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PICASSO EN BLANCO Y NEGRO

22 aguafuertes y aguatintas del maestro, todo un acontecimiento artístico en Bogotá

28 de marzo de 1988

Si febrero marco el despegue pleno de la actividad cultural en el país, sin duda alguna marzo pondrá uno de los puntos más altos en cuanto a exposiciones se refiere.
Luego de apreciar lo más reciente de la producción del maestro Enrique Grau, de disfrutar con la obra del venezolano Borges y de acercarse a los trabajos de artistas nuevos, como Santiago Uribe-Holguín, el público bogotano podrá asistir a un acontecimiento pocas veces visto en el país: la Galería "El Museo" expondrá, a partir del 3 de marzo, 22 aguafuertes y aguatintas de Pablo Picasso. Las obras, todas sobre temas eróticos, van desde 1966 hasta 1972 y llegaron al país hace un mes, procedentes de Nueva York. La muestra de grabados de Picasso está acompañada de 4 litografías autógrafas de Francis Bacon, todas autorretratos.
Hasta la víspera de su muerte, ocurrida el 8 abril de 1973, Picasso hizo gala de una fecundidad inagotable en materia artística. La última etapa de su actividad creadora presenta enigmas siempre nuevos para los críticos, especialmente en el campo del grabado. Una edición completa de su obra grabada, que se hizo en 1968, abarcaba más de 1.300 planchas, todas de primer orden. Mientras todo el mundo esperaba que, con el paso de los años, la actividad creadora de Pablo Picasso decayera, el maestro daba cada día nuevas pruebas de su vitalidad en cuanto a la producción y al tratamiento de temas y materiales. La fiebre creadora lo invadió a tal punto que en 1968, y con 87 años, en un período de sólo 7 meses -del 16 de marzo al 5 de octubre-, realizó 347 grabados (algunos de los cuales están en la exposición de la Galería "El Museo"), un ciclo que representaría el trabajo de toda una vida para cualquier otro artista.
Pero si a primera vista lo que impresiona es la cantidad, la calidad alcanzada por Picasso en esta época es tal vez el punto más alto a que ha sido llevado el arte del grabado. Es una especie de "canto de cisne" artístico que involucra la perfección total en la técnica, la consumación del genio artístico y un desbordamiento sin igual de la inventiva. En sus últimos años, sin dejar a un lado otras técnicas, el grabado movilizó el grueso de los esfuerzos de Picasso y sus diversas posibilidades de expresión lo fascinaron hasta el límite. En este campo, la obra que realizó entre 1968 y 1972 representa el final triunfal de los procedimientos del grabado. El virtuosismo con que imprime su sello personal en las obras alcanza un grado inaudito de soltura. Sobre una misma placa es posible encontrar reunidas las técnicas de expresión más variadas como la punta seca, el agua fuerte y el aguatinta a la recina y al azúcar, en una combinación que llega a producir efectos espectaculares.
Picasso, un hombre que reflejó siempre en su obra el interés que le despertaban las relaciones entre los dos sexos, rindió en sus últimos años, especialmente en sus grabados, un homenaje a la mujer y a su cuerpo. Va desde la exaltación de las formas voluptuosas y maliciosas hasta llegar a expresar sus ansias, sus incertidumbres. Pasa por la mujer amante, la mujer deseada, la mujer idealizada, la belleza encarnada, la prostituta y la matrona de burdel hasta formar una serie coherente en la que, finalmente, aparece la esencia misma de la vida, la fuente profunda de la que el artista sacaba la energía para vivir y para crear: la Mujer, con toda y M mayúscula.
Uno de los aspectos más sorprendentes de la creación de Picasso en esta etapa es que, a pesar de sus casi 90 años, cada vez se hace más fácil y libre el acto de grabar. Retoma características de sus épocas anteriores, como el cubismo, para trabajarlas conjuntamente con nuevas tendencias pero haciéndolo todo mucho más sencillo. Llega a evitar casi del todo lo superfluo, lo inútil, lo que está de más, para lograr que su obra alcance un impacto directo e inmediato en el espectador. Solo la mujer, desnuda, como siempre la quiso Picasso, en un homenaje que sobrevivió a su muerte.
Una muerte que lo sorprendió en uno de los períodos más prolíficos de su vida cuando, lejos de pensar en la proximidad de la muerte, su vitalidad lo llevaba a crear las 24 horas del día porque una existencia pasiva era peor que la muerte.-
LOS PRECIOS DEL ARTE
Uno de los mayores interrogantes que se le plantean al asistente a galerías de arte, y que generalmente se queda sin respuesta, es el del precio que tienen las obras que está admirando. Los precios que últimamente están alcanzando las obras de arte son tan altos, que para la gran mayoría es mejor no preguntar sobre el tema. El arte se ha convertido en algo tan exclusivo que si alguien pregunta cuánto vale una determinada obra, de entrada el galerista sabe que esa persona no la va a comprar. El que de verdad se interese en adquirirla no se detiene a pensar en la suma a invertir.
Por estos días, las galerías de Nueva York enfrentan uno de los retos mas grandes que hayan tenido en los últimos tiempos en ese sentido. A partir del 1° de marzo, por orden del Departamento de Asuntos del Consumidor de la ciudad de Nueva York, toda obra que sea expuesta en las galerías de esa ciudad deberá llevar, al lado de la ficha técnica que normalmente la acompaña, el precio de venta al público. Las protestas por parte de los galeristas no se han hecho esperar. El principal argumento es que arte y dinero no se deben mezclar en una galería, al menos en público. El que aparezca un precio, aseguran, inhibe al observador para reaccionar exclusivamente por los méritos del trabajo y, además, desde siempre se ha dicho que la gente que acude a apreciar arte no debe tener otra cosa en su mente. Algunos negociantes de arte que se oponen a la medida afirmaron que "la aparición de precios puede llevar a que los posibles compradores hagan comparaciones con artefactos como radios o aparatos de video. Además, dos pinturas aparentemente similares de Picasso, por ejemplo, pueden presentar dramáticas diferencias de precios por razones que sólo los expertos conocen".
Para otras galerías, el problema consiste en que la mayoría de los trabajos que exhiben ya están vendidos. En muchas ocasiones, son muy pocos los cuadros que están colgados para la venta ya que una de las funciones de una galería es la de mostrar, la de cumplir una función museológica. Lo cierto es que la ley, que busca frenar en algo la especulación en el campo del arte, cuenta con muy pocos instrumentos para penetrar el verdadero mercado del arte. En Nueva York como en Colombia, se ha regresado al antiguo sistema de trueque, en el que se cambian cuadros por carros, o cosas por el estilo, que hace muy difícil que se pueda seguir el rastro de una transacción, así como saber el precio real en que se negoció una obra de arte.