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PUEBLITO VIEJO

La Bogotá romántica y tranquila vista a través del diario y la crónica.

15 de octubre de 1990

Anécdotas, recuerdos, y testimonios, paca hacer menos rígida la historia. Con este esquema están elaborados los cuatro nuevos tomos de la "Biblioteca de Bogotá", de Villegas Editores, que amplían considerablemente el registro de la capital, através de la crónica.
El "Diario", de José María Caballero; "Bogotá en los viajeros extranjeros del siglo XIX", de Mario Germán Romero; "Memorias Infantiles", de Eduardo Caballero Calderón, y "Cuando Bogotá tuvo tranvía y otras crónicas", de Andrés Samper Gnecco son los títulos que condensan 150 años de la historia de Bogotá, desde diversos puntos de vista. Un lapso en el cual el protagonismo de la ciudad aún no lograba opacar el encanto de los siglos anteriores. Cada autor narra, a manera de memoria o de diario, el acontecer de una sociedad en formación, donde las costumbres, los usos sociales, la política, el arte y el periodismo van evolucionando al paso del tiempo, amoldándose las nuevas tendencias o contribuyendo crearlas. Constituyen pues, estas obras el inestimable testimonio sobre un tiempo y un lugar, tomado en su fuente a traves de la pluma del cronista, antes que con el carácter del historiador o del analista que las interpreta y las explica a la luz de las visiciudes del presente. La "Biblioteca de Bogotá" permite el encuentro -para muchos el reencuentro con una ciudad cuyos caracteres físicos y perfiles sociales han desaparecido, pero en donde la presencia viva de largas tradiciones es aún reconocible.
De comienzos del siglo XIX, el "Diario", de José María Caballero es un reflejo bastante fiel del discurrir de aquellos años que rodean al grito de Independencia en 1810. Caballero, que no era político militar ni eclesiástico, desde su simple condición de ciudadano de clase media anota los sucesos de la vida tal como acontecen a su alrededor. Sin embargo, como el clima social y político vive una fuerte agitación, Caballero no es -no puede ser indiferente ante estos sucesos y consigna día tras día la relación de ellos, con sus opiniones, sus temores y sus juicios, que tantas veces resultan premonitorios. Escuetos y sin retórica literaria, los diarios de Caballero poseen esa sequedad sumaria de la pura anotación notarial de los hechos, cuando se trata de consignar la noticia de los sucesos; pero como la acción solicita un mayor emparejamiento con la expresión literaria, el autor alcanza allí el dibujo perfecto del cuadro de costumbres.
Existe una cabal diferencia entre verse a sí mismo y ser visto bajo la óptica de otras culturas. Muchos fueron los visitantes de otros países que dejaron páginas memorables, por su visión particular, encantadora y pertinente, a su paso por el país y concretamente por Bogotá. Mario Germán Romero eligió unas cuantas crónicas de estos viajeros ilustres: la que juzgó más representativas, y con ellas compuso "Bogotá en los viajeros extranjeros del síglo XIX". El norteamericano William Duane, el escocés John Steuart, el brasileño Miguel María Lisboa, el alemán Alfred Hettrer, el médico y botánico francés Charles Saffray y el escritor y diplomático argentino Miguel Cane describen las características propias del país y de su capital, contrastadas con la idea que cada uno tiene de su propia sociedad.
Es una visión impresionista, no exenta de apuntes curiosos, de anotaciones indulgentes, a veces con cierta carga de sorpresa o de distanciamiento crítico, pero diáfanas en su intención y en su procedimiento. Todos ellos evocan, según sus preferencias, el espíritu de "esa ciudad tan entrañablemente cautivadora, un poco sombría, con aspecto claustral del medievo, en la que el pasado, los siglos de fe ardiente y triste os hablan..." .
Y más adelante, para reconocer la ciudad desde las primeras décadas hasta pasada la mitad del siglo XX, los escritos de dos de sus mejores cronistas, Eduardo Caballero Calderón y Andrés Samper Gnecco, son el más apreciado testimonio del documento urbano. Familiar al desarrollo espiritual y cultural de la sociedad, Caballero Calderón con sus "Memorias infantiles", recreó el ámbito de aquel tiempo con indelebles imágenes. El trazo más bien intimo, la evocación de la sensibilidad y los sentimientos impregnan estas páginas de exquisita nostalgia. En cambio, más exterior, cronista más de la ciudad que de los sentimientos, Samper Gnecco registra en "Cuando Bogotá tuvo tranvía" los hechos sobresalientes de carácter público y social, como un cronista que deja testimonio de cuanto ve, pero traspasado por una mirada humanística e irónica, del acontecer humano en una pequeña aldea que pronto se hizo ciudad, la ciudad entrañable en que vivió, Bogotá.