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NOTICIA DE PIRATAS

LOS LIBROS FALSOS DECOMISADOS LA SEMANA PASADA ANUNCIAN APENAS LA PUNTA DEL ICEBERG DE UNA PRACTICA QUE ESTA MUY LEJOS DE ERADICARSE.

1 de julio de 1996

Aunque todo el mundo esperaba que las primeras semanas de circulación de Noticia de un secuestro iban a ser muy movidas, este acontecimiento editorial sobrepasó las expectativas. Solo en los países del Pacto Andino, en apenas dos semanas se han vendido más de 150.000 ejemplares, algo así como 10.000 libros por día. Y en España esta cifra fue superada por una venta de 100.000 ejemplares en los primeros tres días de circulación. Pero aunque este ritmo de las ventas superó los cálculos tanto de la editorial Norma, en el grupo andino, como de Mondadori en el país ibérico, la noticia no sorprendió tanto como la celeridad con la que las ediciones piratas del más reciente libro de Gabriel García Márquez empezaron a aparecer en Bogotá. El escándalo no se hizo esperar y la reacción tampoco. Y no era para menos. García Márquez es uno de los escritores que más ha padecido este flagelo y también quien ha tenido la actitud más firme frente al problema. Hace tres años alcanzó a retirar sus obras de las librerías y amenazó con dejar de editar en Colombia si no se tomaban medidas al respecto. Y cuando decidió publicar con la Editorial Norma, lo hizo a condición de que le ofrecieran garantías que impidieran la falsificación de sus obras. Y no es que a Gabo le preocupen las entradas que deje de percibir por la piratería. Por el contrario, el Nobel ha insistido en que le preocupa sobre todo el efecto nefasto que este oficio clandestino ha provocado durante décadas sobre la industria editorial legal. En el caso de Noticia de un secuestro, la editorial tomó toda clase de precauciones para curarse en salud, como la pasta dura y una serie de señales ocultas que no son fáciles de detectar ni de imitar. Pero cuando los bogotanos empezaron a ver en todas las esquinas precarias réplicas del libro ofrecidas a mitad de precio, quedó comprobado una vez más que estas medidas no son suficientes. Aunque es un hecho que las ediciones en pasta dura de Norma facilitan la identificación de los piratas, algo que hace algunos años era imposible verificar, lo cierto es que esto no ha sido un impedimento para que los piratas dejen de distribuir sus libros. Y es que en la lucha contra la piratería editorial lo único claro hasta el momento es la voluntad de combatirla. A los pocos días de aparecida la edición clandestina de Noticia de un secuestro, la Policía logró decomisar buena parte de este cargamento en la sede de dos imprentas localizadas en el sur de la capital. En total se trataba de cerca de 8.000 mil ejemplares ilegales entre libros de García Márquez, Germán Castro Caycedo, Alonso Salazar y otros autores nacionales y extranjeros. Sin embargo, esta acción de las autoridades está lejos de ser el final feliz de la ya larga crónica de piratas en Colombia. García Márquez, que reconoce la rápida capacidad de respuesta de las autoridades, insiste en que "apenas es la punta del iceberg, pues estoy seguro de que la industria de la piratería es al menos tan grande como la legal. Y lo peor es que se hace a los ojos de todo el mundo". Para los editores, al menos en lo que se refiere a la permisividad de esta industria, al Nobel no le falta razón, entre otras cosas porque existe la teoría de que el pirata, al estilo de un buen Robin Hood, pone los libros al alcance de un público con menos capacidad adquisitiva. Sin embargo, según Moisés Melo, gerente de la Editorial Norma, esta justificación es una gran falacia. "Lo que está logrando realmente la piratería es encarecer la industria legal, desestimular la producción intelectual y quebrar la buena imagen que tiene ante el mundo la creciente industria editorial nacional". No cabe duda de que el boom editorial del país es uno de los fenómenos con mejor imagen y con mayor capacidad de crecimiento de los últimos años. Colombia es uno de los grandes exportadores de libros a Estados Unidos y además su mercado interno ofrece ediciones a precios muy bajos comparados con las tarifas internacionales. Sin embargo todo este balance positivo queda deslucido por el aumento de la industria ilegal. "Hace 10 años _dice Melo_ Colombia no era un país pirata. Pero hoy, junto con Perú, es uno de los países más afectados de Latinoamérica". A pesar de las acciones policiales como la de la semana pasada, los editores están de acuerdo en que estas capturas aisladas no ayudan a arreglar el problema si no existe una investigación seria para llegar a las raíces del problema. La Fiscalía y el DAS _agrega Melo_ están enfrentados a una costumbre inveterada de nuestra sociedad, en la que es delito robarse un reloj pero no millones de libros". El decomiso reciente demostró, no obstante, que por lo menos las autoridades tienen ganas de combatir el flagelo. Pero la sola voluntad no es suficiente sin un verdadero compromiso social que no dependa tanto de la voz de alarma de García Márquez, como de la conciencia generalizada de la necesidad de combatir un delito del que la mayoría de los colombianos han sido cómplices durante años. De lo contrario, las aventuras de piratas estarán lejos de encontrar un desenlace diferente del saqueo a la industria editorial colombiana.