Home

Cultura

Artículo

PROPUESTA INDESENTE

Aunque nadie ha tomado muy en serio su propuesta de jubilar la ortografía, Gabriel García Márquez volvió a poner a hablar a la gente.

12 de mayo de 1997

Los asistentes al templo de San Agustín, en Zacatecas, México, donde la semana pasada se celebraba el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, no habían terminado de aplaudirlo cuando el Nobel colombiano Gabriel García Márquez había formado la barahúnda. El hecho de que uno de los escritores más diáfanos del castellano en el último siglo hubiera propuesto la jubilación de la ortografía y, en general, la simplificación de la gramática, "antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros", según sus propias palabras, fue el detonante de una cadena de comentarios en España y en toda Latinoamérica que aún no cesa.
En la península ibérica, donde nació el idioma hace más de mil años, los más enconados defensores de la lengua no dudaron en calificar el propósito de Gabo como un absurdo de amplias proporciones, mientras en Colombia no son pocos los columnistas de prensa, escritores y filólogos que se han pronunciado en contra de 'tamaña osadía'. El más enfático ha sido el columnista Antonio Panesso, quien escribió el jueves pasado en El Espectador que tanto Gabo como Cela y Paz, acompañantes de García Márquez en su discurso, "demostraron que escriben bien y no tienen ni idea de filología".
Los filólogos y los académicos de la Lengua, por su parte, han comentado que la propuesta del Nobel colombiano es, en primera instancia, ligera, en la medida en que la ortografía es la memoria de la lengua; y que es, además, innecesaria, pues consideran que la lengua es ante todo un ente vivo que, con decreto o sin él, va cambiando con el tiempo según el uso y las costumbres de los pueblos que la hablan. "Yo me pregunto, dice Rubén Darío Flórez, profesor de lingüística y semiótica de la Universidad Nacional, si en vez de abolir las reglas ortográficas no sería preferible mejorar la cultura del lector. Un buen lector nunca tendría dificultades con la ortografía española, que entre otras cosas es bastante sencilla".
Sin embargo, en medio de toda la palabrería desatada en torno al tema, los propios protagonistas de la polémica han tomado el proyecto de Gabo más como una ocurrencia lírica del Nobel que como una propuesta formal. Al fin y al cabo hasta sus más acérrimos contradictores están de acuerdo en que a pesar de sus grandes discrepancias con los diccionarios Gabo es uno de los escritores castellanos que más se ha cuidado en conservar el idioma, en recorrer sus caminos más recónditos y armoniosos y en aprovechar sus cualidades más fantásticas.
Quienes lo conocen saben que a Gabriel García Márquez le gusta poner a hablar a la gente. Y eso es, precisamente, lo que ha logrado con su rebelde discurso en Zacatecas: desde lúcidas disquisiciones entre los eruditos mosqueteros del idioma, que reprochan su falta de seriedad, hasta verdaderos panfletarios políticos que han aprovechado el desorden en apoyo de causas inverosímiles, como la del respetado lingüista mexicano Raúl Avila, quien se ha expresado a favor de la propuesta con el argumento de que "la ortografía se ha utilizado para reprimir a los pueblos, es el elemento más antidemocrático de la lengua. La gente con poder no quiere que los demás escriban porque se volverían poderosos".
Mientras tanto, en medio de la barahúnda generada por el Nobel en torno a la jubilación de la ortografía, no ha faltado quien, a propósito, haya vuelto a contar el chiste de los dos gamines, a uno de los cuales se le cae una zanahoria: "Uy, hermano -le dice a su compañero-, me están pensando por 's". "Uy, hermano -le contesta el otro-, esa debe ser la Cecilia...".