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Nostalgia policíaca

La novela ganadora del premio Planeta-Casa de América de narrativa iberoamericana.

Luis Fernando Afanador
1 de septiembre de 2007

Pablo De Santis
El enigma de París
Planeta, 2007
281 páginas

Si alguna vez volviera a dar clases en una universidad y me pidieran dictar un curso sobre literatura policíaca, el primer libro que incluiría en la bibliografía sería El enigma de París, de Pablo De Santis. Ahí está casi todo. Parece una enciclopedia básica del género, con los postulados de los maestros fundadores. Aunque hay que aclarar que De Santis se niega a abordar la evolución posterior y pretende restaurarlo en su pureza. Por eso, su libro se detiene en el momento en que la figura clásica del detective empieza a estar fuera de la historia. Su propuesta es deliberadamente retro. Es como si alguien, ya entrado el siglo XXI, quisiera hacer una película de vaqueros igual a las que hacían John Ford o Fred Zinemann. Un ejercicio tardío de nostalgia que no deja de tener mucho de anacrónico y, por ello mismo, de encanto irresistible.

El narrador y uno de los protagonistas principales de esta historia es Segismundo Salvatore, ayudante del detective Renato Craig, miembro de Los Doce Detectives, la más famosa sociedad de investigadores del mundo, que va a reunirse en París en el marco de la Exposición Universal de 1889, acontecimiento para el cual se construiría la famosa Torre Eiffel. Una obra que en su momento dio lugar a encendidas polémicas y dividió a la ciudad. De una parte, los oscuros defensores de la tradición, la religión y la armonía universal de los seres y las cosas; de la otra, los partidarios de la razón, la ciencia y el progreso. Cientos de sectas esotéricas pululan y son potenciales enemigos de los positivistas, como Los Doce Detectives, partidarios de la lógica, el análisis y los métodos científicos. Desde luego, Darbon, uno de los miembros franceses de Los Doce -el otro es Viktor Arzaky, su rival- es asesinado en plena Torre antes del inicio de la Exposición. Descubrir a su asesino es el gran enigma -la gran trama- que deberá resolverse.

Pero en el camino nos encontraremos con una gran cantidad de pequeños enigmas -de pequeñas tramas- que serán resueltas. Cada detective tiene su propia filosofía de investigación y no se hace rogar para exponer sus mejores casos y contarnos de qué inteligente manera los resolvieron. Muchas teorías, aunque todas con el denominador común de una impecable argumentación. También abundan las reflexiones y las frases agudas: "Un asesinato siempre es un caso de 'cuarto cerrado'. Ese cuarto cerrado es la mente del criminal". Aunque "el cuarto cerrado" ya no va más: el crimen que aquí nos ocupa ocurrió al aire libre; el móvil de los delincuentes no parece ser intelectual sino pasional; un detective ha aceptado a una mujer como su asistente y, horror de los horrores, otro ha hecho uso de la violencia para obtener la verdad. Se trata de un mundo en la encrucijada, a punto de extinguirse, con esas figuras excéntricas y aristocráticas, impensables en la sociedad masiva -hasta para delinquir- que se ve venir. Para que no estén tan solos, el escritor le ha asignado a cada uno un asistente, el adlátere, que los sigue como una sombra y les recuerda el sentido común.

El enigma de París es un bello homenaje al género policial. Atrapa a los amantes del género y a cualquiera que ose acercarse a las páginas de su envolvente y fina trama. También a los insomnes y a los nostálgicos: ¿quién, en una noche de desvelo, no se quedaría mirando hasta el amanecer una vieja película que pasan por el canal Retro.