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El largometraje es una especie de álbum de fotos en movimiento: aquí, en esta imagen, un perseguido grupo de revolucionarios

Postales de Leningrado

La segunda película de la artista venezolana Mariana Rondón naufraga en buenas intenciones e imágenes curiosas. **

31 de enero de 2009

TÍtulo original: Postales de Leningrado.
Año de estreno: 2007.
Dirección: Mariana Rondón.
Actores: Laureano Olivares, Greisy Mena, William Cifuentes, Haydee Faverola, María Fernanda Ferro, Ignacio Márquez, Oswaldo Hidalgo.

Primero las buenas noticias. Los primeros minutos, que recrean, a manera de introducción, la vida en los pueblos venezolanos de los años 60, nos dejan varias imágenes curiosas: creo que a muy pocos les molestaría que esa nostálgica fiesta de Año Nuevo, comandada por un nieto, una abuela y un abuelo que muy pronto se ganan el afecto del público, se tomara la película hasta sus últimas escenas. La directora del largometraje, una artista llamada Mariana Rondón (que hace dos años se inventó una instalación en la que eran proyectadas imágenes de monstruos sobre inmensas burbujas de jabón), logra que cada secuencia del relato funcione como la pared de una exposición: su juego con la estética de la época, su manera astuta de presentar a los personajes principales y su gracia a la hora de montar las escenas más complejas consiguen rescatarnos del tedio que nos ronda.

Ahora los reparos. La interesante historia de la revolución venezolana, vista desde los "inocentes" ojos de una niña sin nombre, resulta poco dramática, poco clara y poco interesante después de aquellos primeros minutos prometedores. El ingenio, que se agradece tanto al principio, comienza a crispar los nervios mientras avanza la segunda parte de la narración. Los momentos más trágicos pierden efecto cuando se convierten, en la pantalla, en postales graciosas. Y la voz de la ingenua narradora, que quiere contarnos cómo llegó a vivir a pesar de tanta muerte, se resiste a agregarle algo a lo que estamos viendo. Y así logra entorpecer, incluso, los hechos que tenemos enfrente.