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PESCADOR DE ILUSIONES

Después de "Brazil", el director Teny Gilliam demuestra que a veces es mejor estar loco.

9 de marzo de 1992

LA LOCURA COMO alternativa última del ser llevó a Nietszche a la esquizofrenia. De la misma manera, el director Terry Gilliam ("Brazil", "Las aventuras del Barón Munchausen"), valiéndose de un sensible actor como Robin Williams, desarrolla en esta película la posibilidad de encontrar un refugio en la desviación voluntaria de las facultades mentales.

A través de un cuento de hadas inventado por Parry, el personaje quijotesco interpretado por Robin Williams (aclamado por su papel en "La sociedad de los poetas muertos"), el director va mezclando extrañamente las tragedias del hombre contemporáneo con los grandes mitos de la edad media.

Parry, un profesor de literatura medieval echado a mendigo luego de haber perdido la razón, es el encargado de enseñar los placeres de la ilusión a su verdugo, un popular e influyente locutor de radio interpretado por Jeff Bridges cuyos ideales se mueven entre la ambición y la fama. El personaje de Williams es conmovedor, literalmente fantástico. Aunque no se puede decir lo mismo de Bridges, cuyo papel parece a veces desfallecer al peso de la trama hasta volverse confuso.

¿Es preferible vivir en la locura, inventándose sus propias ilusiones? La respuesta sólo puede venir del espectador en la medida en que se desenvuelve la trama.