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Los habitantes de Cundinamarca fueron los que más reportaron sonidos durante la cuarentena para la campaña ¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana del Instituto Humboldt.
Los habitantes de Cundinamarca reportaron sonidos durante la cuarentena para la campaña "¿Cómo suena mi ciudad? Paisajes sonoros desde tu ventana" del Instituto Humboldt. El sonido vive, vibra, y la línea entre escuchar y producir también se difumina. | Foto: Felipe Villegas (Instituto Humboldt).

Medios

Nos sigue gustando escuchar: el auge del audio en la era digital

El profesor José María Legorburu analiza por qué la radio vive y vibrará por siempre, por qué el audiolibro estalla, y por qué este puede ser apenas el principio de la “era de la audificación”.

José María Legorburu Hortelano*
18 de marzo de 2021

A lo largo de la historia, los seres humanos siempre hemos empleado el sonido, particularmente, la palabra –materializada en la voz–, para comunicarnos, socializarnos, transmitir nuestro pensamiento a los demás, argumentar, relatar historias, etc. Además, las personas nacemos con la capacidad innata de reconocer la música; es una herencia evolutiva.

Sin embargo, son muchos los indicios que, de un tiempo a esta parte, nos llevan a pensar que estamos inmersos en una auténtica era de la “audificación”. Es evidente que el sonido ha ido recuperando protagonismo progresivamente, amplificado por la digitalización, en general, y por la generalización del teléfono móvil y el desarrollo de las aplicaciones y de la conectividad, en particular.

Entre los fenómenos que se están produciendo de forma simultánea, destacan el uso de las notas de voz de WhatsApp o el incremento sostenido del uso de los altavoces inteligentes y los asistentes de voz.

Pero, si nos referimos a los contenidos, tenemos que fijarnos necesariamente en la resiliencia de la radio, el auge del pódcast y los audiolibros y el crecimiento de la música por streaming.

‘Radiomorfosis’ y señal digital

En lo que toca a la radio, en su primer centenario, lejos de morir por la llegada de la televisión o el vídeo, suma 3 000 millones de oyentes en todo el mundo y sigue siendo el medio de comunicación más creíble, como atestigua el último informe de la UER. Según Deloitte, aunque acusa cierto desgaste, este es menor que el de la televisión, que triplica su caída de audiencia.

Otra consultora, PwC, le calcula unos ingresos de 44 000 millones de euros a nivel global en 2023. Inmersa en una radiomorfosis (término acuñado por la investigadora Nair Prata) permanente, para distribuir su señal, junto a las veteranas emisiones en AM, SW y FM, ha ido recurriendo a otros sistemas: DAB, satélite, TDT y, más recientemente, streaming, pódcast, YouTube, Twitch, Clubhouse o Twitter Spaces. Además, se está demostrando que el directo convive perfectamente con el diferido.

Las ‘guerras del pódcast’

En cuanto al podcasting, después de casi tres lustros de experimentación y amateurismo, despegaba en 2014 gracias al éxito de la serie documental Serial en EEUU. A partir de ahí, la profesionalización se imponía, creciendo año tras año en producciones, oyentes e ingresos. En 2020, Apple anunciaba que se había superado el millón de series.

En cuanto a sus usuarios, los estudios de Edison-Triton y del Instituto Reuters ponen de relieve su incremento exponencial, que ya ronda o supera el 30 % en muchos países. Asimismo, PwC y la IAB prevén que este año los ingresos ronden los 1 000 millones de euros solo en EE. UU.

Estos datos han originado las denominadas “Podcasts Wars”, que han supuesto inversiones multimillonarias por parte de Spotify, iHeartMedia o SiriusXM y la aparición de nuevos actores como Audible (Amazon), Podimo o The New York Times.

Audiolibros: siete años de crecimiento

El crecimiento de los audiolibros es semejante al del pódcast, aunque su recorrido histórico es mayor. Las primeras experiencias datan de los años 20 en el Reino Unido –dirigidas a los invidentes– y de 1952, cuando se fundó en EEUU la editorial Caedmon Records.

Inicialmente, el producto apenas experimentó transformaciones, más allá del soporte: gramófono, disco, casete y CD. Su despegue se ha debido a la comercialización por Audible del primer reproductor portátil en 1995; y de nuevo, a la ecuación smartphone-apps-wifi.

Así, el audiolibro encadena siete años consecutivos de crecimiento. Mientras el del libro tradicional ronda el 2 % anual, el suyo oscila entre el 25 % y el 40 % en función de los países (Deloitte). De hecho, se prevé que en 2023 superará en ventas al e-book. Aunque hay más plataformas, Storytel y Audible pugnan por liderar el mercado mundial.

El contenido más consumido: música

Posiblemente, la industria musical ha sido una de las que más han sufrido por la digitalización. De hecho, ha tardado mucho en adaptarse al nuevo entorno. Todo empezó con la aparición de Napster en 1999, un hito que abrió una etapa de caída sistemática de ventas, hasta que, en 2009, todo cambió con la llegada de las plataformas.

En 2016, el negocio digital acabó superando al físico, y hoy la música es con diferencia el contenido sonoro bajo demanda más consumido (Nielsen). De hecho, el streaming ya supone más de la mitad de la recaudación, según la IFPI; Statista estima que los usuarios suscritos a una plataforma rondan los 360 millones y MIDIA cifra en 10 500 millones de euros los ingresos del sector.

El principal operador es Spotify, que ha ido ganando cuota de mercado a costa de Apple y Pandora.

La era del audio

Pero, lejos de haber llegado a su punto culminante, este auge del audio podría ir a más. No hay que perder de vista que las notas de voz, los altavoces inteligentes y los asistentes de voz –anteriormente mencionados– van a ser, junto con la mayor conectividad que va a propiciar la tecnología 5G y el internet de las cosas (IoT), factores multiplicadores en el empleo del sonido en nuestras vidas.

Es posible que hasta ahora solo hayamos visto los primeros instantes de la era de la audificación.

*Profesor Titular de Comunicación Audiovisual y Publicidad (Radio y Pódcast), Universidad CEU San Pablo

This article is republished from The Conversation under a Creative Commons license. Read the original article.