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Nunca es tarde

Después de dedicar casi toda una vida al diseño y a la publicidad Carlos Lersundy decidió dejar todo atrás para dedicarse de lleno a una vocación que lo llamaba a gritos: el arte.

22 de septiembre de 2003

Hace tres años Carlos Lersundy decidió cerrar su empresa en Bogotá. Luego de más de 15 años dedicados al diseño de campañas políticas y de tipo social optó por regresar a Nueva York, donde ya había vivido unos años atrás, para reencontrarse con una vocación que había dejado a un lado en 1971: el arte. Siempre sintió esa pasión por la pintura, algo que no sólo reflejó en su primera exposición, compuesta por algunos óleos, en 1967, recién graduado como diseñador gráfico, sino también a través de su trabajo como publicista.

Curiosamente cuando tomó la decisión se encontró con un artículo en el periódico El Tiempo titulado: "Amenazas de muerte por todo". Ese fue el punto de partida de los cuatro óleos y ocho serigrafías que ahora componen su nueva exposición, El país del Rasgado Corazón, que estará abierta al público desde el próximo 2 de octubre en la Galería Sextante de Bogotá.

Lersundy, impactado con la noticia de prensa, decidió involucrarse con el tema de la violencia. Pero no la violencia de los grupos ilegales armados sino de las muertes y amenazas en seres anónimos que también hacen parte de la realidad colombiana. "La violencia intrafamiliar es absurda. Tengo entendido que en fechas como el 'Día de la Madre' ocurren más asesinatos que en otros días". Y fue en esos hechos particulares, que en la mayoría de las veces pasan inadvertidos, en los que Lersundy se apoyó para crear esta nueva etapa de producción artística.

Su obra, a manera de collage, en la que se mezclan figuras religiosas, fragmentos de artículos de prensa, colores intensos y recortes de cómics, aluden a lo cursi que, según él, es una forma válida de ver el mundo, como una máscara que logra que muchos hechos violentos permanezcan en el anonimato. Hay un acercamiento a lo que puede ser el arte popular en medio de creencias arraigadas en la gente, como la famosa imagen de El Sagrado Corazón. "Una de las características que tienen mis pinturas es la veladura, el sepia, el sentido un poco atmosférico que en principio no encontré en la serigrafía y que me obligó a hacer más planchas para lograrlo. Así pude colgar la serigrafía al lado del óleo sin que hubiera antagonismos", le contó Lersundy a Elizabeth Reyes Le Paliscot, quien hizo el texto de presentación de la muestra.

Así ha alimentado su obra, con esa serie de hechos aislados que parecen simples anécdotas pero que, obviamente, reflejan lo que está pasando en las calles o en las casas de cualquier ciudad de Colombia. Ahora para Lersundy comienza una nueva etapa en su vida, lejos de agendas de trabajo, de reuniones, juntas y de secretarias recordándole las citas del día. Ahora estará sumergido en otros asuntos, a los que ha llegado por un llamado de la vida misma. Está feliz pues no dejó escapar la oportunidad de hacer lo que más le gusta.