Home

Cultura

Artículo

POR UN PUñADO DE MILLONES

Con los 20 millones de dólares que se pagaron por uno de sus cuadros, Van Gogh acapara los dos primeros puestos de las obras de arte más caras

3 de agosto de 1987

Después de la perplejidad que causó la venta de "Los Girasoles", comprado por una compañía japonesa por 39.9 millones de dólares en una subasta en Londres, se pensaba que el mundo del arte había llegado al límite de los precios descabellados y que pasarían muchos años antes de que un cuadro volviera a cotizarse en cifras millonarias.
Pero pasó. Otra vez en Londres y otra vez con una obra del holandés Vincent Van Gogh. Una subasta en la Galería Christie's tuvo como "estrella" la pintura "El puente de Trinquetaille". La base del remate fue de doce millones de dólares, pero un comprador anónima dijo "pago" y se quedó con la pieza cuando su precio llegó a los 20 millones de dólares.
Como en la pasada vez, cuando "Los Girasoles", la sala de remate de la célebre galería londinense estaba atestada en la noche del lunes 29 de junio. Expertos, coleccionistas y curiosos llenaron el sitio presidido por el cuadro que hasta ese instante seguía perteneciendo a la familia Kramarsky, de Estados Unidos.
Entre los expertos en el mercado del arte y los propios mercaderes, existía la sensación de que, en esta oportunidad, la subasta no iba a resultar ni siquiera competitiva con la espectacularidad que revistió aquella de principios de abril cuando "Los Girasoles" se convirtió en el cuadro más caro en la historia del arte del mundo. Pero, aunque no igualó el precio de aquella oportunidad, Van Gogh conquistó también el segundo puesto en el escalafón de los precios.
De ese subcampeonato desalojó a la "Rue Mosner con Pavers", pintado por el francés Manet y vendido a un coleccionista suizo por once millones de dólares el año pasado.
UN POBRE ABSOLUTO
Para los historiadores del arte, el asombro no está tanto en que las piezas hayan alcanzado precios exorbitantes, sino que los dos primeros lugares del mercado de los precios lo ocupe el holandés que se suicidó -pobre y atormentado- hace 97 años y quien en vida nunca pudo vender una sola de sus obras.
"Es un millonario póstumo", definió a Van Gogh uno de los subastadores de la Galería Christie's la semana pasada. Y, aunque no es del todo exacta, la frase sirve para ilustrar la paradoja configurada en torno a la súbita cotización multimillonaria del pintor que perdió una oreja en uno de sus profundos desequilibrios síquicos antes de que terminara con su vida.
Para los hoy estupefactos historiadores de la vida de Van Gogh, esos desequilibrios emocionales surgieron, precisamente, cuando el pintor siendo adolescente decidió conocer de cerca la pobreza absoluta. El joven Vincent renunció a algunas comodidades que le ofrecía un empleo estable en su país y decidió viajar hacia Bélgica y mirar la miseria generalizada de los campesinos de entonces. De ahí surgió su cuadro (una plumilla) de "Los comedores de papa", donde se ve la impresión que le causaba tanta necesidad no suplida, tanto estado famélico patético.
Para muchos, pues, no fue que a Van Gogh lo invadiera de repente en la pobreza, sino que la eligió, la sufrió y murió en ella, de todo lo cual -desde su vida en Bélgica hasta su muerte en Francia- quedan las históricas cartas a su hermano Theo.
DE UN JALON
En algunas de esas cartas, aparte de contar por encima los padecimientos económicos, Vincent relató a Theo su fascinación por el puente de Arlés y la efervescencia de su producción pictórica. Era tal su ritmo que en cinco días produjo cinco cuadros sobre el puente que atraviesa el río Ródano y se asegura que el cuadro que fue objeto del pago de 20 millones de dólares, fue pintado de un solo jalón.
Los especialistas afirman que el cuadro fue pintado por un Van Gogh racional y equilibrado, a pesar de que dos años después -en 1900- el pintor se destapaba el cerebro de un disparo. Pero, además, "El puente...", que durante los últimos tres años estuvo bajo custodia del Museo Metropolitano de Nueva York es una pintura de extrema importancia en la obra del holandés, pues representa un punto excelente tanto en el color como en la composición.
A pesar del escandaloso precio alcanzado por esta otra obra de Van Gogh, los expertos en arte y los asistentes a la subasta consideraron que lo que se pagó fue justo, lo cual abre otros horizontes: aquellos en los que se advierte que esta tampoco es la última vez en que se pagan tantos millones de dólares por una obra y que las subastas siguen de moda, enloqueciendo el mercado mundial del arte.