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Siria e Irak hicieron parte del poderoso imperio mesopotámico que se ubicó entre los ríos Tigris y Éufrates alrededor del 6000 a.C. | Foto: Foto: archivo particular

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La cuna de la civilización occidental en peligro

Ante los ojos del mundo la guerra está destruyendo el invaluable patrimonio cultural del Medio Oriente.

27 de agosto de 2014

Cuando estalló la guerra en Siria en el 2011, la atención de los países se centró en los millones de desplazados y de víctimas de la violencia. La crisis humanitaria hizo que pocos pensaran en el daño que las ametralladoras, los soldados, los bombardeos y los saqueadores harían al patrimonio cultural del país. Pero con el enfrentamiento entre los rebeldes y el gobierno de Assad terminado comenzó el conteo de lo perdido y destruido.

Los 6 lugares que la Unesco declaró patrimonio de la humanidad están en peligro. El gigantesco castillo medieval, Crac de los Caballeros, construido por los cruzados en el siglo XII, tiene varias torres dañadas y un sector de la imponente muralla casi destruido. Las ruinas de los pequeños pueblos bizantinos del norte, que revelaban cómo era la vida rural entre los Siglos I y VII, fueron bombardeadas y abaleadas. Lo mismo ocurrió con la antigua ciudad de Borsa de cuya importancia ya se hablaba en la época de los faraones Tutmosis III y Akhenaton, con la ciudadela araméica de Palmyra, con el centro de Damasco cuya historia comienza a contarse desde siglo VII antes de Cristo y con las mansiones medievales de la ciudad de Alepo. 


 En medio de la desolación de un país que se destruía, muchos intentaron sobrevivir o enriquecerse saqueado su patrimonio.
Pero el impactante deterioro de los sitios arqueológicos no ha sido causado únicamente por las poderosas armas que ha desarrollado la humanidad. En medio de la desolación de un país que se destruía, muchos intentaron sobrevivir o enriquecerse saqueado su patrimonio. En medio de la guerra los castillos y las ciudadelas quedaron sin guardias y los pillos aprovecharon para llenarlos de huecos y sacar la mayor cantidad de piezas por la frontera con Turquía. Varios arqueólogos sirios pidieron ayuda al país vecino pero los gritos cayeron en oídos sordos y el contrabando continúa sin grandes percances. Para entender el valor de lo que se está perdiendo vale la pena echar una mirada atrás.


Como quedó demostrado desde la quema de la biblioteca de Alejandría la guerra no sólo acaba con la vida de las personas, sino también con el conocimiento.
Siria e Irak hicieron parte del poderoso imperio mesopotámico que se ubicó entre los ríos Tigris y Éufrates alrededor del 6000 a.C. Allí se desarrolló la arquitectura, comenzó el comercio, se creó la moneda, las carrozas de caballos, los sistemas de drenaje, las matemáticas, la astronomía, la escritura, el papel, la tinta y los dados, según cuenta Will Durant en su Historia de la Civilización. Y la gloria alcanzada duró varios siglos. Las maravillas que estos hombres y mujeres construyeron y crearon y la posibilidad de descubrir más cosas sobre la civilización que dio pie a todas las demás de occidente se está perdiendo.

Los antiguos egipcios heredaron mucho del mundo mesopotámico y hoy sus creaciones corren la misma suerte que las de los sirios. Aprovechando el caos que vive el país desde el 2010, los contrabandistas se han dado increíbles lujos. La arqueóloga egipcia Mónica Hanna dijo al New York Times que todos los lugares de excavación arqueológica han sido saqueados y varios museos de provincia desocupados casi por completo. Quienes han viajado al Cairo recientemente quedan impactados por los tanques que protegen el Museo Egipcio, el más importante del país.


Esta foto fue tomada el 15 de agosto de 1997, cuando Samper y Villamizar visitaban los campos petroleros sobre una grabación que iba a ser publicada.
La situación en Iraq es aún más desconsoladora. Desde hace meses ISIS, un grupo de terroristas suníes, destruye todos los lugares sagrados de quienes no comparten su exagerado código moral. A su paso han arrasado con iglesias, sinagogas, mezquitas chiitas, estatuas y tumbas, y teniendo en cuenta que han conquistado buena parte de Irak y un pedazo de Siria, el nivel de destrucción es considerable. Las fotos y los videos de las construcciones volando en mil pedazos son publicadas en internet para infundir miedo. El mensaje es que quien no se adhiera a su fe se atendrá a las consecuencias. En una entrevista a La Nación el historiador y miembro del Comité de Patrimonio Cultural de la Unesco, Fernando Báez, explicó que “la guerra no se gana sólo con la muerte física del enemigo. Es necesario desmoralizarlo con la destrucción sistemática de su patrimonio cultural, de su identidad y de lo que considera sagrado.”

Durante la guerra de Iraq en el 2003 –dijo Báez- el Museo y la Biblioteca Nacional de Bagdad, dos de los centros culturales más importantes del mundo, perdieron 15.000 piezas, un millón de libros y diez millones de documentos con información invaluable sobre la cultura del país y la historia de la humanidad. Para evitar que algo similar ocurra in Ucrania el Ministerio de Cultura exigió a los museos del occidente del país que protegieran todos sus objetos y le pidió a la prensa que no mencionara las piezas de valor que albergan.


Cuando estalló la guerra en Siria en el 2011, la atención del mundo se centró en los millones de desplazados y de víctimas de la violencia.
Como quedó demostrado desde la quema de la biblioteca de Alejandría, la guerra no sólo acaba con la vida de las personas sino también con el conocimiento. La muerte y la barbarie destruyen lo que en momentos de crisis revela el lado maravilloso de los seres humanos. El que los lleva a construir la ciudadela de Erbil y la gran mezquita de Samarra. La belleza de estas dos ciudades de Irak corre peligro porque la irracionalidad de unos cuentos los hace creer que encontraron la verdad y es su deber imponerla.