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La joven mexicana Valeria Luiselli es una de las grandes revelaciones de la literatura latinoamericana.

LIBROS

Novela con fantasmas

La mexicana Valeria Luiselli explora en esta compleja narración las muchas vidas y muertes posibles en la existencia de una persona.

Luis Fernando Afanador
6 de septiembre de 2013

Los ingrávidos

Valeria Luiselli
Sexto Piso 
146 páginas

“Una novela vertical, contada horizontalmente. Una historia que se tiene que ver desde abajo, como Manhattan desde el ‘subway’”. Es lo que leemos en la página 128 del libro. ¿Un guiño? ¿Una clave de la autora para entenderlo? 

Lo cierto es que si estamos ante una novela, no se trata de ninguna convencional: los personajes parecen estar muertos, la obra se comenta a sí misma y sucede en varios planos temporales. Pese a su carácter experimental hay que apresurarse a aclarar que Los ingrávidos, de Valeria Luiselli, no es para nada un libro aburrido ni pretencioso gracias a sus voces cautivantes y a su prosa exacta, fresca y vital. 

Los protagonistas son  una joven escritora y madre de dos hijos, y el poeta mexicano Gilberto Owen que llegó a Harlem en su renacimiento, a finales de los años veinte. Ellos introducen al lector a un mundo en el que la realidad se mezcla con la fantasía y en el que es testigo del diálogo entre personajes vivos y poetas muertos, y entre personajes reales y ficticios. 

Un péndulo entre el pasado y el presente que se convierte en un texto de doble lectura porque el marido de la protagonista lee lo que ella está escribiendo. No, no se trata de un erudito juego de espejos, sino de algo más sencillo, según palabras de la propia autora: “Me interesaba explorar la capacidad de la ficción, que no es tan inocua: puede arruinar un matrimonio”. 

A lo largo de la narración veremos el entrecruzamiento de esas voces. La de la joven mexicana –nunca se revela su nombre– quien, buscando la complicidad del lector, cuenta cómo se va gestando su novela a partir de los hechos vividos por ella cuando trabajaba como asistente en una pequeña editorial neoyorquina que publica autores hispanoamericanos. 

White, su jefe, vive obsesionado con la idea de encontrar al próximo Roberto Bolaño, de modo que su trabajo consiste en investigar sobre la narrativa hispana. “¿No conociste a Roberto Bolaño? ¿No tienes cartas suyas o alguna entrevista? Tenemos el honor de trabajar con la única latinoamericana que no fue amiga de Bolaño”, le dice el ansioso editor.

Un día, a la caza de libros en una biblioteca, ella logra encontrar una antigua correspondencia entre los poetas Gilberto Owen y Xavier Vilaurrrutia: “Vivo en Morningside 63. En la ventana hay una maceta”. Guarda la carta y empieza a caminar por Harlem en busca de la casa de Owen. Llega a Morningside 63 y se encuentra con un edificio. Entra, sube las escaleras y luego sale por la azotea.

Se sienta en un rincón a leer las obras de Owen. De pronto descubre una maceta que sostiene a un raquítico árbol. Hay algo extraño alrededor del árbol. Parece una lámpara, piensa. Lo mira aterrada. Lo toma y se lo lleva a su casa. Allí la narración da una vuelta de tuerca y entra en otra dimensión.

“Tal vez me congelé, tal vez me morí esa noche de hipotermia. En todo caso, esa fue la primera noche que debí pasar con el fantasma de Gilberto Owen”, escribe. A partir de ahí, se obsesiona con publicar a Owen y lo conseguirá de una forma no muy santa. La otra voz narrativa, la del poeta Gilberto Owen, recuerda a su esposa colombiana y relata su amistad con Federico García Lorca y otro extraño personaje, Homer Collyer, un ciego que come helados de cocaína para recuperar la vista. 

El ciego no solo le enseña a Owen a comer esos peculiares helados sino también a recordar el futuro. Entre los dos se inventan una teoría bautizada por ellos como “Teoría de las muchas muertes”. “La gente se muere, deja irresponsablemente un fantasma de sí mismo por ahí, y luego siguen viviendo, original y fantasma, cada uno por su cuenta”, dice el ciego. La teoría, a su vez, es desarrollada por Owen, quien empieza a ver los fantasmas del futuro. 

Una novela distinta –a pesar de su resonancia rulfiana– que puede leerse de varias formas. Una de ellas, por supuesto, es la de la escritora tratando de encontrar un lugar propio en un medio hostil –la familia, los hijos, el jefe, los amantes– que conspiran todo el tiempo para impedirle escribir. Valeria Luiselli, una joven escritora mexicana: ojo a ese nombre.