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¡QUE NOTA!

El Festival de Música Contemporánea demostró que en Colombia la música culta también pega.

22 de mayo de 1989

Con una apretada y variada agenda de actividades que abarcó todo este mes de abril, el primer Festival de Música Contemporánea organizado en Bogotá deja un balance plenamente satisfactorio.
Contrario al pronóstico de algunos escépticos, un volumen apreciable de público ávido de escuchar de viva voz nuevas y audaces tendencias, acudió a indagar qué se hace én el mundo musical de hoy y, como era presumible hubo de todo, para todos los gustos
El término "Contemporánea" con el cual se designa la música que en la actualidad se escribe y la que se ha escrito en épocas recientes, es totalmente vago y por ende inexacto. Pero no se conoce otra forma,más precisa de llamarla, por cuanto cubre un largo periodo de creaciones -casi un siglo-, con las más disímiles tendencias, escuelas, experimentos y hasta falsas vanguardias.
Los estudiosos ni siquiera han logrado ponerse de acuerdo a partir de qué momento comenzó el modernismo musical, pues así como algunos lo sitúan en el cromatismo wagneriano, otros lo ubican en la llamada "Escuela de Viena" y los hay que parten del dodecafonismo de Arnold Schonberg, sin hacer de lado, por supuesto, a Igor Stravinsky con su "Consagración de la primavera" Por ello este festival fue apenas una muestra, como puede serlo todo certamen que cobije tan amplio panorama.Estuvieron presentes compositores como Claude Debussy o Eric Satie, fallecidos ambos hace más de 40 años, junto a Pierre Boulez, Iannis Xenakis o Karl Heinz Stockhausen vivos y en plena actividad creadora. La razón no es otra que la música, como todas las disciplinas del arte, es un proceso evolutivo y los autores citados, como muchos otros más, hicieron aportes sustantivos para llegar a lo que hoy se escucha en música y que por falta de mejor definición toma el nombre genérico de "contemporánea", que significa apenas "música de nuestro tiempo".
Lo que resulta innegable es que las tendencias son cada día más audaces, varias no exentas de notables extravagancias. Que la individualidad de los artistas, que no se someten a corriente alguna, y los equipos cada día más complejos y elaborados con los cuales se trabajan, han mostrado un mundo sonoro que para muchos está totalmente alejado de la palabra "música" y ello ha provocado, como nunca antes, un divorcio entre el creador y su público. Por tal razón, el punto más saludable de este primer encuentro organizado en Bogotá, fue acercar al oyente que habitualmente acude a las salas de concierto, a escuchar y recrearse con otros conceptos estéticos más de avanzada que lo que presentan las agrupaciones musicales del medio, netamente tradicionalistas.Otro punto a favor estuvo en la organización del certamen, a lograr que las más representativas fuerzas vivas de la música en Bogotá -orquestas sinfónicas, de cámara, intérpretes y creadores- se unieran para brindar al público un gran festival que fue más lejos de presentaciones musicales, ciclos de cine y sesiones de danza. Como el objetivo primordial era lograr un verdadero y profundo acercamiento, se programaron talleres de interpretación para músicos, y charlas, mesas redondas y conferencias dirigidas a profanos. El resultado mostró que en Bogotá sí existe un marcado interés por conocer lo que en música el mundo actual crea.
Desde otro ángulo, el festival en mención sirvió para observar cuántas de las tendencias que en su momento causaron furor hoy se perciben trasnochadas, cómo otras no pasan de ser meras especulaciones que se cobijan en el manto de vanguardias, Junto a un volumen importante de creaciones y teorías estéticas fundamentadas que hoy, por derecho propio, están enmarcadas en la música del siglo XX.
Fue este festival en síntesis un esfuerzo en grande, espléndidamente coordinado, que demandó a muchas personas un trabajo sin tregua, pero el balance de tan agotadora jornada rindió ampliamente los frutos esperados de asistencia y calidad. Ojalá encuentros como éste se repitan periódicamente.
María Teresa del Castillo