé se parece mucho al de las películas posapocalípticas de ciencia ficción donde tribus errantes de humanos, todos vestidos con telas crudas y usando utensilios primitivos, deambulan por paisajes áridos y sin fin.

Es una película de contrastes que raya en la incoherencia, como a menudo le sucede al autor de El cisne negro. Hay, de un lado, efectos especiales de una belleza arrebatada y batallas confusas y sangrientas, y, del otro, un centro emocional que examina la fragilidad y el dolor que hay en las relaciones entre padres e hijos y, en menor medida, entre los humanos y el Dios terrible del antiguo testamento.

Es, además, una película profundamente pesimista sobre el papel de los humanos en la Tierra, viéndolos como una fuerza fundamentalmente destructora e impía, incapaz de redimirse.

La película está basada en el breve capítulo del Génesis sobre el diluvio universal que cuenta todo sucintamente: es la decisión de un Dios decepcionado con su creación que decide empezar más o menos de nuevo salvando a Noé y su familia por ser “el único justo” de su generación.

Pero la película descarta semejante sencillez y le da un giro bélico para dedicarle buena parte de su tiempo a una batalla de buenos (Noé y su familia) contra malos (Tubalcaín y demás descendientes de Caín).

Todo comienza con una pesadilla de Noé (Rusell Crowe) que ve venir el caos acuático y que lo obliga a viajar con su esposa (Jennifer Connelly) y sus tres hijos a la montaña donde vive su abuelo Matusalén (Anthony Hopkins). Para armar el arca, recibe la ayuda de unos ángeles convertidos en piedra que parecen salidos de una versión cavernícola de los Transformers.

La película no es del todo fiel a la historia del diluvio: dos de sus tres hijos llegan al arca sin esposas y su soledad justifica una de las tensiones centrales de la película, la idea de que con el diluvio Dios buscaba exterminar esa humanidad corrupta, incluído al único justo y su familia.

Aunque el espectáculo apocalíptico y purificador del agua anegándolo todo resulta impresionante, lo más memorable de Noé es la manera en que muestra el vínculo emocional y sentimental entre padres e hijos. En una escena, Noé lleva a uno de sus hijos a conocer al abuelo en una cueva. Ahí, sentados en un par de rocas, se nota el lazo que los une y hasta se sugiere que, en la existencia simultánea de esas tres generaciones, se puede ver un destello de la eternidad.

En esa escena, condensadamante, se ve la alegría pero también el temor y la impotencia que siente cada padre al contemplar las posibles vidas de sus hijos, en especial teniendo que lidiar con un Dios tan exigente.

Este drama genuino y sentido, que resuena sin necesidad de efectos especiales, tiene una consecuencia paradójica: debilita toda la bulla de las batallas y el diluvio, haciendo ver todo ese espectáculo como un esfuerzo precario que dice menos de lo que debería.n

CARTELE


**** Excelente  ***1/2 Muy buena  **** Buena  **1/2 Aceptable  **Regular  *Mala   


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