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OTRO PUNTO DE VIDA

La exposición de la norteamericana Jennifer Colten explora en cementerios de pequeñas poblaciones los rasgos más vitales de estas comunidades.

29 de mayo de 1995

HASTA ESTA SEmana estará expuesta en el Centro Colombo Americano de Medellín, la obra de la fotógrafa estadounidense Jennifer Colten, una de las artistas con quien se ha dado inicio a un programa de intercambio apoyado por el servicio cultural de la embajada de Estados Unidos.
En principio en un trabajo que se desarrolla en lugares como los cementerios tendería a buscarse más el sentido nostálgico o trágico de la vida más que el entusiasmo o el encanto hacia ella. Sin embargo, la fotógrafa de Saint Louis, Missouri, ha desarrollado una obra optimista y esperanzadora a partir de esa temática.
Ella ha dedicado un tiempo importante de su carrera a registrar en pequeños y abandonados cementerios del sur de Estados Unidos, las tumbas de personas que hicieron parte de algunas de las muchas culturas minoritarias que habitan ese territorio, y a través de ellas ha encontrado magníficos testimonios de vida y cultura, a los cuales difícilmente habría tenido acceso indagando desde otros medios.
Colten ha descubierto con su obra prácticas y rituales de grupos afroamericanos que se creían abandonados o de los que no se tenía noticia, a través de los cuales la presencia espiritual de los desaparecidos en el mundo de los vivos y su ingreso al de los muertos es un hecho que se celebra con alegría. Muchas de las tumbas que ha fotografiado en los lugares que frecuenta son espectáculos de fiesta y entusiastas manifestaciones de amor y vida con las que los seres queridos, que aún están sobre la tierra, llenan de ilusión el camino del que ya partió.
Persiguiendo esa otra cara de la vida, que serviría de punto de partida a una investigación antropológica, ha logrado realizar un importante número de registros, en los que al lado de lo testimonial es destacable el trabajo artístico, pues nunca altera la composición de los elementos que encuentra en cada espacio, sino que estudia detenidamente su carácter esencialmente popular, hasta poderles destacar con la cámara sus mejores ángulos y sus ingredientes más característicos, para que de ellos resulten documentos que también son valiosos por su forma y color.
Quizás el caso más original de todos los que hasta el momento ha encontrado lo constituye el de un ser vivo llamado Smith (un homeless), quien desde hace varios años prepara la tumba que le servirá de habitación cuando llegue su final. Este hombre ha hecho del pequeño espacio que se tomó en un cementerio abandonado de Saint Louis, un monumento a su historia, a la de su familia, a sus creencias religiosas, y a su cultura, que Jennifer Colten ha captado en diversos momentos de su construcción. En su futura habitación el señor Smith ha acumulado en la apariencia de desechos, todo lo que le podría brindar según su entender, una placentera eternidad. Fotos de sus allegados, textiles, adornos de Navidad las sillas que le servirán de trono, y en fin, los más diversos objetos, con los que más que una concepción de muerte define una de vida.
Con esta indagación que parece inscrita en los intereses por rescatar el aporte de las etnias y las minorías, la fotógrafa estadounidense demuestra que la estética contemporánea, tan cuestionada por su escasa relación con el medio social y con las reflexiones más candentes, sigue siendo, aunque con otros parámetros, un recurso importante para conocer al hombre y a su condición y para especular sobre su situación.