OBRERO DEL COLOR
Una pintura que proyecta sentido del humor y alegría contradice la verdadera índole de su creador, el pintor catalán Joan Miró
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A pesar de sus 89 años, conserva en la mirada de límpidos ojos azules esa chispa de sorpresa que caracteriza a la infancia. Se confiesa "taciturno y de índole trágica", y explica la alegría de su pintura como una fuga, como un modo de esquivar su propia propensión a lo sombrío. Es el gran pintor catalán Joan Miró, quien acaba de exponer en Florencia y Milán donde míllones de personas festejaron su creación y sus venerables años. "Soy un pesimista", dijo en entrevista concedida en Florencia, en la cual habló sobre sus preferencias, aquello que lo conmueve, que lo inspira...
--¿Cuáles son los pintores que prefiere?
--Al inicio de mi carrera los pintores que más me apasionaban eran Van Gogh, Cézanne y el aduanero Rousseau, pero siempre he preferido el arte popular y anónimo. Una horquilla, la azada, en general los instrumentos de labranza cuidadosamente trabajados por los campesinos son para mí muy importantes. Igualmente el plato de cerámica casera en el que toman su sopa me gusta mucho más que los platos ridículamente preciosos de los ricos.
--¿Pero el arte en general lo conmueve?
--El arte me conmueve siempre. El arte sin engaños y sin artificios. Entendámonos, el campo del arte es sorprendente y siempre será rico de posibilidades.
--¿Cómo ha llegado a esa gran simplificación en sus pinturas?
--He llegado a ella a través de la simplificación del color. Mis personajes así simplificados, resultan más humanos, más vivos de cuanto serían si fuesen representados con todos sus particulares y privados de esa vida imaginaria que les doy y que los hace más comprensibles. Cuando un espectador se reconoce en mis personajes no siente "eso" que lo separa, sino aquello que lo une a todos los otros hombres, blancos o negros.
--En sus cuadros parece haber una cierta inmovilidad vibrante.
--Sí, la inmovilidad me golpea el alma particularmente. Una rama seca abandonada por el viento en una playa desierta, un gran espacio vacío tienen la virtud de poner en movimiento mi mente y de conmoverme profundamente. Es una sensación que no tengo jamás frente a algunos seres humanos que estúpidamente se agitan en continuación. La inmovilidad de una piedra, su presencia augusta, me hace pensar en los grades espacios recorridos por movimientos infinitos. Como diría Kant, en la irrupción inmediata de lo infinito en lo finito.
¿ Y cómo consigue transmitir a sus telas esos movimientos sec retos invisibles ?
Lo que busco es un "movimiento inmóvil", algo que sea lo equivalente a aquello que se ha definido como la elocuencia del silencio o como lo que San Juan de la Cruz llamaba, me parece, "música muda".
--¿Cómo encuentra ese sutil, ese delicado equilibrio?
--En mis cuadros, las formas son al mismo tiempo inmóviles y móviles; son inmóviles porque la tela es un soporte fijo, inmóvil por la nitidez de sus contornos y por esa especie de recuadro en que se inscriben. Pero, lo extraño, aún para mí, es que por inmóviles precisamente sugieren movimiento. No existiendo en mis trabajos una línea de horizonte ni punto de referencia en profundidad, se desplazan en superficie y también en profundidad, porque una línea o simplemente un color determinan un cambio del ángulo visual. En mis pinturas existe una especie de circulación sanguínea: si una forma viene fuera de lugar, la circulación se detiene, el equilibrio se rompe.
--¿Cómo opera en usted la inspiración?
--Comienzo mis trabajos bajo el efecto de alguna emoción que pruebo y que me hace huir del momento que vivo. La causa de esa emoción puede ser bien diversa, desde un grano de polvo hasta una chispa de luz en los cristales, o bien un pequeño hilo que se desprende de la tela, o una gota de agua o tal vez las huellas de mis dedos sobre la superficie de la mesa. Desde todas esas cosas que menciono llego a universos diferentes, a pequeños mundos que, generalmente, se consideran muertos y a los que trato de dar vida.
--¿Siempre encuentra el estímulo en cosas tan simples?
--No siempre. Me apasionan los objetos. Todo lo que cae bajo mis ojos. Considero que todo objeto está vivo; este cigarrillo y esta caja de fósforos contienen toda una vida secreta a veces más intensa que la de algunos seres humanos. Cuando miro un árbol pruebo una violenta emoción como si fuera algo que respira, que habla. En alguna medida también un árbol es humano.
--¿Elabora mucho sus telas?
--Trabajo con verdadera pasión, pues cuando empiezo una tela obedezco a un gran impulso físico, a una gran necesidad de lanzarme en ese gran espacio blanco vacío y probarlo. Si los colores se rebelan, siento todo ese malestar del que he hablado, pero soy tenaz y tozudo, lucho con el ángel generalmente hasta dejar en la tela las pruebas de la lucha.
--Sus telas revelan alegría de vivir, un delicado humorismo. ¿Es usted así?
--No (exclamando), soy de índole trágica y muy taciturno. En la juventud he pasado por períodos de tremenda tristeza. Ahora he conseguido el equilibrio, pero todo me disgusta. La vida me parece absurda. Soy un gran pesimista. Si se advierte alegría o un toque de humor en mis cuadros deriva del hecho que necesito huir, escapar del lado trágico de mi temperamento. Es una reacción, pero del todo involuntaria.
--¿ Y la voluntad que revela su vastísima obra?
--Lo voluntarioso en mí, significa una tensión del espíritu y la atmósfera propicia a esa tensión la encuentro en la poesía, en la música, en la arquitectura.
--¿Cómo debe ser un cuadro? ¿Cómo debe ser una obra de arte?
--Deben ser fecundos. Deben hacer que todo un mono nazca con ellos. Dos más dos no hacen cuatro. Un cuadro debe hacerlo entender, debe fecundar la imaginación. En mi caso la tendencia principal es la esencialidad que se manifiesta en tres ámbitos: el modelado, los colores y la representación de los personajes. Yo me manejo con un reducido número de colores. Los frescos del siglo X, por ejemplo, están pintados así y a mí me parecen conmovedores.
.--¿Qué lo ayuda a superar ese sentimiento trágico de la vida ?
--Mis paseos solitarios, ciertos rumores del mundo como el canto de los grillos o el ruido de los cascos de los caballos en el campo, el chirrido de las ruedas de una carreta campesina, una hoz de luna en el cielo nocturno, los horizontes arramalados y el sol en todo su esplendor. Gaudí me impresiona, me conmueve, incorpora su obra como un elemento más de la gran creación. Gaudí es cósmico.
--Usted sin duda es un gran trabajador, un obrero del color y la forma. ¿Le ocupa mucho tiempo su pintura?
Considero mi estudio como un huerto y en él trabajo como un jardinero. Es necesario a veces cortar las hojas para que asomen los frutos. En otros momentos hay que podar o injertar. Las cosas maduran lentamente. Mi vocabulario de formas no lo he encontrado al azar. Se ha ido formando a pesar de mí mismo. Las cosas siguen su curso natural, crecen y maduran como en la naturaleza.
--¿Qué le hubiera gustado ser, Miró?
--Un artista anónimo, un obrero del arte como aquellos que trabajan en las grandes catedrales y cuyos nombres permanecerán siempre en el misterio. El anonimato consiente el renunciar a uno mismo y ayuda a afirmarse mayormente.Así el silencio es el rechazo del rumor, con lo que se consigue que el más leve sonido adquiera grandeza. La negación de la negación de la que habla Marx. Negando la negación, se afirma.
IPS